El mercado de la vivienda en España vive una paradoja inquietante: nunca se había hablado tanto de acceso a la vivienda como derecho básico, y nunca había sido tan caro como ahora ejercerlo. El precio medio de la vivienda libre alcanzó en el segundo trimestre de 2025 los 2.093,5 euros por metro cuadrado, el nivel más alto en 17 años. Un récord que reabre fantasmas del pasado, cuando la burbuja inmobiliaria parecía no tener techo, y que lanza a toda una generación a un territorio incierto donde comprar casa se ha convertido en un lujo.

La cifra no es solo un dato estadístico: es un espejo de la desigualdad. Mientras los propietarios ven revalorizarse su patrimonio, los jóvenes y buena parte de la clase media se topan con un muro que no cede. La escalada, además, no muestra signos de agotamiento. La vivienda, motor de riqueza y refugio seguro para el ahorro en España, se ha transformado en un bien de difícil acceso para quienes más la necesitan.

El contraste con otros tiempos es revelador. En 2008, justo antes del estallido de la crisis financiera, el precio del metro cuadrado rozó los 2.101 euros. Hoy, la historia parece repetirse, pero con un matiz perturbador: a diferencia de entonces, no hay señales de sobreoferta, sino de déficit estructural. El país arrastra un faltante de más de 765.000 viviendas en apenas tres años. El resultado es un mercado tensionado donde la demanda supera ampliamente a la oferta, alimentando un círculo vicioso de precios al alza.

Según señala El País, la diferencia entre vivienda nueva y usada añade otra capa de desigualdad. Los pisos de menos de cinco años superan los 2.440 euros por metro cuadrado, casi 400 euros más que los de segunda mano. La brecha no es solo cuestión de estética: refleja la preferencia por hogares más eficientes energéticamente, adaptados a normativas modernas y listos para entrar a vivir. Pero ese “extra” de calidad se traduce en exclusión para quienes no pueden asumir el sobrecoste.

Madrid y Baleares, territorios de lujo

El mapa de precios convierte a España en un país de múltiples realidades. En Madrid y Baleares, el metro cuadrado supera los 3.500 euros, situándose en niveles que rivalizan con capitales europeas como París o Berlín. Comprar un piso nuevo en estas zonas significa desembolsar más de 4.000 euros por metro cuadrado, cifras inalcanzables para la mayoría de asalariados. Frente a ello, provincias como Ciudad Real o Extremadura mantienen valores por debajo de los 1.000 euros, configurando un contraste que va mucho más allá de lo económico: dibuja un país fracturado territorialmente.

La hipoteca como salvavidas y como ancla

El mercado hipotecario refleja este frenesí. Solo en la primera mitad de 2025 se firmaron más de 243.000 préstamos, la mayor cifra desde 2011. El importe medio se situó en 168.363 euros, un 15% más que el año anterior. La bajada de los tipos de interés, estabilizados en torno al 2,99%, ha actuado como catalizador. Muchas familias, ante el miedo a que los precios sigan subiendo, se lanzan a hipotecarse como única vía para no quedar fuera del mercado. Lo que parece una oportunidad puede convertirse en un ancla pesada si la tendencia cambia bruscamente.

Ahora bien, el déficit de vivienda no es un problema coyuntural, sino estructural. Con una necesidad estimada de 240.000 nuevas unidades al año y una producción real que apenas llega a las 100.000, el desajuste se agrava ejercicio tras ejercicio. A ello se suma la presión del turismo y de la demanda extranjera, que representa ya casi una quinta parte de las compraventas. España, convertida en destino apetecible para la inversión global, paga el precio de no haber diseñado una política de vivienda que ponga por delante el acceso de los residentes.

La gran incógnita es si España camina hacia una nueva burbuja inmobiliaria o si este nivel de precios ha llegado para quedarse. Los expertos coinciden en que, a diferencia de 2008, no hay un exceso de oferta financiada por crédito fácil. El problema ahora es la falta de viviendas. Y, paradójicamente, esa escasez alimenta la escalada tanto como lo hizo la euforia especulativa en su momento. El resultado, para la mayoría de ciudadanos, es el mismo: una vivienda cada vez más cara y un derecho constitucional que se vuelve papel mojado.

El valor de 2.093 euros por metro cuadrado es mucho más que un récord estadístico. Es un síntoma. El síntoma de un país atrapado en un laberinto donde el ladrillo sigue dictando las reglas, mientras miles de familias miran al mercado inmobiliario como quien contempla una vitrina: con deseo, pero sin posibilidad de alcanzar lo que hay dentro. @mundiario