Myanmar sigue en shock tras el brutal terremoto. Los muertos ya superan el millar y hay, de momento, 2.000 heridos, una cifra que se espera siga en aumento en un país que, más allá del terremoto, ya estaba en plena crisis humanitaria por la guerra civil en la que están inmersos.
Y ya son más de cuatro años de guerra, cuando se iniciaron los combates entre la Junta Militar y los diferentes grupos armados, que continúan dejando masacres en el país. El Ejército no controla la totalidad del territorio después de haberse sublevado en febrero de 2021. Un golpe de Estado que supuso el derrocamiento de la premio Nobel de la Paz, Auung San Suu Kyi, que había ganado de las elecciones en 2020.
Aunque la realidad es que el país arrastraba ya un conflicto de décadas haciendo de Myanmar un estado fallido, al vaivén de las influencias extranjeras. Con el fin de dejar atrás el pasado colonial, a finales de los años 80 cambiaron oficialmente su nombre anterior, Birmania, por otro más inclusivo lingüísticamente, decían.
Pero la de Myanmar es una historia también de persecución de las minorías. Millones de rohingyas, una etnia musulmana, han huido masivamente del país. Dentro hay, según ACNUR, más de 3 millones de desplazados internos que sufren de hambre y enfermedades acentuadas por la guerra y, ahora, también será así tras el terremoto.
Es, además, la primera gran crisis humanitaria que se produce después de que Donald Trump haya cerrado la agencia de ayuda estadounidense que beneficiaba, entre otros, a algunos de esos desplazados de Myanmar que vuelven a sufrir un nuevo golpe para su difícil situación.