Desgraciadamente, políticamente hablando, España está que arde. Pedro Sánchez está jugando la última carta que le queda para permanecer en la Moncloa. No dejan de crecer los imputados en su entorno cercano, y teme que el próximo sea él. Por eso, el indeseable Bolaños ha pisado el acelerador para que este mismo mes de julio se vote en el Congreso de los Diputados una reforma legal tremendamente peligrosa, la cual facilita que entren nuevos jueces afines al Gobierno, refuerza el control de Sánchez sobre la Fiscalía, da más poder a su fiscal general imputado y allana el terreno a una segunda reforma que apartará a los jueces de los casos legales y que acabará causando que se cierren todos.
Esa es la última jugada de Sánchez: intentar controlar la UCO, a los jueces y los casos legales para evitar que sigan saliendo escándalos de corrupción que sin duda le harían caer. Sánchez busca impunidad porque la necesita. Está desesperado porque sabe que su fin está muy cerca si esta ley no se aprueba en julio. ¿Se salvará España del caos diseñado por el presidente Pedro Sánchez?