Rafael Babot es de los que madrugan. A primera hora está en la calle. Sale a buscar amaneceres. Es una muestra de cómo afronta la vida: aprovecharla desde el primer momento, cada día es una nueva oportunidad para disfrutar. Esa manera de ser se traslada a su prosa poética en ‘Pasajes del desnudo de un aprendiz de poeta’ (Letrame Grupo Editorial), poemario que se presenta el próximo jueves, a las 19,30 horas, en Badajoz, en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC). En sus poemas se adentra en lo cotidiano. Aparecen el amor, la amistad, la alegría y hasta el duelo. Sus poemas (poerrafa) son como fados, cuentan la vida normal y lo hacen con profundidad, vivencias, emociones y sueños, un acontecer diario en el que los lectores se pueden reflejar.
Nació en Barcelona, residió en Palma de Mallorca, habitó en Ceuta, vive en Badajoz y piensa en Lisboa para su epílogo, ¿soñó alguna vez con pertenecer a algún sitio?
Ha nombrado cinco ciudades muy importantes para mí. Nací en Barcelona, donde pasé una niñez, infancia y juventud maravillosas. Pero en aquellos tiempos, en los que la ciudad aún no estaba saturada, no supe aprovechar su belleza, mi mente todavía no estaba abierta para disfrutar de tanto como tiene. Pasé a Mallorca, donde los que hemos vivido allí aún tenemos sitios en los cuales no hay un turismo de masa. Ceuta fue un joya y un lujo por como me trataron y lo mucho que me dio, me enseñó a convivir con culturas distintas. Ahora resido en Badajoz y soy pacense de adopción. Todos los sitios en los que he vivido me han aportado algo. Soy de los cinco lugares que ha dicho. Vivo el momento y donde lo estoy viviendo.
¿Por qué Lisboa para su epílogo?, ¿es el fado, el brindis, el paisaje urbano o el deseo de que esa sombra, a la que alude en uno de sus poemas, se transforme en mujer?
Tengo tanto amor por Lisboa que recuerdo la fecha exacta en la que la pisé por primera vez, fue el 19 de marzo de 1983. A los pocos minutos me sentí de una forma especial. Me cautivó. Fue un flechazo. Está el fado, los paisajes, la gente… El epílogo sería si encuentro a una persona, pasar con ese brindis de una mujer de sombra a una de realidad, con la que vivir ese sueño lisboeta. No es una meta ni una necesidad. Es un deseo.
Usted se presenta en las redes sociales como una persona vitalista y que viaja con la alegría como equipaje, ¿es ese el Rafael Babot que se encuentra en su poemario?
Sí al cien por cien. Del principio al fin. Una persona que me conoce muy bien me dijo que cuando estaba leyendo el libro me veía a mí porque es «muy Rafa». Intento tratar las cosas, las vivencias, siempre con delicadeza, algo que es muy, muy importante.
«Todos los sitios en los que he vivido me han aportado algo. Vivo el momento y donde lo estoy viviendo»
¿Qué luces y heridas dan forma a su obra?, ¿qué emociones desembocan en su texto?
Luces, muchas. ¿Qué pasa con las heridas?, duelen, pero si no se infectan, no pasan de ser una herida. Por el motivo que sea, soy una persona que eso lo tiene muy trabajado, he tenido heridas, pero no se me han infectado, uso buenos remedios. Y perdone que lo lleve al tema médico como enfermero que soy. En cuanto a las emociones básicas, sí hay miedo y se refleja en varios poemas porque he visto la muerte con la guadaña pulular por mi lado; otros poemas rebosan alegría; ¿cómo no va a haber tristeza?, como la que me generan guerras y muertes de personas inocentes; y hay muchas cosas que me indignan y están en los poemas o poerrafa, que es como los llamo.
Ya que ha mencionado su actividad profesional, ¿cómo acaba un enfermero de aprendiz de poeta?
Desde los doce o trece años empecé a escribir unos textos que se llamaban ‘descubra al culpable’. Detallaba un delito y las declaraciones de tres o cuatro sospechosos. Unos años después, leyendo un dominical, vi una columna que utilizaba el mismo método. Después escribí bastantes cosas más. La primera vez que escribí prosa poética fue hace unos diez años, aunque no pensé en publicarla. Hace unos tres años, viendo que tenía material, pensé en publicar un libro. Empecé a corregir los poemas, a pulirlos para que tuvieran una mayor consistencia, y así nació ‘Pasajes del desnudo de un aprendiz de poeta’.
¿El amor está muy presente en sus poemas, ¿se puede transitar por la vida sin amor y sin esperanza de hallarlo, tenerlo o recuperarlo?
Como poder, se puede. Pero, desde luego, es muy triste vivir sin amor. No interpreto el amor simplemente como una relación de pareja, sino en el más amplio sentido de la palabra: el amor a la familia, a la vida, a las cosas… Yo siento el amor en el más amplio sentido de lo que significa esa palabra.
La alegría es otra constante en su obra, ¿dónde está para usted?, ¿en las cosas pequeñas o en los grandes acontecimientos?
En los dos. Lo que pasa es que grandes acontecimientos en la vida hay muy pocos. Lo bueno es saber vivir los pequeños acontecimientos, disfrutarlos y saborearlos. Yo disfruto viendo un amanecer y verlo es de lo más sencillo de este mundo. Disfruto la vida porque sé disfrutar de las pequeñas cosas del día a día, de cosas sencillas. Me basta muy poquito para sentirme bien, para sentir alegría, un sentimiento que preside desde hace muchos años mi vida.
La amistad también da forma a su prosa poética, ¿qué es la amistad para usted?, ¿qué es un amigo?
Es algo importantísimo. Hubo una persona que en su día me dijo que yo tenía la amistad idealizada. La amistad es para mí algo sublime. No soy una persona que presuma de tener muchos amigos, pero sí que presumo que de un amigo solo hay una cosa que nos va a separar: la muerte. La amistad para mí también conlleva incondicionalidad y es una de esas palabras que se deben escribir con mayúsculas.
Me basta muy poquito para sentirme bien, para sentir alegría, un sentimiento que preside desde hace años mi vida
El duelo es otro de los contenidos de su poemario, ¿cuándo se es más creativo?, ¿en los momentos difíciles y de tristeza o en los de alegría y satisfacción?
Por la respuesta que voy a dar, igual se sufre una pequeña decepción. La mayoría de mis poemas surgen cuando, por ejemplo, voy caminando por la calle y me ha venido algo a la mente, lo anoto y luego lo voy moldeando. No noto diferencia de creatividad si mi estado es viviendo un duelo o de euforia o alegría.
¿Su libro se lee a sorbos o de un tirón?
Yo diría que a gusto del consumidor. Me decía una persona que ya lo ha leído que se había enganchado. Puede enganchar porque, prácticamente, todo el que lo lee se ve reflejado en lo que se cuenta porque de una forma o de otra lo ha vivido. Mi libro es como los fados, que cuentan la vida normal, cotidiana. Es lo cotidiano en prosa poética. También me han comentado que personas que lo han leído de un tirón luego lo han leído con más tranquilidad para adentrarse más en ellos.
¿En qué sueña el Rafael Babot que es aprendiz de poeta?
Debo dar gracias a la vida, que ha sido conmigo muy generosa. A la vida le pediría que siga siendo tan generosa como ha sido. La persona de referencia en mi vida ha sido mi padre, que trabajó mucho, pero que sabía disfrutar de cualquier cosa. Cuando tenía sus momentos de disfrutar, los sabía disfrutar. Por suerte, la genética me ha hecho así.