Los agentes de la Polícia Judiciária de Portugal encontraron solo a Natalio Grueso. Fue dos años y pico después de que hubiera iniciado su segunda fuga de la justicia. Estaba en la isla de Culatra, a unos pocos kilómetros de distancia del concelho de Olhâo, en el distrito de Faro, en el Algarve. “No tuve queja de ese señor en cuestión”, señaló a LA NUEVA ESPAÑA una hostelera de Culatra que había atendido a Grueso en esta parte de su aventura como fuera de la ley.

La isla de Culatra se encuentra a pocos kilómetros del puerto de Olhâo. Se llega en ferri (hay cuatro al día: dos por la mañana y dos por la tarde; el billete cuesta 2,15 euros y el viaje se alarga media hora por medio de la ría Formosa, la de Olhâo). La misma hostelera que atendió a este periódico reconoció: “Apenas era nuestro cliente”. Preguntada si conocía el lugar de residencia de Grueso –la isla en sí u Olhâo, la capital municipal– la respuesta que dio es que lo desconocía. La isla de Culatra –semejante a la de Tabarca, en Alicante– cuenta con poco más de 600 habitantes. La población principal se dedica a la pesca, pero cuenta con más de decena de bares y restaurantes y recibe muchos turistas.

Grueso, en todo caso, huyó él solo de la justicia –su socio en el caso “Niemeyer”, el agente de viajes con el que colaboró durante los años de vaciado del complejo cultural, está en prisión desde el momento en que le ordenaron ingresar–. Esa soledad la vaticinó él mismo en su primera novela. La tituló por eso “La soledad” (Planeta). Comenzaba así: “Nadie sabe tanto de la soledad como yo. Nadie. Ni quien nunca supo lo que eran unos pies fríos a su lado en la cama en las largas noches de invierno, ni quien jamás conoció unos dedos cariñosos que le enjabonaran el pelo, ni el niño obeso con quien nadie quiere jugar en el recreo, ni la adolescente con gafas y acné que se ha leído ya todos los libros de la biblioteca del pueblo en el que veranea porque no tiene amigas. Nadie”.

El regreso a España

Francisco Miranda, el abogado de Natalio Grueso, dramaturgo asturiano huido de la justicia durante dos años y pico por no querer asumir las consecuencias de dos delitos cometidos penados con ocho años de prisión–, explicó ayer que finalmente a su cliente le “han trasladado a Lisboa” y que será desde allí, desde la capital de Portugal, “como regresará a España este lunes”. Miranda presume –se basa en informaciones recabadas por el letrado portugués que asiste al primer director del Centro Niemeyer– que su vuelta será “en avión”, en Madrid.

Miranda fue quien había explicado que Grueso estaba en la prisión de Beja y que este jueves pasado se había barajado “su entrega inmediata” en la frontera española, es decir, en Badajoz. La razón de esta “entrega inmediata” era la revisión médica solicitada por el escritor y antiguo programador del teatro Español de Madrid. “Sin embargo, las autoridades portuguesas se inclinaron por Lisboa”, señaló el abogado español desconociendo finalmente si se había llevado a cabo o no esa “revisión médica” exigida. Esta falta de concreción está en la limitación de las comunicaciones que tiene el preso huido (una llamada telefónica que puede hacer a la familia o a su abogado).

Desde que fue apresado –el jueves día 4 de diciembre–, Natalio Grueso ha sido alojado: en la prisión de Évora, en la Beja y, ahora, en Lisboa. La de Soto del Real le espera esta próxima semana. La razón es que la dirección general de Instituciones Penitenciarias –el órgano de la administración pública que se encarga de los presidiarios– ubica a sus internos cerca del lugar en que tengan su domicilio. Y lo hace así para evitar la ruptura de raíces (uno de los últimos domicilios facilitados por Grueso a los jueces está en Madrid, pero también facilitó uno en Oviedo, pero nadie le encontró en él). Al dramaturgo, cuando vuelva, le esperan ocho años de condena.

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