Hace casi 25 años, Per-Arne Hjelmborn llegó a España como primer secretario de la embajada de Suecia en Madrid. La carrera diplomática le llevó … luego a Chile, China, Brasil, Malasia… Tiene un hijo chileno y una hija madrileña. Ha sido director general de Comercio en el Ministerio de Exteriores de su país y desde 2024 es el embajador sueco en España. La diplomacia cobra aún más peso en la coyuntura actual, con la invasión rusa de Ucrania en las fronteras de la Unión Europea y la OTAN.
– El convulso contexto internacional amenaza el comercio mundial. Guerras, aranceles…
– Europa tiene que resistir ante todos estos cambios. Donald Trump está teniendo una gran influencia. Los europeos no podemos decidir sobre la política de Estados Unidos, pero sí sobre la nuestra. Fui embajador en Brasil y quiero destacar el acuerdo comercial de Mercosur. Tenemos que seguir ese camino con Indonesia, con India, con el Pacífico… Hay que abrirse a Asia. Suecia está orgullosa de haber iniciado esa vía. Hay que convertir los desafíos actuales en oportunidades. Eso es clave para el País Vasco, que está a la vanguardia en transición verde.
– Los aranceles son un freno.
– Claro, sobre todo para países como Suecia, que tiene una relación trasantlántica enorme. La idea de Trump es atraer más inversiones para su país. Bueno, su presidencia durará tres años. Estados Unidos se está cerrando y los europeos tenemos que mirar lo que hay fuera de Norteamérica, y hay mucho donde mirar.
– Crece otra amenaza, la rusa. Tras la invasión de Ucrania, ahora drones y aviones de Moscú irrumpen en el espacio aéreo de miembros de la OTAN.
– Suecia siempre va a buscar una negociación con EEUU, con Trump o sin él, para hacer más presión sobre Rusia. La guerra nos afecta mucho. Rompimos nuestra política de no alineamiento por culpa de Putin. Durante siglos hemos tenido conflictos con Rusia. Yo hice el servicio militar, obligatorio para mi generación, y me tocó buscar submarinos rusos.
«Cuando hay un desafío nacional, nuestros partidos políticos se unen. Discuten pero acuerdan»
– ¿Es inevitable un rearme en el Báltico?
–Somos los países que más estamos destinando a la defensa. También somos lo que nos encontramos más cerca. Y hacemos un esfuerzo para informar a los demás países y decirles que Rusia existe, que es un desafío no sólo para nosotros.
– ¿Cómo han vivido los suecos la transición entre la neutralidad y el ingreso en la OTAN?
– Cuando hay un desafío nacional, nuestros partidos políticos se unen. Discuten pero acuerdan. Los socialdemócratas, que defendían la neutralidad, estaban en el Gobierno cuando se tomó la decisión. Todos nos dimos cuenta de la gravedad de la situación y cambiamos de opinión. Políticos, intelectuales, empresarios… Estaba en juego nuestra seguridad, nuestro futuro. Todos se pusieron de acuerdo para ingresar en la Alianza. Durante un tiempo pensamos que la neutralidad de Suecia y Finlandia podría dar estabilidad, pero cuando Rusia se anexionó Crimea nos dimos el primer susto. Luego, con la invasión de Ucrania, nuestro pueblo decidió estar en la OTAN. Suecia tiene una industria de defensa muy fuerte. La empresa Saab fabrica desde cazas hasta submarinos. Queremos ser buenos miembros de la Alianza. La prioridad de nuestro Gobierno es ayudar a Ucrania y hacerle la vida más difícil a Rusia.
– Siguen las provocaciones de Moscú.
– Es la tradición rusa de tantear hasta dónde puede llegar. No nos sorprende. Es su manera de desestabilizar. Con desinformación, con amenazas, creando incertidumbre.
– En este ambiente, ¿qué importancia le da al apoyo de Estados Unidos?
– Vital. Europa tiene que hacer más, pero hay que trabajar con Estados Unidos. La relación es más estable de lo que se dice.
Integrar a los inmigrantes
– El mundo se polariza. En Europa crece la ultraderecha. También en Suecia.
– Sí, tiene mucho que ver con la inmigración. Con la falta de integración. Es un reto. Las soluciones fáciles de la ultraderecha tienen su audiencia. Suecia es un país abierto. La inmigración era muy valorada. Venía gente del sur de Europa, de los Balcanes… Se integraron bien. Aprendieron el idioma. Algo cambió en los años ochenta y noventa. Dejó de funcionar la fórmula trabajo-vivienda-educación. Se formaron barrios con poca integración, con gente de muchas nacionalidades. Algunos no hablaban sueco. Cuando se crea esta situación, es difícil de solucionar. Repito, la clave es trabajo-vivienda-educación. Así se integran.
– ¿De dónde surgen tantas bandas juveniles en Suecia?
– Muchos de los jóvenes que entran en esos grupos han fracasado en la escuela. Eligen la vía rápida de ganar dinero. Creo que las redes sociales también les han influido. Los líderes de esas bandas saben cómo atraer a los jóvenes, a los más frágiles, a los que han quedado marginados.
– ¿Está en peligro el Estado de bienestar?
– No. El modelo nórdico tiene futuro. Suecia y Suiza son los países más innovadores. El modelo funciona y tiene el apoyo de los partidos y de los ciudadanos. Pero hay que trabajar para mejorar nuestra competitividad, como recomienda Mario Draghi. Tenemos que competir con lo que llega de Asia e invertir en educación. Y todo con las finanzas saneadas.
– Hace 25 años ya trabajó en la embajada de Suecia en España. Visitó el país, entonces condicionado por el terrorismo.
– Recuerdo la sensación que tuve al pasar por pueblos muy bonitos del País Vasco que tenían en muchas casas banderas de apoyo a ETA. Fue un impacto. Yo vivía entonces en Pozuelo (Madrid) y mi vecino era del Ministerio del Interior, protegido día y noche por la Guardia Civil. Entonces me encargaba de temas de comercio y las empresas suecas tenían poco interés en venir al País Vasco. Todo ha cambiado mucho. Hoy hay más dinamismo, vuelos directos con mi país, cultura, gastronomía… Hay una transición verde. Están pasando muchas cosas interesantes en esta comunidad.
– ¿Ve puntos en común entre suecos y vascos?
– Sí. Los suecos somos ordenados. Nos gusta tener las cuentas al día. En Euskadi las finanzas públicas están bien. Con una deuda muy baja. España ha hecho un buen trabajo y Euskadi está a la cabeza de ese esfuerzo.