Hasta hace unos meses, la palabra ‘romantasy‘ apenas sonaba fuera de los círculos más activos en redes sociales, un término de nicho que identificaban sobre todo los nativos digitales acostumbrados a consumir contenido literario en TikTok o Instagram. Hoy, sin embargo, esa etiqueta ha dejado de ser marginal para abrirse camino en librerías y catálogos editoriales. Y lo que en apariencia no era más que un cruce entre fantasía y romance se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales más pujantes, encabezado con títulos como ‘Alas de sangre‘ (Planeta), de Rebecca Yarros, o la más reciente ‘Rose in Chains’ (Crossbooks), de Julie Soto, marcando el ritmo de un subgénero que gana adeptos a pasos agigantados.

El fenómeno, que empezó tiempo atrás pero que se potenció a raíz de la pandemia y las redes sociales enfocadas a la lectura, ha cambiado las reglas del juego. Y la gran novedad, para sorpresa de muchos, es que ha sido mayormente potenciado por un público joven que ha reconvertido la experiencia de leer en algo más.

«Están cambiando todo lo que es el ecosistema del libro. Necesitan evadirse de una realidad y no se quedan únicamente en la lectura, sino que van más allá», ha ilustrado en la décima edición de Forum Edita Luisa Gutiérrez, directora editorial de Edición General del Grupo Anaya, algo con lo que han estado de acuerdo las otras ponentes del encuentro Sandra López-Barrantes, jefa de Producto de Ficción de Casa del Libro; y Elena Ramírez, directora de Ficción Internacional del Grupo Planeta.

En datos, en 2024 se vendieron más de 32 millones de ejemplares de novelas catalogadas como ‘romantasy’, aumentando en un 47% interanual. Y únicamente en Estados Unidos, se facturaron más de 610 millones de dólares en 2024, frente a 454 millones del año anterior, lo que supone un incremento del 34 % anual. Además, el subgénero acumula más de 700 millones de visualizaciones en TikTok.

Redes sociales y ‘booktok’

Pero para tratar de averiguar el porqué de la gran evolución de la lectura entre los más jóvenes hay que empezar por entender cuáles son sus hábitos. Actualmente, las redes son la forma de comunicar en la generación centennial, y esa dinámica es la que ha sumado a más de uno que sentía curiosidad por esas novedades editoriales de las que todo el mundo hablaba. «Ahora se comparte con una comunidad similar a una familia el proceso de pre, durante y post lectura. El expositor es mucho mayor», ha remarcado López-Barrantes.

Uno de los grandes aciertos del mundo editorial fue, sin dudarlo, empezar a ofrecer primeras ediciones especiales como ‘Alas de sangre’ (Planeta), de Rebecca Yarros. El afán coleccionista se fundió con el expositor mediático y el éxito fue tan descomunal que se repitió la fórmula hasta llegar al punto de que a día de hoy es más habitual encontrar ejemplares con los cantos tintados en la sección ‘romantasy’ de las librerías que de edición normal. «Con el primer volumen de Yarros teníamos solo una máquina que podía pintar los cantos, ahora tenemos cuatro y vamos a incorporar más», ha revelado Ramírez.

Sin embargo, el precio es una de las críticas más exigentes de la comunidad. «Tiene unos costes y es un gran reto para la indústria gráfica, porque hemos pasado de un canto pintado a tener ilustraciones muy detalladas. Es todo un reto medir los costes para poder hacerlo», ha lamentado, por su parte, Gutiérrez. Asimismo, ha asegurado, otro de los grandes retos es la diferenciación entre novelas del género y no sobresaturar al mercado.

Evolución del ‘romantasy’

Pero ahora que el ‘romantasy’ se ha hecho notar, ¿hacia dónde va su evolución? Las tres profesionales del sector coinciden en que no hay un fin inmediato del subgénero, puesto que tiene dos bases fundamentales que no tienen límites para la creatividad. Por un lado, con el romance se puede explorar infinidad de relaciones y clichés; y por otro, la fantasía puede abarcar miles de mundos, leyendas y criaturas mágicas. «Lo romántico ha existido siempre y lo fantástico es ilimitado», ha sentenciado Gutiérrez.

Lo que está claro es que, por ahora, el romance y la fantasía han encontrado en la generación digital un terreno fértil que parece lejos de agotarse.

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