El día de Nochebuena de 1933, el Real Madrid visitaba por primera vez al Oviedo en un partido de la máxima categoría. El campo de Buenavista se había estrenado en Primera el 5 de noviembre con un imponente 7-3 de su equipo ante el Barcelona. Tres de esos goles llevaron la firma deIsidro Lángara.

Cuando el Madrid llegó a Oviedo, el delantero de Pasajes ya había sido internacional. Una vez. El 24 de abril de 1932 había jugado, y marcado, ante Yugoslavia. Ese partido se había jugado en Oviedo y, en algo que fue normal durante mucho tiempo, el seleccionador llamó a un jugador del equipo de casa.

Aunque estuviera en Segunda, el Oviedo entró en el plan del partido ante los balcánicos con su goleador. Semanas antes, cuando se hablaba de la posibilidad de que estuviera entre los elegidos por José María Mateos, al vasco se le iluminaba la cara: “Fíjate la alegría que me darían si me seleccionan”. Era la respuesta de Lángara en una charla con el diario La Nación, en la que daba su equipo ideal para enfrentarse a los yugoslavos: “Pues a Zamora (que, pese a quien pese, a mí me parece el mejor portero español); Ciriaco, Quincoces; Cillaurren, Gamborena, Roberto; Vantolrá, Regueiro, Olivares, Chirri y Gorostiza. De suplentes: Óscar, Zabalo, León…”.

Goles en Primera

El ascenso del Oviedo tuvo en los goles de Lángara (23) un bastión. Y ese esquema se repitió en Primera. La fama de goleador del guipuzcoano se agigantó en la élite. Hasta que la Guerra Civil lo arrasó todo —incluida una generación única de futbolistas españoles—, Lángara fue el artillero del Oviedo durante tres temporadas.

Sus cifras hablan por sí solas: 27 tantos en cada una de ellas y máximo goleador del campeonato. Solo Zarra (tres), Hugo Sánchez (cuatro) y Messi (cinco) igualan ese ciclo.

Un once del Oviedo en Primera.

Un once del Oviedo en Primera.ARCHIVO MARCA

A las Navidades de 1933 se llegó con siete jornadas de Liga disputadas. Lángara sumaba ocho goles: tres al Barcelona, tres al Deportivo y uno al Athletic y al Arenas. El Madrid viajó a Asturias entre dudas. Encadenaba dos derrotas —una goleada en San Mamés por 5-1 y un 0-1 contra el Betis en Chamartín, y pesaban las críticas en torno a la figura de Ricardo Zamora.

“Zamora necesita un descanso; lo necesitaba sobre todo después del duro trabajo en San Mamés, para curarse, por lo menos, de la aprensión. No ha sido posible dárselo, porque no había sustituto, ni bueno ni malo”, se leía en el diario Ahora tras el 0-1 ante el Betis.

El partido en Oviedo fue feo, a pesar de los cinco goles que se vieron. El último, el que resolvió el duelo —el 3-2— lo firmó Lángara a falta de un par de minutos. Zamora, dolorido por un golpe anterior, lamentó su suerte: “El gol fue porque me era completamente imposible mover el hombro izquierdo”.

Las tres derrotas seguidas, el bajón y la lesión hicieron que el Madrid acelerara las gestiones para fichar a Gilberto Cayol, portero que llegó desde el Tenerife.

A ojos del seleccionador… y póker

Con 21 años y desde hacía dos semanas en el servicio militar, Isidro Lángara asombró por su manera de jugar al seleccionador nacional. Amadeo García Salazar no escatimó elogios para el de Pasajes: “Me gustó muchísimo. Todo un delantero centro. Y le advierto que me gustó más por lo que dejó de hacer que por lo que hizo. Me dejó entrever un jugador estupendo”.

La siguiente pregunta era de cajón:

—¿Seleccionable?

—No haga preguntas anticipadas.

El equipo del España el día del debut de Lángara, cuando era jugador del Oviedo en Segunda.

El equipo del España el día del debut de Lángara, cuando era jugador del Oviedo en Segunda.ARCHIVO MARCA

La selección había jugado su último partido el 23 de mayo, el histórico 13-0 a Bulgaria en Chamartín con los seis goles del debutante Chacho. No volvería a hacerlo hasta el 11 de marzo de 1934, año de Mundial.

El 25 de febrero, la Federación publicó los once jugadores elegidos para enfrentarse a Portugal en Chamartín, en la ida de la clasificación mundialista. El delantero centro era Lángara, noticia que no sorprendió a nadie porque era un secreto a voces.

La respuesta del guipuzcoano a su seleccionador no pudo ser más contundente: cinco de los nueve goles de España fueron suyos, como los dos que marcó en el 1-2 de Lisboa que remataba el 9-0 de la semana anterior en Madrid.

“Aquí no se explota a nadie”

Llegó el Mundial, su gol a Brasil y el escándalo ante Italia. De la Copa del Mundo de 1934, con 22 años cumplidos dos días antes del debut de España, Lángara regresó consagrado como uno de los mejores delanteros del mundo. Por todo lo que marcaba y por cómo jugaba.

Pero si algún equipo pensaba en sacarlo de Oviedo, Lángara dejó las cosas muy claras: renovó sin condiciones.

“Eso no tiene ningún mérito. En este club no explotan a nadie, no como en otros. Por eso rechacé muchas ofertas que tuve y por eso firmé en blanco. También porque me tratan con gran cariño, que yo agradezco y respondo de la forma que puedo”, explicaba. Su sueldo era de 800 pesetas mensuales, más primas.

A esa fidelidad respondió el club de Buenavista organizando un partido homenaje a Lángara ante el Athletic, que le aseguraba 10.000 pesetas.

A pesar de la tensa situación política en la zona —con la explosión del Caso Turquesa, antesala de la Revolución de Octubre—, la entrada fue muy buena. El levantamiento revolucionario afectó al recluta Lángara. Luego la guerra, la huida de España, México, Argentina… Pero esa es otra historia.