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Allí donde la península empieza a estrecharse para mirar hacia África, antes de llegar a mar abierto, el Parque Natural de Los Alcornocales se extiende a lo largo de más de 173.000 hectáreas entre las provincias de Cádiz y Málaga, recogiendo en su extensa superficie una galaxia de pueblos que reflejan la esencia de su paisaje rural. De apariencia blanca y tejados anaranjados, aupado entre colinas y rodeado de la sierra gaditana –con ciertos parecidos a su vecina Jerez de la Frontera– existe una pequeña localidad que conserva la mezcla equilibrada del carácter medieval y andalusí, fruto de su rico pasado histórico. Parte de este extenso pasado se vuelve tangible gracias a los restos existentes de la antigua ciudad romana de Lascuta y la joya histórica que se encontró en 1867, que por su gran valor y unicidad, viajó hasta París para exponerse al público en el Museo del Louvre.
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Cruce histórico
Foto: Adobe Stock
Sus casas blancas y tejados anaranjados caracterizan su figura, regentada por los vestigios de su antiguo castillo y su iglesia.
Cerca del corazón de Alcalá de los Gazules se alza el cerro amesetado de la Mesa del Esparragal. En ese enclave, según estudios arqueológicos, se encontró el Bronce de Lascuta, la primera inscripción romana de España, en la que se podía leer el edicto que daba la libertad a los siervos de la vecina ciudad de Hasta, y que hoy se expone en el museo parisino. Sin embargo, la localidad también quiso mantener cerca este pedazo de su historia, así que decidió exponer réplicas de su tesoro en el salón de plenos del Ayuntamiento y en el Museo Arqueológico de Jerez de la Frontera.
Maravillas arquitectónicas
El primer Monumento Nacional de España fue desmontado piedra a piedra
El título de Bien de Interés Cultural hizo posible su rehabilitación, un acontecimiento único que traspasó las fronteras europeas y permitió seguir disfrutando de esta joya del gótico.
Más allá de esta reliquia que hace palpable su pasado, recorrer sus callejuelas también es todo un viaje por su historia, donde el blanco de las fachadas y la fisonomía de sus calles empinadas reflejan otra de sus etapas. Con la llegada de los musulmanes, la localidad alcanzó una gran relevancia como fortaleza fronteriza, de donde deriva su nombre -Al-Qalat, “el castillo”-, que también se alza como uno de sus más grandes emblemas. Tras la Reconquista pasó a formar parte del Reino de Castilla, conservando su papel estratégico frente a las fronteras nazaríes. Desde entonces, murallas, torres y callejuelas han mantenido viva la memoria de una villa marcada por la historia.
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Riqueza de patrimonio arquitectónico
Foto: Shutterstock
La Iglesia Mayor Parroquial de San Jorge se alza como guardiana de la memoria colectiva.
El hecho de compartir culturas ha contribuido a que su rostro se vea salpicado de un sinfín de enclaves variados repartidos por su territorio, que sus vecinos muestran con orgullo y que, sin lugar a dudas, merecen una parada para ser admirados en cuanto uno pone un pie en la localidad. Entre sus imprescindibles -más allá del yacimiento romano de la Mesa del Esparragal- destaca el castillo, del que a día de hoy solo se conserva el torreón. Todavía en el centro del pueblo, la Iglesia Mayor Parroquial de San Jorge se alza como guardiana de la memoria colectiva. Su figura mezcla huellas góticas, renacentistas y barrocas, algo que ha llevado a la localidad a ser declarada Conjunto Histórico.
Entre rutas
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La Fuente de la Salada es otro de los imprescindibles a visitar en la localidad.
Sin dejar de caminar, situada en la calle de Nuestra Señora de los Santos, se encuentra la Fuente de la Salada, de origen romano, que se construyó para aprovechar el agua de un manantial fortuito que apareció en la roca. A las afueras y cruzando el río Barbate se alza el actual puente, datado del año 1815, que custodia los restos del antiguo puente romano de tres ojos que aún se mantienen en sus cercanías, dejando en claro que Alcalá de los Gazules siempre ha sido un enclave entre rutas. Esto no es solo un dicho histórico, sino que actualmente también se refleja: forma parte tanto de la Ruta de los Pueblos Blancos de Cádiz como de la Ruta del Toro, un itinerario turístico-cultural que conecta diversos pueblos y parajes relacionados con la ganadería brava y la cultura del toro de lidia.