El territorio de España donde mejor vive la gente, algo que no tiene nada de subjetivo sino que puede cuantificarse utilizando como indicador el PIB per cápita, resulta ser un lugar que casi no ha recibido inmigrantes durante los veinticinco años que llevamos de la nueva centuria. Por el contrario, la demarcación peninsular históricamente rica que más ha visto estancarse los niveles promedio de renta entre sus habitantes a lo largo del mismo periodo, el último cuarto de siglo, casualmente figura entre las que más extranjeros acoge. A menos inmigración, más riqueza personal. A más inmigración, menos prosperidad económica colectiva. Y, sí, ya sé que la narrativa del establishment sostiene justo lo contrario. Pero es que la narrativa dominante miente; simplemente, miente.


Del autor

El País Vasco ha incrementado su censo de residentes en 160.000 personas desde el cambio de siglo hasta hoy; Cataluña, por su parte, lo ha ampliado en más de dos millones. Por cada nuevo ciudadano vasco desde el punto de vista administrativo, ha habido cerca de 13 nuevos ciudadanos catalanes también desde el punto de vista administrativo. Y una asimetría demográfica tan espectacular, económicamente, ¿en qué se ha traducido durante todo ese tiempo? Pues se ha traducido en un movimiento muy sencillo, a saber: la economía del País Vasco ha tirado para arriba con fuerza y la de Cataluña, para abajo con parecida intensidad.

Vascos y catalanes, como lamentaba el otro día Miquel Puig en las páginas del Ara, poseían un PIB per cápita similar en el año 2000; hoy, en cambio, el catalán es un 11% inferior al vasco. Cuantos más inmigrantes recibimos en Cataluña, más se reduce la productividad de nuestra economía y, en consecuencia, más nos vamos alejando de las zonas ricas de España (País Vasco, Comunidad de Madrid) y del resto de Europa. No es literatura, son números. Cataluña no va bien. Y España tampoco. El autoengaño de nuestras élites sobre las bondades de llenar el país con inmigrantes no cualificados y dispuestos a cobrar salarios de subsistencia nos llevará al desastre. Con Cataluña a la cabeza, por cierto.


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