La verdad es que hubiese querido escribir de Ancelotti y tengo que hacerlo del Banco de España. Si había un gobernador que no podía omitir el análisis del gasto en pensiones del Informe Anual de la entidad ese era José Luis Escrivá. … Precisamente porque su reforma de las pensiones sigue dando que hablar y sus consecuencias se extenderán por lustros. A finales de marzo, la Airef, cuyo creador fue precisamente él, hizo una crítica muy grave porque la reforma ha metido a los evaluadores en una ‘camisa de fuerza’ en la que no pueden aplicar otras hipótesis que no sean las de los gobiernos (el de España y el de la UE). El conflicto de intereses era evidente y no se entiende por qué Escrivá no ha tomado medidas para evitarlo. O quizá sí se entiende,

Aparte de las pensiones, tampoco se entiende que el informe no toque la reducción de la jornada laboral, el aumento del salario mínimo, la situación del mercado de la vivienda o que no aborde la condonación de la deuda autonómica. El prurito de Escrivá de que el informe no sea ‘prescriptivo’ ha sido llevado demasiado lejos. Sus antecesores no temían esto: basta recordar los insultos sindicales que cosechó Miguel Ángel Fernández Ordóñez por hacer -acertadamente- de ‘Pepito Grillo’ del mercado laboral.

El diseño institucional del Banco de España otorga un gran poder al gobernador. Esto es así desde que Luis Ángel Rojo empezó a estructurar la entidad desde la dirección de estudios en la etapa final de franquismo y después del notable impulso que le dio Juan Sardá (1910-1995). Este economista catalán, que fue nombrado jefe de estudios del banco en 1957, conectó la entidad con el mundo (OCDE, FMI y Banco Mundial) y fue el auténtico ‘cerebro’ del Plan de Estabilización de 1959, según diversas fuentes.Lo cierto es que la historia enseña que el verdadero ‘número dos’ del Banco es el jefe de estudios, no el subgobernador. De hecho, José Luis Malo de Molina, fue jefe de estudios desde 1992 hasta 2015, cumpliendo de 23 años en el cargo, y coexistió con gobernadores tan dispares como Rubio, Rojo, Caruana, Fernández Ordóñez y Linde. Por eso la dimisión de Ángel Gavilán no es un asunto menor.

La cuestión es que, más allá de la perfección del diseño institucional o de los frenos y contrapesos que se introduzcan, el carácter de las personas sigue siendo decisivo. Si disfruta de un amplio poder, el gobernante liberal busca la forma de crearse frenos y contrapesos para evitar equivocarse. Y, sobre todo, para evitar el deterioro del futuro. Si Escrivá no tiene presente esta dimensión, el Banco de España es una institución condenada, porque lo siguiente que ocurrirá es que la política usará el descrédito institucional para rehacerla desde cero en un futuro ciclo que no parece lejano. Más le vale dialogar con los discrepantes que cercarlos o ignorarlos. Porque a toda acción le sigue una reacción. Y en EE.UU. estamos comprobando cómo el movimiento pendular en la democracia más virtuosa puede ser gestionado de manera destructiva. Deberíamos aprender de ello. jmuller@abc.es