Según una encuesta elaborada por la agencia Personality Media, más del 96% de los españoles conocen a David Bustamante (San Vicente de la Barquera, Cantabria, 1982). Para que el 4% restante pueda identificarlo rápidamente, basta con comentar que se trata de uno de los artistas más carismáticos de la escena musical española. La fama masiva llamó a su puerta en 2001, cuando participó en el mítico primer Operación Triunfo, y, desde entonces, ha publicado una docena de álbumes, cosechado 19 discos de platino y ofrecido más de mil conciertos. El último de sus trabajos, que acaba de salir a la venta, se llama Inédito y contiene diez canciones que el artista compuso durante la pandemia. “Llevo años escribiendo, pero nunca he llegado al estudio con los temas hechos como ahora”, asegura. “Todos han nacido, bien con la guitarra o con el piano, en el sótano de mi casa. La inquietud siempre estuvo ahí, pero nunca tuve ansiedad ni la necesidad de enseñarlo de esta manera. Desde que empecé, yo anhelaba cantar. Pero ahora también tengo cosas que decir”.

Pregunta: Dice que este es su álbum más ambicioso y personal. Esto suena a un cliché.

Sí, lo sé, ¡pero es que es verdad! Este es un disco que he visto crecer entre mis manos, desde el silencio y una hoja en blanco para crear todo esto. Amo mi profesión, me encanta cantar y me gusta tocar, pero escribiendo llegué al clímax profesional. Contar mis historias, que no es lo mismo que cantarlas, me emociona. Tanto es así que tengo más ilusión que nunca. No sabía que esto era lo que necesitaba para, tras tantos años trabajando, seguir enchufado. Conseguí atreverme a enseñar esa primera canción que había compuesto, porque tenía cierto miedo a desnudarme totalmente, incluso con mi gente. Cuando la enseñé y vi lo que provocaba pensé “¿a qué cojones esperas para publicar esto?”. Y sí, este es mi disco más personal. Pienso que es el disco que merecía y el que tocaba.

P: ¿Componer da más o menos miedo que cocinar en un talent show o actuar en un musical?

Es más difícil componer, pero también es más natural para mí. Me gusta mucho la tele, porque me divierte y, al final, forma parte de mi trabajo. No me quema, porque además yo empecé en un programa de televisión, así que no siento ningún tipo de complejo. Soy una persona de retos, porque me considero muy inquieto y siempre necesito hacer algo nuevo. Con treinta y pico años vi a unos chavales haciendo parkour y pensé: “eso lo tengo que hacer yo”. Total, que me puse a hacer gimnasia deportiva y, hasta que no aprendí a hacer mortales y acrobacias, no paré. Si admiro algo, lo quiero hacer.

David Bustamante, en una imagen reciente.

David Bustamante, en una imagen reciente. / Cedida

P: La letra de Gracias está dedicada a las parejas tóxicas. ¿Ha compartido su vida con alguna?

¿Y quién no? Pero ninguna tiene nombre y apellidos, créeme. En mis canciones hablo de situaciones. Aunque en realidad sí me ha tocado vivir todo lo que hay en este disco.

P: Muchos opinan que los desengaños amorosos lo vuelven a uno más desconfiado.

Pues eso es un error. Yo, por ejemplo, soy una persona super-extra-mega-confiada. No me quiero colgar ninguna medalla, pero le puedes preguntar a cualquiera que me conozca. Pero creo que sería un error pensar de esa manera. En el tema de las traiciones, quien lo hace mal es la persona que se aprovecha del otro, que lo usa. Yo soy como soy, y lo que sí procuro es poner mucho cuidado en no molestar a la gente y en generar buen rollo. Y esto es algo que me sale además de forma natural. Pero que no, yo no cambio.

P: En Se acabó aborda el tema candente del acoso. ¿Alguna vez lo ha sufrido?

Sí, de pequeño, porque era un chavalito de pueblo y pelo largo que cantaba boleros y destacaba mucho jugando al fútbol. Y lo más triste, y esto es algo que a veces olvidamos, es que ser una persona sensible como yo me sirvió en su momento para recibir ataques.

P: En Operación Triunfo le pusieron verde por llorón.

Sí. Eso de llorón se utilizó como arma arrojadiza. Es muy curioso, porque ahora tenemos mucho cuidado con esto, e incluso les decimos a nuestros hijos que los hombres también lloran. Cómo hemos evolucionado, ¿verdad? Ahora se habla mucho de la deconstrucción masculina, algo que, como bien comenté hace poco en otra entrevista, inventé yo. Lo dije de forma un poco cómica, pero es que es verdad que entonces no se veía a muchos hombres llorando en la tele.

P: Otra de las canciones habla de sexo, aunque de una manera poco explícita. ¿Le da pudor hacerlo de otra forma?

Me gusta así, porque el sexo, aunque sea salvaje, puede ser elegante. A mí me gusta mucho el reggaeton, el rock y el rap, pero creo que algunos se están extralimitando en este sentido. Me sorprende ver cómo algunos padres no verían una película porno con sus hijos, pero sí escuchan con ellos canciones que hablan de sexo explícito. Estoy muy en contra de eso, porque además yo no quiero sodomizar a la mujer en una canción. El sexo es cosa de dos, y a veces cantas que tú la partes por la mitad, cuando a lo mejor es ella quien te está partiendo a ti, cariño. Yo amo a la mujer, es lo que más me gusta en el mundo, y procuro tratarla como pienso que a ella le gustaría ser tratada: con amor, pasión… Además, ¿qué es mejor, lo erótico o lo porno? Para mí, esta canción que mencionas habla de eso, de ponerle una lencería bonita al sexo. Soy una persona muy sexual, pero me gusta hablar de ello con esa tensión; me parece mucho más erótico.

P: ¿Y suele hablar con naturalidad a su hija [Daniela, fruto de su relación con Paula Echevarría] de todos estos temas?

Hablo con ella sin filtros. A un hijo no le puedes poner una venda, sino que tienes que prepararle para la vida y para lo que se viene. De todas formas, creo que muchas veces, según a qué edad, están sobreinformados. Hoy tienen acceso a todo, y debemos tener mucho cuidado con las redes sociales, con los teléfonos y con los ordenadores. Aun así, creo que lo hacemos bien. Mi niña al menos ha crecido quemando todas las etapas de forma saludable.

P: Con 14 años ya estaba trabajando en la construcción. ¿Tan poco le gustaban los libros?

No me gustaba la forma que tenían de enseñar. Tuve un profesor, Luis Salcines, que era increíble y que consiguió que me gustaran las matemáticas. Pero luego había otros profesores que llegaban, soltaban lo suyo y no me llegaban. Y por mi personalidad soy alguien que rápidamente desconecta si el otro no consigue captar mi atención y mi interés. Recuerdo que me aburría en clase y que me costaba ir a estudiar. Lo mío empezó como un castigo. Lo típico de que sacas malas notas y entonces ese verano te ponen a trabajar en la construcción. Mi primer sueldo fueron ochenta mil pesetas, y me las gasté en regalarle a mi madre una pulsera. Es más, me endeudé y todo, porque la pulsera costaba noventa mil y no me hicieron precio. Total, que pensé que prefería trabajar y me dije: “así podré ganar dinero para grabar mi primera maqueta”. Lo tenía claro.

P: ¿Tenía entonces fe ciega en sí mismo?

Sí. Yo creía que iba a convertirme en una estrella, que iba a cantar frente a miles de personas. Me atreví a soñar, y eso que siempre que tú destacas y piensas de una manera diferente la gente intenta cortarte las alas, con cosas como “quítate los pájaros de la cabeza y dedícate a trabajar”. Y yo pensaba: “¡Pero si yo estoy trabajando! Lo único es que estoy estudiando y preparándome porque me gustaría ser algún día como mis ídolos!”. Me atreví a ir a lo mío y, al final, aquellos que en su día te quitaban la idea de la cabeza parece ahora que en realidad fueron tus mayores apoyos. Es curioso eso.

P: Dice que hubo unos años en que la gente de su pueblo natal cambió su forma de ser con usted. ¿En qué sentido?

Cuando volvía a mi pueblo olvidaba quién soy para los demás. Si me llamas Bustamante, eso quiere decir que mi paso por televisión puede a toda una vida, porque yo en realidad soy Titín, el hijo de Tito, ese es mi apodo. Es un palo que visites tu pueblo o tu barrio y que la gente que te ha visto crecer te llame de pronto Bustamante. Esto me amargaba, aunque ellos no lo hacían para ofender. Ahora ya tras 23 años, gracias a Dios, la gente me llama Titín o David. ¡Y es que ese soy yo! Me gusta que todo haya vuelto a la normalidad, porque mi pueblo es el sitio al que me gusta acudir para recargar las pilas. Allí están muy orgullosos de mí, me han hecho homenajes como el de ponerle mi nombre al auditorio. Son cosas increíbles de experimentar en vida.

P: ¿Se sigue considerando usted de clase obrera?

Yo sí, porque soy un currante nato, porque sé lo que cuesta ganarse un duro y porque nadie me ha regalado nada. Todo lo que tengo, y que me ha permitido mejorar la vida de los míos, lo tengo a base de currar.

P: Pero es fácil desclasarse cuando se lleva ganado tanto dinero.

Pues yo no. Y es verdad que he ganado mucho dinero. Y lo sigo ganando. Pero para mí eso no es importante. A mí el dinero me sirve para darle una mejor vida a los míos. Si tú preguntas a cualquiera, a mi novia, a mi hija o a mis padres, te dirán lo austero que soy para mí mismo. Soy más bien un manirroto para con los demás, porque me gusta verlos disfrutar, hacer que no estén preocupados y que se sientan protegidos por mí. Eso es una maravilla.

P: Ha dicho: “No me gustan las redes sociales, ni los estrenos, ni el postureo”. Mal asunto entonces para alguien que se dedica a la farándula.

A ver, son cosas que hago, pero que no necesito. Si voy a algún lado, me adapto y hasta me siento cómodo. Sin embargo, prefiero hacer otras cosas. A estas alturas me puedo permitir el lujo de no tener que acudir a cualquier estreno para sacar la cara. A mí me invitan a todo, pero es verdad que, cuando no estoy haciendo mis cosas, me encanta pasar tiempo con mi gente, tomarme una caña en una terraza, irme de picoteo, salir a cenar, ir al monte a caminar, coger la bici… Si no fuera por eso, no tendría las ganas y la ilusión de hacer todo esto que hago.

P: Veo que tiene el ego bien colocado.

A veces pienso: “¿Y si todo esto se acabara un día? Si se acabara un día, ¡a mí que me quiten lo bailao!”. Mi vida no depende de eso. No necesito que le echen carbón al motor del ego continuamente. Soy feliz y me siento orgulloso de todo lo que ha pasado. Todo lo demás me parece un regalo. Me siento un privilegiado y fomento que esa tranquilidad que tengo ahora continúe. Siempre huyo de los conflictos y los enfrentamientos. Doy la razón al otro rápidamente porque… ¿para qué [discutir]? Me encanta estar tranquilo. Estamos aquí de paso, así que intentemos vivir felices, sin joder a nadie.