La peor y más mortífera enfermedad es la que no se conoce y mucha gente muere por no enterarse a tiempo de lo que padece. El miedo a conocer la verdad actúa de agente criminal y evita que se pueda hacer algo para atajar las peores consecuencias del proceso patológico. Esto, que es elemental respecto a la salud corporal, tiene también graves consecuencias en el plano social y político hasta el punto de que el diagnóstico orteguiano, «no sabemos lo que nos pasa y eso es lo que nos pasa», sigue vigente. Muchos españoles se empeñan en no tomar nota de que sufrimos gravísimas dolencias y pretenden seguir como si todo fuese de maravilla.

España es un enfermo que padece sobre todo por la irresponsabilidad de quienes no quieren hacerse cargo de lo mal que nos va e impiden con ello que se puedan intentar cambios eficaces. Muchos se empeñan en hacer cierto el diagnóstico de los abajo firmantes de siempre y en reducir el caso a que hay una turba de fanáticos fascistas que quieren amargarle la legislatura a Pedro Sánchez. Los que creen que la realidad española es fantástica y los males de la propaganda enemiga acabarán por hundirnos del todo, aunque los abajo firmantes siempre conseguirán ponerse a salvo. 

Hay dos tipos de personas que apuestan por la ignorancia, es decir por no hablar claramente de los problemas que padecemos, los que sacan beneficio directo de ese desconocimiento popular, pero también los que creen que lo único que hay que hacer es atacar directamente al Gobierno con ideas muy generales, sin molestarse en explicar detalles y soluciones que podrían estar de más y complicarles la vida. 

Quienes están en la oposición piensan que correrían dos riesgos si analizasen a fondo nuestros problemas, por ejemplo, el desempleo, la vivienda o la educación; en primer lugar, porque hacer eso es más trabajoso que emplearse en denostar a la izquierda y también, en segundo término, porque si hiciesen públicos esos estudios ello les comprometería y prefieren que les demos el poder dejando sus manos libres para lo que les venga bien.

El resultado en cualquier caso es que millones de españoles pueden seguir creyendo a pies juntillas las mentirosas propagandas del Gobierno y pensando que datos indiscutibles que muestran lo mal que vamos son invenciones malignas de los fachas. Al ignorar a fondo cómo está el país en que vivimos se hacen cómplices objetivos de que la sociedad española siga adentrándose en una crisis muy honda y de difícil salida. 

«Del total de nuestro PIB el gasto público se lleva un 45%, un porcentaje que estaba en 2004 en el 38%»

Los españoles venimos perdiendo año a año capacidad adquisitiva, somos más pobres y lo notamos, pero la propaganda oficial consigue ocultar, en buena medida y a los ojos de muchos, este dato esencial. Entre 2018 y 2023, nuestra renta per cápita en relación con la UE bajó del 92,5% al 89,2%, la productividad se ha estancado y los costes laborales son ya más de un 30% superiores a la media europea porque la presión recaudatoria de las administraciones se ceba con el empleo.  

Del total de nuestro PIB el gasto público se lleva un 45%, un porcentaje que estaba en 2004 en el 38% y que expresa con claridad que las burocracias le chupan la sangre a los españoles que todavía se arriesgan a montar un negocio o a trabajar en actividades privadas. El gasto público es tan voraz que ni siquiera cuando se ha producido un récord de recaudación fiscal, por el incremento de las tasas (cuyo tipo medio ha crecido un 15% desde 2009) y el crecimiento del número de asalariados debido fundamentalmente a la emigración, se ha sido capaz de reducir la deuda pública. 

Ahora mismo, la cesta de la compra está un 20% más cara que hace solo dos años y el número de empresas que han cerrado desde que Sánchez dirige, es un decir, la economía se acerca a las 90.000 mientras seguimos teniendo uno de cada cuatro desempleados de la UE y el paro juvenil se mantiene por encima del 27%, por no mencionar el problema de la escasez de vivienda y las dificultades de los jóvenes para establecerse y formar una nueva familia lo que hace que nuestra natalidad sea de las más deficitarias, sino la peor, del mundo entero. El empobrecimiento general es indiscutible. 

La situación fiscal de España es ahora mismo peor que la que teníamos en 2008. En números redondos, las administraciones ingresan cada año unos 700.000 millones de euros, pero necesitan emitir unos 300.000 millones de deuda pública para financiar el déficit y los vencimientos de emisiones anteriores, un panorama sombrío a más no poder en el que ya estamos pagando las deudas con nuevas deudas, lo que nos coloca ante un futuro de enorme riesgo a nada que exista la menor crisis en este terreno. 

«Es evidente que seguir en manos del Gobierno actual será por completo desastroso»

Estos datos y muchos otros similares que se podrían aducir no sólo muestran que no vivimos en Jauja, sino que avanzamos velozmente hacia un choque brutal con la realidad porque, por volver a citar a Ortega, toda realidad que se ignora prepara su venganza, pero hay millones de españoles que persisten en creer, ciegos a la evidencia, que estamos en el mejor de los mundos posibles y con un Gobierno ejemplar, luz de Trento casi se atreven a insinuar. 

Yo no sé si un nuevo Gobierno será capaz de frenar este proceso y llevarnos por una senda distinta, pero es evidente que seguir en manos del Gobierno actual será por completo desastroso, incluso sin mencionar las atrocidades jurídicas y políticas cometidas con el único fin de seguir en la Moncloa.  

Desde la época de Zapatero, el éxito político del PSOE, siempre relativo en cualquier caso, se basa en emplear la ideología y el apasionamiento como antifaz, en hacer que la tensión política se mantenga a un alto nivel, y de ahí el empeño en desprestigiar la transición, el sistema y las instituciones incluida la Monarquía, para que sus partidarios fijen la mirada no en lo que viven sino en lo que les quieren hacer creer, no en si progresamos económica y socialmente, sino en si se consigue parar los pies al fascismo o cualquier otra mojiganga similar.  

Esta es la verdadera razón por la que muchos españoles que se sienten de izquierdas se niegan a admitir siquiera la hipótesis de que un Gobierno que creen suyo lo esté haciendo mal, aunque otros muchos se han caído ya del guindo y más que lo harán en cuanto tengan la oportunidad de escoger. Lo mismo que existe un fanatismo de la pasión, existe un fanatismo del entendimiento y, por cierto, es del todo idiota luchar frente a esa dolencia espiritual con las mismas armas, lo que no quiere decir que no pueda ser un buen negocio como muy bien saben algunos.