Madrid
Era 1914 cuando Ernst Leitz II decidió producir en serie el revolucionario invento de la «Ur-Leica» de Oskar Barnack, un prototipo que, sin embargo, no llegó al mercado hasta 1925 por culpa del estallido de la Primera Guerra Mundial. La máquina, compacta, resistente, de apenas 400 gramos de peso cambió la forma de entender la fotografía. Ya no hacía falta ni estudio ni trípode para soportar las pesadísimas cámaras con las que comenzaron a tomarse imágenes, y supuso el principio del fotoperiodismo moderno. «Al principio hubo muchísimas críticas y desconfianza sobre cómo se iba a fabricar, cómo iba a funcionar, qué tipo de calidad iban a tener las imágenes, cómo iba a ser posible que un prototipo tan pequeño pudiera funcionar, y además con un formato de 35 milímetros que era lo que innovó Leica en ese primer modelo. A pesar de todo se tomó la decisión de asumir ese riesgo y de producirla en serie, lo que la convirtió en un icono y transformó la forma de entender y de hacer fotografías», nos cuenta Javier Liedo, director general de Leica Camera Iberia.
Leica democratizó la fotografía, se trataba de una cámara que se podía llevar a cualquier sitio, incluso meter en un bolsillo, y que permitía a todos los amantes de la fotografía, profesionales y amateurs, captar imágenes cotidianas, y además en movimiento, algo que hasta entonces era impensable. «La cámara permitía fotografiar la mirada de un ser querido, hacer una foto en la calle, llevarte la cámara a una zona de conflicto. Eran cámaras ligeras pero, sobre todo, eran cámaras muy duras y tremendamente fiables. Eso permitió a los reporteros pudieran ir con varias cámaras y captar momentos decisivos de la historia».
Fotografía de Adriana Loureiro Fernández
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Fotografía de Adriana Loureiro Fernández
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El retrato del Che que firmó Alberto Korda es uno de los ejemplos de imágenes tomadas con cámaras Leica, que terminaron convirtiéndose en icono de una época. Es una de las fotografías que, a partir de mañana, se podrán ver en la gran exposición «Leica. Un siglo de fotografía’, en la sala de exposiciones del Teatro Fernán Gómez de Madrid, de manera gratuita hasta el 11 de enero de 2026. La muestra reúne 174 fotografías de autores vinculados con la mítica cámara alemana durante los siglos XX y XXI como Bruce Davidson, Elliott Erwitt, Ralph Gibson, Sebastião Salgado, Steve McCurry, Joel Meyerovitz o Jane Evelyn Atwood. Además, de los españoles Agustín Centelles, Ricard Terré, Gonzalo Juanes, Manuel Sonseca, Clemente Bernard, Manolo Laguillo, Anna Turbau y Javier Campano.
«Ha sido un trabajo realmente complejo el poder seleccionar todas las imágenes en este espacio y recoger la esencia de cien años de Leica. Lo que sí hemos hecho ha sido aunarlas en distintas temáticas que recogiesen estos 100 años de historia», explica Javier Liedo. Pero no es un recorrido cronológico sino emocional, según la comisaria Karin Rehn-Kaufmann, «no queríamos mostrar solamente las fotografías más famosas e icónicas, sino también momentos personales, sorprendentes y llenos de intimidad. Por eso nos centramos en la voz visual única de cada fotógrafo».
Fotografía de Gonzalo Juanes
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Fotografía de Gonzalo Juanes
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Como la del premio nacional Alberto García-Álix, que comenzó a utilizar Leica a mediados de los 90 y que expone en la muestra una de las imágenes que tomó en uno de sus viajes a Pekín. «Leica es una cámara que aporta rapidez, entonces las cámaras eran lentas y pesadas. Leica tiene una buena lente, una buena óptica. Y, sobre todo, es muy transportable». Confiesa García-Alix que no hay nada que le pueda gustar más que trabajar en analógico «hay mucha cocina detrás, yo lo disfruto mucho».
Leica es una forma de entender la fotografía y como explica el director de la marca en España, «una imagen Leica es ésa que te ayuda a entender que detrás hay un momento de reposo, hay una mirada, hay un momento de cómo ese fotógrafo ha querido proyectar lo que estaba pensando y ha conseguido captar ese momento. Y yo creo que habla mucho de un tiempo, de un compromiso». Entender la fotografía analógica es algo más complejo que la digital, «tienes un número determinado de fotos en cada carrete, y buscas ese instante, ese cuadro, esa luz. Necesita de espera. No necesitas esa inmediatez, no necesitas el hacer fotos y acumular datos. Con una cámara analógica sabes que tienes un número determinado de disparos. Entonces piensas y esperas el momento. Es un ejercicio distinto. Lo analógico al final es la gran sorpresa de qué es lo que va a salir después».
Además de las fotografías, la muestra incluye una selección de cámaras clásicas como Leica I (1925) y Leica II (1932) y materiales audiovisuales e históricos procedentes de la colección del Ernst Leitz Museum, que Leica tiene abierto al público en la ciudad alemana de Wetzlar y que ilustra en Madrid la evolución tecnológica y estética de Leica durante un siglo de historia. Leica también va a organizar una serie de experiencias en Leica Store & Gallery Madrid y en la propia exposición. Las propuestas incluirán workshops de fotograja, charlas con expertos y visitas guiadas.