España ha sido uno de los pocos países que ha esquivado la ola de ultraderecha que crece con fuerza en buena parte de la Unión Europea en estas elecciones. El PP ganó las elecciones (34,2% de los votos) pero de forma ajustada, por dos escaños (22-20) y cuatro puntos, y el PSOE demostró una gran resistencia en un momento de extrema debilidad de toda la socialdemocracia europea, lo que convierte a Pedro Sánchez en el líder de una especie de aldea gala progresista española —junto a Portugal, donde ganan los socialistas— en medio de un torbellino conservador que puede hacer caer varios gobiernos europeos. El PSOE aguanta en el 30% de votos, un récord en una Unión Europea en la que el otrora todopoderoso SPD, que gobierna en Alemania, no ha llegado al 14%. La ultraderecha en España, sumando a Vox y Alvise Pérez, se queda en un 14,21%, una cifra incluso inferior al 15% que sacó Vox en las generales de noviembre de 2019 y muy por debajo de lo que tienen sus aliados europeos, que en Francia han llegado al 33%.
En la lectura española, Alberto Núñez Feijóo planteó las elecciones europeas como un plebiscito contra Sánchez, como una segunda vuelta de las generales, y no ha rematado ese objetivo, porque el resultado no es demoledor para el presidente como él esperaba. El PSOE finalmente no logró una remontada tan grande como para ganar las elecciones, como aspiraba su líder para asestar un golpe definitivo a Feijóo, pero ha logrado acercarse a su rival en la recta final de campaña y sobre todo ha demostrado que los resultados del 23 de julio del año pasado no fueron un espejismo. Un año después, tras una movilización extraordinaria de la derecha contra la ley de amnistía y después del desgaste que han supuesto sus acuerdos con Junts, la diferencia entre los dos grandes partidos no se ha movido mucho.
Entonces el PP le ganó al PSOE por 1,4 puntos, y ahora por cuatro. La distancia ha crecido, pero no para hablar de un terremoto. El PP, no obstante, salva los muebles y evita lo que más temían sus dirigentes en los últimos días, la posibilidad de un empate o incluso una victoria socialista. Feijóo podrá aferrarse a eso, sobre todo internamente, después de una campaña con muchos problemas que solo pareció enderezarse después de la imputación de Begoña Gómez, la esposa del presidente, que dio alas al PP. En una campaña en la que la derecha buscó una movilización extraordinaria, de nuevo se encontró enfrente con otro movimiento de los progresistas, especialmente alrededor del PSOE, que contrarrestó ese voto de castigo típico de las elecciones europeas.
El problema principal, para la mayoría que apoya al Gobierno, es que la extraordinaria debilidad de Sumar en estos comicios —con solo tres diputados, uno por encima de Podemos— hace que sí haya un cierto movimiento de bloques, aunque no definitivo y difícilmente extrapolable a unas generales dada la baja participación. Sumar, además, tendrá un problema interno relevante porque no ha cubierto las mínimas expectativas de lograr el cuarto diputado que correspondía a IU, una organización muy importante dentro de este grupo. “No son los resultados para los que hemos trabajado, debemos reflexionar”, admitió la candidata de Sumar, Estrella Galán. Las primeras voces críticas ya empezaron esta misma noche y el nuevo coordinador general de IU, Antonio Maillo, fue claro: “los resultados en Sumar son malos, sin matices. La división del espacio nos lleva al fracaso o a una pelea de minorías”.
España sí ha tenido en estas elecciones un movimiento hacia la derecha, sobre todo por la irrupción de Alvise Pérez, que ha llegado a tres escaños, 800.000 votos y se ha quedado muy cerca incluso de superar a Sumar. Pero nada comparable a lo que ha sucedido en la mayoría de los países europeos y con una resistencia notable del bloque progresista en su conjunto, lo que deja las cosas con unos resultados a favor del bloque de derechas frente al de la investidura pero con diferencias muy pequeñas, prácticamente un empate. Si no se cuenta a Alvise, un ultra difícil de asimilar para el PP, la suma de PP y Vox ha bajado sus apoyos respecto a las generales de hace un año: del 45,4% al 43,8%.
El PP ha mejorado sus resultados de las generales, pero de forma muy discreta, un 1,13%, mientras el PSOE ha perdido 1,5 puntos, una caída pero ni mucho menos un desplome. Para el PP es muy difícil contar como propios de su bloque los votos de un ultra como Pérez, que va mucho más allá de Vox con sus teorías conspiranoicas. Tanto el PP como Vox necesitarán ahora trabajar para recuperar esos votos ultra de Alvise, un nuevo problema para la derecha, que no puede permitirse el lujo de llegar tan fraccionada a las generales. En La Moncloa creen que es el endurecimiento del discurso de Feijóo, centrado en la recta final en el ataque a Begoña Gómez, el que está engordando a Vox y ahora a Alvise.
Desde el punto de vista político, Pedro Sánchez sale absolutamente vivo de la noche de las europeas, la más difícil de todas las que tenía en esta carrera de cuatro elecciones en cinco meses, y con ello puede intentar arrrancar al fin una legislatura que no termina de cuajar precisamente por la sucesión de comicios y porque estaba en cuestión la idea de que el PSOE aguantara el embate de la oposición después del desgaste por la amnistía.
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España ha sido uno de los pocos países que ha esquivado la ola de ultraderecha que crece con fuerza en buena parte de la Unión Europea en estas elecciones. El PP ganó las elecciones (34,2% de los votos) pero de forma ajustada, por dos escaños (22-20) y cuatro puntos, y el PSOE demostró una gran resistencia en un momento de extrema debilidad de toda la socialdemocracia europea, lo que convierte a Pedro Sánchez en el líder de una especie de aldea gala progresista española —junto a Portugal, donde ganan los socialistas— en medio de un torbellino conservador que puede hacer caer varios gobiernos europeos. El PSOE aguanta en el 30% de votos, un récord en una Unión Europea en la que el otrora todopoderoso SPD, que gobierna en Alemania, no ha llegado al 14%. La ultraderecha en España, sumando a Vox y Alvise Pérez, se queda en un 14,21%, una cifra incluso inferior al 15% que sacó Vox en las generales de noviembre de 2019 y muy por debajo de lo que tienen sus aliados europeos, que en Francia han llegado al 33%.
En la lectura española, Alberto Núñez Feijóo planteó las elecciones europeas como un plebiscito contra Sánchez, como una segunda vuelta de las generales, y no ha rematado ese objetivo, porque el resultado no es demoledor para el presidente como él esperaba. El PSOE finalmente no logró una remontada tan grande como para ganar las elecciones, como aspiraba su líder para asestar un golpe definitivo a Feijóo, pero ha logrado acercarse a su rival en la recta final de campaña y sobre todo ha demostrado que los resultados del 23 de julio del año pasado no fueron un espejismo. Un año después, tras una movilización extraordinaria de la derecha contra la ley de amnistía y después del desgaste que han supuesto sus acuerdos con Junts, la diferencia entre los dos grandes partidos no se ha movido mucho.
Entonces el PP le ganó al PSOE por 1,4 puntos, y ahora por cuatro. La distancia ha crecido, pero no para hablar de un terremoto. El PP, no obstante, salva los muebles y evita lo que más temían sus dirigentes en los últimos días, la posibilidad de un empate o incluso una victoria socialista. Feijóo podrá aferrarse a eso, sobre todo internamente, después de una campaña con muchos problemas que solo pareció enderezarse después de la imputación de Begoña Gómez, la esposa del presidente, que dio alas al PP. En una campaña en la que la derecha buscó una movilización extraordinaria, de nuevo se encontró enfrente con otro movimiento de los progresistas, especialmente alrededor del PSOE, que contrarrestó ese voto de castigo típico de las elecciones europeas.
El problema principal, para la mayoría que apoya al Gobierno, es que la extraordinaria debilidad de Sumar en estos comicios —con solo tres diputados, uno por encima de Podemos— hace que sí haya un cierto movimiento de bloques, aunque no definitivo y difícilmente extrapolable a unas generales dada la baja participación. Sumar, además, tendrá un problema interno relevante porque no ha cubierto las mínimas expectativas de lograr el cuarto diputado que correspondía a IU, una organización muy importante dentro de este grupo. “No son los resultados para los que hemos trabajado, debemos reflexionar”, admitió la candidata de Sumar, Estrella Galán. Las primeras voces críticas ya empezaron esta misma noche y el nuevo coordinador general de IU, Antonio Maillo, fue claro: “los resultados en Sumar son malos, sin matices. La división del espacio nos lleva al fracaso o a una pelea de minorías”.
España sí ha tenido en estas elecciones un movimiento hacia la derecha, sobre todo por la irrupción de Alvise Pérez, que ha llegado a tres escaños, 800.000 votos y se ha quedado muy cerca incluso de superar a Sumar. Pero nada comparable a lo que ha sucedido en la mayoría de los países europeos y con una resistencia notable del bloque progresista en su conjunto, lo que deja las cosas con unos resultados a favor del bloque de derechas frente al de la investidura pero con diferencias muy pequeñas, prácticamente un empate. Si no se cuenta a Alvise, un ultra difícil de asimilar para el PP, la suma de PP y Vox ha bajado sus apoyos respecto a las generales de hace un año: del 45,4% al 43,8%.
El PP ha mejorado sus resultados de las generales, pero de forma muy discreta, un 1,13%, mientras el PSOE ha perdido 1,5 puntos, una caída pero ni mucho menos un desplome. Para el PP es muy difícil contar como propios de su bloque los votos de un ultra como Pérez, que va mucho más allá de Vox con sus teorías conspiranoicas. Tanto el PP como Vox necesitarán ahora trabajar para recuperar esos votos ultra de Alvise, un nuevo problema para la derecha, que no puede permitirse el lujo de llegar tan fraccionada a las generales. En La Moncloa creen que es el endurecimiento del discurso de Feijóo, centrado en la recta final en el ataque a Begoña Gómez, el que está engordando a Vox y ahora a Alvise.
Desde el punto de vista político, Pedro Sánchez sale absolutamente vivo de la noche de las europeas, la más difícil de todas las que tenía en esta carrera de cuatro elecciones en cinco meses, y con ello puede intentar arrrancar al fin una legislatura que no termina de cuajar precisamente por la sucesión de comicios y porque estaba en cuestión la idea de que el PSOE aguantara el embate de la oposición después del desgaste por la amnistía.