La menor productividad de las empresas españolas “no es un problema de que los trabajadores no hayan aumentado su producción, sino de que la utilización del capital no es eficiente”

by hysbald

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  1. Un informe publicado esta semana por BBVA Research muestra que todos los sectores de la economía española, salvo la agricultura, tienen menor productividad que sus comparables europeos. En algunos casos, el valor añadido que se genera por cada hora de trabajo llega a ser un 30% inferior a la media de la eurozona. La productividad es un problema estructural que afecta a toda la economía nacional, incluyendo al sector público, cuya aportación es casi un 20% menor que en Europa. España no ha conseguido avances en la productividad en las tres últimas décadas, sino un retroceso generalizado en términos comparativos. Por ejemplo, las tecnologías de la información y la comunicación tenían una productividad por hora un 15% superior a la europea en 1995, pero actualmente es un 30% inferior. Este pobre desempeño de la productividad provoca que muchas empresas puedan tener problemas para asumir la reducción de jornada que propone el Ministerio de Trabajo. Y, si consiguen asumirla, será a costa de poner en riesgo su viabilidad. Por este motivo, muchos economistas defienden que el crecimiento de la productividad por hora trabajada tiene que ser previo a la reducción de la jornada laboral. Pero el concepto “productividad por hora de trabajo” es confuso. Aparentemente, existe un problema con los trabajadores, que no son capaces de aumentar su producción. Pero la productividad tiene otros dos componentes: el capital y la combinación de ambos factores, la llamada productividad total de los factores. Es aquí donde reside el problema, sobre todo en el capital.

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    El IVIE y la Fundación BBVA han elaborado la base de datos más completa sobre la composición de la productividad en España desde finales del siglo XX, el Observatorio de la Productividad. El valor añadido por hora de trabajo ha aumentado casi un 22% desde el año 2000 y soporta el grueso del crecimiento del PIB per cápita en este periodo. Por el contrario, el generado por la PTF ha crecido un 5% y la productividad del capital se ha desplomado un 21%. Este uso ineficiente del capital es el que explica el retraso de la productividad en España respecto del resto de Europa y las dificultades que puedan tener muchas empresas para asumir la reducción de jornada. No es un problema de que los trabajadores no hayan aumentado su producción, sino de que la utilización del capital no es eficiente y no ha mejorado nada en casi tres décadas. Juan Fernández de Guevara, economista del Observatorio de la Productividad, lo explica de la siguiente manera: “El problema es que estamos en una economía en la que la productividad no crece. A finales de los 90 cayó a plomo y sólo consiguió recuperarse un poco en la crisis financiera, y ahora se está estancando nuevamente. Al final, la tarta no crece, podemos distribuirla de otra forma, pero esta no es la solución”.

    España tiene un problema secular con las malas decisiones de inversión. No hay casualidad aquí, es la consecuencia de varios factores que actúan en la misma dirección, que van desde el exceso de regulación, mercados poco profundos, dependencia de la financiación bancaria, escasa formación de los empresarios,… La acumulación de capital poco productivo se remonta a los años de la burbuja inmobiliaria, que duró más de una década, desde mediados de los 90 hasta el estallido de la crisis. “La caída de la productividad del capital se debe, principalmente, a la inversión de las empresas en activos poco productivos y al exceso de capacidad acumulada en esos años”, señala Fernández de Guevara. En esos años de la burbuja había recursos casi ilimitados, pero se concentraron en las actividades menos productivas, en especial, el ladrillo. Muchas empresas hacían negocio comprando solares o naves industriales para venderlas posteriormente aunque su actividad nada tuviese que ver con el sector inmobiliario. El catedrático de economía aplicada de la Universidad Complutense, Rafael Myro, es uno de los mayores expertos de España en productividad. En esta entrevista explica que en esos años los recursos financieros se dedicaron a empresas grandes y con colaterales, pero se dejaron de lado los sectores más innovadores y productivos. “Lo que ocurrió es que renunciamos a invertir en las empresas con mayor potencial de crecimiento o con mejor productividad”, explica.

    Casi la totalidad de la financiación se canalizó a través del sector financiero, en buena medida, a través de las cajas de ahorro, controladas por políticos. Se generó un clientelismo que, como muestra este estudio de García-Santana, Moral-Benito y otros autores, provocó una desviación de recursos hacia sectores y empresas bien conectados con el poder. Los investigadores concluyen que este clientelismo redujo el crecimiento de la productividad nada menos que un 1,9% anual desde 1995 hasta 2007 y elevó un 0,8% anual los recursos disponibles de las empresas con buenas conexiones políticas. El más puro capitalismo de amiguetes, como titula Carlos Sánchez su último libro, que llega hasta el siglo XXI. La acumulación de capital creció intensamente, el problema es que fue muy poco productivo y el PIB se quedó atrás.

    Los excesos de una burbuja tardan décadas en ser digeridos, porque el capital no desaparece, sino que se queda adherido a los balances empresariales como la grasa. Han pasado casi dos décadas y una buena parte del capital del país sigue atrapado en activos improductivos. Las malas decisiones para asignar el capital siguen produciéndose en la actualidad. Los bancos siguen siendo quienes canalizan la financiación por el escaso desarrollo de los mercados de capital. Pero su asignación prioriza la capacidad de repago de los distintos proyectos, que es mayor cuando existen colaterales, esto es, activos físicos que puedan revenderse. Los excesos de una burbuja tardan décadas en ser digeridos, porque el capital no desaparece, se adhiere a los balances empresariales “La banca no financia buenas ideas”, lamenta Fernández de Guevara, “seguimos haciendo un tipo de inversión muy sesgado hacia activos de capital físico e invertimos menos en intangibles”. Por el contrario, en España hay más de 30.000 empresas zombi que “logran sobrevivir mediante la refinanciación continua de su deuda detrayendo recursos que el sector financiero no asigna a empresas más eficientes”.

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