Las relaciones entre China y España atraviesan uno de sus mejores momentos históricos. En 2024, el comercio bilateral superó los 500.000 millones de dólares, consolidando a China como el primer socio comercial de España fuera de la UE. Este hito refleja una complementariedad estructural: España exporta productos agroalimentarios de alta calidad —jamón ibérico, vinos, aceite de oliva— que triunfan en el exigente mercado chino, mientras China provee bienes industriales y tecnológicos que fortalecen la competitividad española.
La Feria Internacional de Importación de China (CIIE) es un ejemplo del dinamismo de esta relación: seis años de presencia española, más de 20.000 m² de exposición y acuerdos por 3.200 millones de dólares. Incluso productos como cerezas y especies pesqueras han encontrado su espacio en Asia, mientras la carne de cerdo española alcanza los 2.000 millones de euros en exportaciones anuales.
Otro símbolo de esta cooperación es el tren Yiwu-Madrid, una de las rutas ferroviarias más largas del mundo. Con 1.738 viajes y 143.000 contenedores transportados, se ha convertido en una arteria vital para el comercio euroasiático, especialmente durante la pandemia. Nuevas rutas hacia Barcelona refuerzan el papel de España como nodo logístico clave, reduciendo emisiones y alineándose con los objetivos de sostenibilidad.
Pero la relación va más allá del comercio: la inversión china en España alcanzó 11.000 millones de euros en 2024, duplicando la acumulada en ocho años. Proyectos como la fábrica de baterías de Envision, la joint venture CATL-Stellantis y la alianza Chery-EV Motors para producir vehículos eléctricos en Barcelona marcan un antes y un después. Este último caso es paradigmático: Chery opta por una participación minoritaria (40%), reconociendo el valor del socio local y fomentando una cooperación equilibrada.
España también intensifica su presencia en China: Gestamp, Antolin y empresas energéticas como Gamesa y Acciona participan en proyectos estratégicos. En 2024, se crearon 150 nuevas empresas españolas en China, un aumento del 32,7%, y la inversión efectiva creció un 129,9%. Este intercambio redefine cadenas de valor y acelera la transición ecológica en ambos continentes.
La cooperación se extiende a la agricultura y la tecnología, con avances en bioingeniería y apertura de mercados. China facilita la movilidad empresarial con exenciones de visado, mientras plataformas institucionales consolidan la relación: el Plan de Acción 2025-2028 y encuentros como el celebrado en Madrid en octubre, con nueve acuerdos por 300 millones de dólares, demuestran el compromiso mutuo frente al proteccionismo global.
Sin embargo, China sigue siendo mal comprendida. Ha sacado a 800 millones de personas de la pobreza en cuatro décadas y se ha convertido en potencia tecnológica gracias a planificación estratégica y democratización de la IA mediante modelos abiertos. Hoy genera más ingenieros y patentes de IA que cualquier otro país, liderando la movilidad eléctrica con vehículos más seguros, autónomos y asequibles.
La región vasca, con su tradición industrial y apuesta por la transición energética, es un socio ideal para esta nueva etapa. España podría convertirse en el hub europeo de movilidad sostenible, combinando tecnología china, capital inversor y talento local. Además, su potencial solar y eólico, unido a la capacidad productiva china, ofrece una oportunidad única para liderar la energía verde.
En definitiva, la cooperación entre China y España ya no se limita al intercambio de productos: construye futuro en energía, movilidad, digitalización y sostenibilidad. Ambos países comparten valores de diálogo y comercio como herramientas de paz. Con confianza mutua y visión compartida, esta alianza estratégica puede beneficiar a nuestros pueblos y al mundo entero.
Como presidenta honoraria de China Club Spain, con más de 200 miembros destacados, me enorgullece contribuir a este puente de entendimiento. El futuro es prometedor: juntos podemos liderar una transición global más justa, sostenible e innovadora.
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