Hace apenas unas horas regresé, por segunda vez en pocos días, de la evacuación de nuestro pueblo a causa del fuego. Comparto este desahogo porque aún no sé cómo describir lo que estamos viviendo: miedo, desesperación, incertidumbre, desolación. Desde luego nunca había vivido algo así.

Habíamos tenido incendios otros años, incluso habíamos ayudado a apagarlos, cerca del pueblo. Pero lo de ahora es diferente: son fuegos de otra magnitud. En una zona tan húmeda como ésta, cualquier incendio “normal” debería frenarse. Sin embargo, este verano los incendios son de otra magnitud. Se encoge el corazón al ver lo rápido que avanza. Es terrible ver lo rápido que se desatan y lo difícil que resulta contenerlos.

El esfuerzo de quienes luchan contra las llamas se concentra en salvar vidas y casas. Lo demás, será lo que suceda de modo natural, una vez desatado el monstruo. Es comprensible que la gente se resista a creerlo, y se aferran a quedarse y luchar contra el fuego «como toda la vida», pero desgraciadamente esto es otra cosa. Aún así confío en que lo que es el casco urbano del pueblo se salve.

El fuego en Sanabria

Hablo de Sanabria, donde está la casa de nuestra familia. Nuestro pueblo, San Ciprián, es el más alto de la ladera, justo donde termina el Parque Natural del Lago de Sanabria. Una zona maravillosa, de esa España vaciada, o más bien abandonada a su suerte, que en verano revive gracias a los turistas y a quienes regresamos a nuestras casas de siempre, a nuestro pueblo.

San Ciprián de Sanabria (Zamora)San Ciprián de Sanabria (Zamora)

Este verano hemos ido más tarde de lo habitual. Yo quería probar a teletrabajar desde allí, huyendo del calor sofocante de Madrid. Ya en el camino vimos iniciarse el incendio de la Carballeda, al este de Sanabria. Una vez instalados, parecía un milagro vernos rodeados por grandes incendios, Este (Carballeda, Zamora), Norte (León) y Oeste (Orense), todo a pocos kilómetros, pero Sanabria milagrosamente resistía. Hasta que el fuego de Galicia entró, y después comenzó el de Porto, en el otro extremo del Parque Natural.

En apenas media semana, el incendio de Porto fue avanzando y devorando gran parte del parque hasta llegar casi al lago. Con cada día que pasaba, más pueblos eran evacuados. Chequeamos el mapa cada día y nos pusimos como referencia un pequeño embalse: si llega ahí, nos vamos. Y llegó y siguió avanzando.

Incendio forestal. San Criprián de SanabriaIncendio forestal. San Criprián de Sanabria

La primera evacuación

Esa noche de domingo decidimos irnos. No es como hacer la maleta para un viaje. Era decidir con el corazón encogido qué salvar porque no sabíamos qué nos encontraríamos a la vuelta. ¿Papeles, recuerdos, cosas útiles? Nadie nos aseguraba que volveríamos a encontrar el pueblo en pie. Cerramos todo lo mejor que pudimos y nos fuimos, pero con grandes dudas de si era la decisión correcta.

Aún así, mucha gente se quedó, confiando en que «aquí no va a llegar«.  El incendio siguió avanzando, pero aunque estaba cerca del pueblo, avanzó más en otras direcciones, se metió hacia León y Orense y evacuaron otros pueblos.

El sábado las autoridades permitieron volver. Con miedo pero también con ganas de retomar la normalidad, regresamos el domingo. Esa misma noche salimos a ver el incendio, porque estaba cerca. Se veían las llamas por la montaña a lo lejos. El humo obligaba a usar mascarilla.

San Ciprián de Sanabria (Zamora)

La segunda evacuación

Este lunes, mientras trabajaba, no paraban de sonar sirenas, hidroaviones y helicópteros Algo inaudito allí, que todo es silencio de campo. A mediodía, vi desde el balcón una gran nube de humo que crecía por minutos. Al rato, un coche de la guardia civil recorrió el pueblo anunciando por megáfono la evacuación. Otra vez.

Esta vez el fuego estaba mucho más cerca que la vez anterior. Recogimos de nuevo todo y emprendimos la marcha, ya al atardecer. Sin embargo, muchos vecinos decidieron quedarse, convencidos de que esta vez el fuego tampoco llegaría. Algunos incluso cogieron azadones «a desbrozar». A enfrentarse al fuego “como toda la vida”.

El pueblo estaba lleno de guardias civiles, policía aérea (¡que ni sabía que existía!) y la UME. Les preguntamos qué harían ellos y la respuesta fue clara: irse sin dudarlo, y no volver “hasta que llueva, porque antes no se va a apagar”.

Con el corazón encogido, volvimos de nuevo a Madrid. Es como vivir una pesadilla que aún no ha terminado. Y lo peor es no saber cómo acabará.

Helicópteros de la Brigada de refuerzo en incendios forestales, BRIF y de la Unidad Militar de Emergencias (UME) trasladan a los bomberos Forestales Helicópteros de la Brigada de refuerzo en incendios forestales, BRIF y de la Unidad Militar de Emergencias (UME) trasladan a los bomberos Forestales para trabajar en la extinción del incendio forestal de Jubrique, Málaga. ©Pedro Armestre

No es solo un incendio: la emergencia climática ya arrasa nuestros bosques, montes y pueblos

Este verano está siendo uno de los peores en décadas en cuanto a incendios forestales en España. Cada vez son más intensos, más destructivos y más difíciles de controlar. Lo que estamos viviendo tiene diversas causas, pero todas por la acción humana, que ha convertido el fuego, algo natural en el clima mediterráneo, en algo devastador e incontrolable.

Los modelos climáticos ya lo avisaban: en un clima cada vez más cálido y seco, habrá más olas de calor, más incendios… justo lo que estamos viendo. Debemos ser conscientes de lo que puede venir porque este verano abrasador se corresponde con un calentamiento global de “tan solo” 1,2 °C. Causado por las emisiones de gases de efecto invernadero que ya producimos en el pasado, principalmente por el uso de combustibles fósiles. Ver lo que está pasando debería servir para hacernos reaccionar: debemos evitar a toda costa sobrepasar un calentamiento de 1,5 °C, el límite científico marcado en el Acuerdo de París. Lo de reducir las emisiones a cero y abandonar los combustibles fósiles, no es una “ideología ecologista”, es una urgencia en la que nos va la vida. Por eso se habla de emergencia climática.

Bomberos apagando un incendio forestal en Ourense.14 agosto 2025. Incendios en España. Santa Baia de Montes – Cualedro. ©Ourense Miguel Riopa

Adaptarnos a la nueva realidad

Además de reducir emisiones, necesitamos adaptarnos a esta nueva realidad climática. Eso implica adaptar y mejorar la gestión forestal del escenario por donde transcurren las llamas.

Ante incendios de alta intensidad, necesitamos proteger nuestros pueblos y para ello es fundamental que se cumplan los planes preventivos y de emergencia local municipales (implementados y comunicados a la población). Corresponde a cada administración local, en general, elaborar su propio plan local de prevención de incendios forestales. 

El problema es que en muchos casos, los consistorios pequeños no disponen de recursos técnicos, humanos o económicos para la elaboración o ejecución. No puede haber responsabilidad sin recursos. 

De la misma manera, es imprescindible aumentar la cultura forestal y del riesgo. Comunidades informadas y adaptadas al fuego son clave para proteger tanto los bosques como las viviendas.

Herramientas ciudadanas

Un buen punto de partida es la Calculadora de Riesgo de Greenpeace que te permite autoevaluar y descubrir el potencial riesgo de una vivienda en el medio natural frente al fuego.

Los incendios no esperan. La acción ciudadana tampoco debe hacerlo.

Firma ahora y exige medidas urgentes contra los incendios sin control.