En los últimos años, España se está labrando un papel relevante en la industria mundial de semiconductores, especialmente en el ámbito de la aceleración de la IA.
A medida que la inteligencia artificial continúa remodelando las industrias, desde la atención médica pasando por la eficiencia energética hasta llegar a la defensa, la demanda de chips de alto rendimiento diseñados para acelerar los cálculos de IA se ha disparado.
España, con una mezcla de startups innovadoras, una sólida investigación académica e iniciativas de apoyo gubernamentales estratégicas, se está posicionando como un actor clave en este sector transformador.
Construcción de un ecosistema de semiconductores
España, aunque históricamente no ha ocupado una posición destacada en el sector mundial de los semiconductores, está dando pasos firmes para reforzar su presencia mediante inversiones estratégicas, políticas públicas y alianzas internacionales.
Su papel actual no se encuentra en la primera línea de los países líderes en fabricación avanzada de chips como Taiwán, Estados Unidos, Corea del Sur o China, ya que no dispone de fábricas (fabs) de nodos avanzados. Sin embargo, España cuenta con capacidades en áreas como el diseño de circuitos, verificación, test, empaquetado y aplicaciones finales en sectores como la automoción, el Internet de las Cosas (IoT), telecomunicaciones o sistemas embebidos.
La estrategia de España pasa por desarrollar un sólido ecosistema de semiconductores, al mismo tiempo que aprovecha para atraer mano de obra altamente cualificada, formar nuevos talentos y fomentar la colaboración entre el mundo académico y la industria.
Uno de los mayores impulsos al ecosistema nacional proviene del PERTE Chip, el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica dedicado a los semiconductores y la microelectrónica. Dotado con un presupuesto de 12.250 millones de euros hasta 2027, se trata del programa con mayor financiación entre todos los PERTE impulsados por el Gobierno de España. Su objetivo es potenciar la cadena de valor nacional del semiconductor, fomentar la atracción de inversiones, fortalecer el tejido de diseño de chips y apoyar la investigación aplicada.
La iniciativa cuenta con la colaboración entre la empresa privada e instituciones como el IMB-CNM del CSIC, la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y la Universidad de Barcelona (UB), estas se han convertido en semilleros de investigación en semiconductores, especialmente en aplicaciones centradas en la IA.
Estas empresas innovadoras e instituciones de investigación están trabajando en estrecha colaboración para diseñar chips únicos que optimicen tareas como el procesamiento local (en el EDGE) de consumos energéticos en vehículos eléctricos, gestión de datos médicos, reconocimiento de imágenes, el procesamiento del lenguaje natural y el análisis predictivo en la industria. Las aportaciones tecnológicas de España en este ámbito se complementan con su talento en ingeniería, cada vez más buscado por los gigantes tecnológicos mundiales.
Los desafíos y el camino por recorrer
En España, muchas startups deeptech del sector de semiconductores y aceleradores de inteligencia artificial surgen con un alto nivel técnico, pero sin una estrategia comercial clara. Esta falta de enfoque hacia el mercado, unida a la escasez de perfiles híbridos que combinen tecnología y negocio, dificulta su escalado y sostenibilidad.
Frente a ciclos largos e intensivos en capital, como los del desarrollo de chips, es clave incorporar desde el inicio una hoja de ruta comercial, planes de monetización y talento especializado. Sin visión de producto ni estrategia go-to-market, la innovación corre el riesgo de quedar atrapada en el laboratorio.
‘Deeptech’: tecnología sin estrategia comercial
En España, muchas startups tecnológicas en especial las de base deeptech como son las del sector de los semiconductores nacen a partir de una buena idea técnica, pero sin un enfoque claro hacia el mercado. Esta desconexión entre la innovación y la estrategia comercial suele manifestarse en la ausencia de un plan de negocio sólido, un go-to-market definido, o una hoja de ruta realista que contemple los tiempos de maduración y viabilidad económica del producto.
Esta situación provoca dos consecuencias preocupantes. Por un lado, la dependencia crónica de ayudas públicas, lo que convierte a muchas iniciativas en proyectos subvencionados, pero no sostenibles. Por otro lado, aquellas startups con potencial que consiguen una mínima tracción acaban siendo absorbidas en fases tempranas, cuando su valoración aún es baja y no se ha capturado el verdadero valor de su innovación.
Este problema se agrava en sectores como el de los semiconductores, donde los ciclos de desarrollo son más largos, intensivos en capital y complejos a nivel técnico. Fabricar un chip, validar su funcionamiento y llevarlo al mercado puede tardar entre tres y siete años, con inversiones que fácilmente superan los 20 millones de euros solo para prototipos avanzados.
Frente a ello, la falta de financiación privada en Europa, especialmente de capital riesgo dispuesto a asumir estos horizontes temporales, obliga a estas startups a sobrevivir en entornos que no les permiten escalar ni competir globalmente.
En Estados Unidos, por contraste, existe una cultura de inversión en deeptech hardware, respaldada por grandes fondos de venture capital y un ecosistema que combina universidades, defensa, industria e infraestructuras avanzadas. Startups como SiFive, Graphcore o Celestial AI han conseguido levantar cientos de millones precisamente porque combinan innovación técnica con visión estratégica de mercado.
Para romper esta dinámica en España, no basta con inyectar más subvenciones. Es imprescindible que las nuevas empresas de base tecnológica integren desde el inicio una estrategia comercial escalable, con planes a corto plazo que generen ingresos progresivos y ayuden a sostener el flujo de caja mientras se construyen soluciones más ambiciosas.
Este enfoque también permite a los equipos aprender, no solo en el ámbito técnico, sino en ventas, marketing, alianzas y modelos de negocio sostenibles. Además, es clave fomentar el surgimiento de perfiles híbridos, capaces de traducir la tecnología en oportunidades comerciales concretas, diseñar roadmaps de producto alineados con necesidades del mercado y buscar activamente alianzas estratégicas.
Si España quiere tener un papel relevante en la nueva cadena de valor del semiconductor y otras áreas deeptech, no solo necesita innovación: necesita estrategia comercial desde el primer día, acompañada de capital paciente, visión industrial y ambición internacional.
Llevar los semiconductores al mercado
A pesar del talento técnico existente en España en el ámbito de la microelectrónica, el país aún carece de suficientes profesionales capaces de traducir esa capacidad en productos de semiconductores listos para el mercado. Esta escasez de perfiles que combinen conocimientos técnicos con visión comercial no responde a una sola causa, sino a una suma de factores históricos, educativos e industriales.
España no ha tenido una tradición sólida en la industria de los semiconductores, a diferencia de otros países europeos como Alemania, Francia u Holanda, que cuentan con centros de fabricación y diseño. Esta ausencia de un ecosistema fuerte ha dificultado la creación de perfiles híbridos capaces de moverse entre el diseño de chips y el desarrollo de negocio.
Las universidades españolas, por su parte, han formado buenos ingenieros, pero rara vez incluyen en sus planes de estudio aspectos clave como la comercialización de propiedad intelectual (IP), la estrategia de producto o la gestión del ciclo de vida de un chip. Esto ha generado una brecha entre el laboratorio y el mercado.
Además, la mayoría de las empresas de microelectrónica en España han estado centradas en servicios a medida o en investigación aplicada, sin productos propios que permitan generar experiencia real en definición de mercado, escalado industrial o diferenciación competitiva. Esto ha limitado enormemente la creación de expertos capaces de convertir tecnología en productos rentables. La situación se agrava por la dificultad de atraer talento internacional especializado en desarrollo de negocio en semiconductores, que suele concentrarse en ecosistemas más consolidados como Silicon Valley, Grenoble, o Múnich.
A todo ello se suma una escasa cultura de escalado en el ámbito del deeptech hardware. Mientras sectores como el software o la biotecnología han avanzado en estructurar rutas claras hacia el mercado, el hardware electrónico en España sigue enfrentando barreras para pasar de la prueba de concepto al producto final. Sin procesos estables de industrialización, pricing, alianzas o validación con clientes estratégicos, la mayoría de los proyectos no logra madurar comercialmente.
Las iniciativas recientes como el PERTE Chip o la participación en el IPCEI europeo de microelectrónica representan un paso adelante importante, pero todavía están en fase inicial. Harán falta años de trabajo coordinado entre industria, administración y academia para generar una nueva generación de profesionales capaces de liderar el salto del diseño al mercado.
España no solo necesita ingenieros que diseñen buenos chips, sino también expertos que sepan venderlos, posicionarlos, escalarlos y hacerlos sostenibles. Sin estos perfiles mixtos, será difícil consolidar un ecosistema de semiconductores competitivo a nivel global, por muchas inversiones que se activen en los próximos años.
***Narcís Avellana es CEO de Intera Group.