La Unión Europea es un «importador neto» de productos del mar de terceros países. La define así el nuevo informe The EU Fish Market publicado por el Observatorio Europeo del Mercado de los Productos de la Pesca y de la Acuicultura (Eumofa), que vuelve a constatar cómo la dependencia del exterior no merma en el seno de los Veintisiete al haber necesitado aprovisionarse de 5,95 millones de toneladas de pescado y marisco en 2024 (un 0,3% más) para cubrir la demanda interna. El gasto ascendió a 29.870 millones de euros y España se sitúa como el país del bloque comunitario que mayor volumen de negocio absorbió (5.600 millones, un 4% más). Desbanca a Suecia del trono que ocupó el pasado ejercicio —muy influenciada por las importaciones de salmón noruego—. Y supera la suma conjunta de Italia, Alemania, Portugal e Irlanda.

Tiene mucho que ver en esos números el éxodo de la flota española desde su entrada en la UE, así como la creación de empresas pesqueras mixtas en muchos casos con capital gallego pero barcos de pabellón extranjero, lo que hace que sus descargas —o bien la mercancía procesada en plantas foráneas, la mayoría ubicadas en Sudamérica o África— computen como importaciones. A ello se añade la fuerte industria transformadora que existe a nivel estatal, la mayoría asentada precisamente en Galicia. Pero es una cifra que en todo caso dista de la que ofrecen las exportaciones nacionales, que se quedaron en los 1.410 millones, arrojando un déficit tres veces superior.

El peso de las importaciones de productos del mar que llegan a España ha aumentado un 6% hasta los 1,2 millones de toneladas, reafirmándose de nuevo como la gran puerta de entrada de pescado y marisco extranjero que alimenta la despensa de la Unión Europea. El salmón repite, con diferencia, como la principal especie que compran los Veintisiete: representa el 28% del valor y el 17% del volumen total, que se ha disparado más de un 50% entre 2015 y 2024. A la cabeza se posiciona Noruega, que también provee arenque y bacalao. Le siguen Ecuador (langostino), Marruecos (harina de pescado y pulpo) y Malvinas (calamar).

Lo que está claro —y así lo confirma el estudio de Eumofa— es la importante dependencia que todavía sufre el bloque comunitario, que un año más se corona como el primer importador de proteína marina, por delante de Estados Unidos (24.450 millones) y China (20.880), en este último caso con el triple de población. Aun así, los 29.870 millones que gastaron los Estados miembros en 2024 son menos que los 32.000 millones del pico de 2022, en pleno estallido de la inflación y con un consumo mayor que el actual.

La realidad es que la población come menos pescado y marisco —los datos de The EU Fish Market más actualizados son de 2023 y certifican una caída del 3%—, pero al mismo tiempo el gasto por hogar en productos del mar sigue creciendo. En 2024 repuntó un 5% hasta los 139 euros que, de media, desembolsó cada familia europea. En España se elevó un 6% hasta los 260 euros por casa, prácticamente el doble, en línea con un consumo mayor que el promedio de la Unión Europea.

El precio es una de las variables en las que más se fija el informe elaborado por Eumofa, una herramienta de inteligencia de mercado de la Comisión Europea que proporciona análisis sobre el sector pesquero y acuícola de la UE. Según el estudio, los productos del mar continuaron encareciéndose el año pasado (+2,1%), aunque «a un ritmo mucho menor» frente a las alzas de los dos años previos (+9,6% y +10,1%). Desde el 2020 de la COVID y hasta el pasado mayo, el pescado y el marisco se han encarecido un 27%. Menos, eso sí, que la carne (+29,5%). Y también que el conjunto de la cesta de alimentos (+34%).

El documento recoge además el ínfimo peso de la producción pesquera y acuícola de los Veintisiete, con apenas 4,59 millones de toneladas despachadas en 2023 (3,55 de descargas y 1,04 procedentes de la acuicultura) que solo suponen el 2% del total mundial, concentrado en manos de China (40%), Indonesia (10%) e India (8%). Pekín rebasó ese ejercicio los 91,7 millones de toneladas y de ellos 78 procedieron de instalaciones de cría y engorde, 75 veces más que la Unión Europea.

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