Las naciones son creaciones, como lo son también las identidades colectivas que dan sentido a su existencia. Así lo ponen de manifiesto estudios como los de Eric Hobsbawm y Terence Ranger en La invención de la tradición (1983), entre muchas otras investigaciones procedentes del modernismo historiográfico.
Evidentemente, España no es una excepción. Por fortuna, aquellas historias esencialistas que consideraban al primer español como hijo de Túbal, de los descendientes de Noé en el Antiguo Testamento, hace ya mucho que quedaron atrás. Pero, ¿en qué momento podemos hablar de España? Para comprender la complejidad del proceso de construcción de la identidad colectiva española conviene consultar, al menos, al profesor José Álvarez Junco en su obra Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX (2001).
España, tal y como hoy la entendemos, es el resultado de un largo proceso de construcción cultural, simbólica y política iniciado por intelectuales a lo largo del siglo XIX. De hecho, la Constitución de 1812 se considera como el «certificado de nacimiento» de la nación española. En ella, por primera vez, el pueblo es reconocido como depositario de la soberanía nacional, rompiendo así con el Antiguo Régimen, cuando los solares que hoy son nacionales eran patrimonio de la monarquía.
La nueva realidad política surgida tras 1812 precisaba de una legitimación cultural que cohesionara a la sociedad bajo una identidad común. Para ello, los intelectuales liberales promovieron una intensa campaña de nacionalización apoyada en herramientas como la historia, la literatura, el arte, los símbolos, los monumentos, los premios, las condecoraciones y los festejos populares. No lo hicieron, como veremos, sobre un lienzo en blanco. Además, como señaló Gellner (1983), este proceso se aceleró con el desarrollo de las comunicaciones, así como con la instauración de un sistema educativo robusto capaz de transmitir la identidad cultural española.
Para terminar por hoy, cabe señalar que algunos historiadores muestran cierto escepticismo respecto a la idea de que España es una creación contemporánea, alegando que existen referencias mucho más antiguas. Si bien es cierto que en las fuentes encontramos referencias muy remotas al concepto de «España», este tenía inicialmente un sentido puramente geográfico, limitado a la península Ibérica, y que sirvió de marco en las historias nacionales.
De cualquier modo, dada la complejidad de estas ideas y el espacio disponible, continuaremos analizándolas en un próximo artículo.
David Palacios. CHA / Utrillas