Hasta la década de 1970 en España los bosques ardían mucho menos que ahora. Y aquel Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) era capaz de apagar los fuegos con unos medios mucho más rudimentarios. Todavía recuerdo aquella campaña en televisión y en vallas publicitarias con el lema «Cuando arde un bosque, algo suyo se quema». Eficaz forma de concienciación. Pero como España es un país con muchos resentidos, en La Codorniz apostillaron el lema dejándolo en «Cuando arde un bosque, algo suyo se quema, señor conde».

Y con chistecitos como ése empezó la desgracia que vivimos en nuestros días. Porque la apostilla era una forma de decir que quemar el bosque era un acto progresista contra la clase dominante, contra los ricos, en una palabra, contra la oligarquía.

Aprovechemos para recordar que, fundado en 1971, el ICONA desempeñó un papel clave en la conservación de los espacios naturales, y después del traspaso de la mayoría de sus competencias a las distintas comunidades autónomas, fue sustituido en 1991 por la Dirección General de Conservación de la Naturaleza. Una vez más cabe preguntarse si las Comunidades Autónomas han ayudado de verdad a ser más eficaces en la lucha contra el fuego que este verano nos hace evocar, por toda la geografía nacional la caldera de Pedro Botero, el mismísimo infierno.

Muchas de esas administraciones emplean el recurso de culpar al cambio climático o a los pirómanos. En otras palabras, nos están diciendo que «la culpa no es mía». Y sí, claro que lo es. España está abandonada por tanta prohibición de limpieza de monte, dehesa, sierra, etc. A mí me gustaría saber dónde han estado en la última semana tantos ecologistas de despacho que pueblan nuestras administraciones, esos «defensores» de los animales que ven en los catálogos… Y qué decir de los políticos que aprueban las normas que solo van contra la gente del campo, sin saber cómo se gestiona éste. ¿Alguien ha visto a alguno de ellos en el monte haciendo algo para apagar los fuegos?

Mi admirado marqués de Tamarón lleva décadas dando una batalla en la que pide transparencia en esta materia de los incendios forestales. Es decir, la difusión publica de las estadísticas que atañen a esos fuegos. El pasado día 13 Tamarón volvía a preguntar en su blog marquesdetamaron.blogspot.com, en la entrada «Los hideputas hacen su agosto» lo siguiente: «En este asunto, como en otros, ayudaría a mantener un mínimo orden frente a la delincuencia el que se hicieran públicas todas las estadísticas que hacen al caso: Nombres de los detenidos, nombres de los acusados, nombres de los condenados y penas. Y, sobre todo, duración del cumplimiento de la pena. Que yo sepa una de las peculiaridades de nuestro Estado de Derecho es que es muy parco en informar de las sentencias judiciales y en especial de su grado de cumplimiento. En fin, cada vez más cabe preguntarse si España, que sin duda es una Democracia, es también un Estado de Derecho.»

En medio de este infierno fue el Rey el que tuvo la mínima reacción de llamar a los presidentes de las comunidades más afectadas mientras el presidente del Gobierno estaba en la hamaca. Cuando un país es asolado como lo está siendo España la prioridad es ponerse junto a los que están enfrentando el fuego, como bien han hecho Alberto Núñez Feijóo y los presidentes autonómicos afectados. Pero, con toda mi lealtad, el Rey se quedó corto. Al fin ayer Sánchez se cayó de la hamaca y comprendió que a estas alturas no le queda más remedio que comparecer en los fuegos. Cómo de mal verá la cosa para dejar La Mareta por unas horas. Y eso que él tiene todos los medios para poder desplazarse con facilidad a la península y volver cuando acabe su paso por las zonas afectadas de Orense, León y Zamora. Algo que echo en falta que no haya hecho el Rey.

No obstante, España ha tenido que convertirse en un infierno para que Sánchez suspenda sus vacaciones un rato. Es mejor ir cuanto antes no vaya a ser que si aparece por allí después de agotar sus vacaciones lo reciban como en Paiporta. Y lo de ser galgo es muy cansado.