Hay palabras que suenan antiguas y que, por eso mismo, se sienten eternas. ‘Artesano’ es una de ellas. Mientras el mundo acelera, el artesano resiste. … No trabaja para el algoritmo, sino para la memoria. En el cine también existen artesanos. No son necesariamente los más premiados ni los más mediáticos, pero sí aquellos que conocen cada engranaje del oficio. El cine vasco ha sido históricamente territorio de estos artífices silenciosos. Constructor de imágenes y atmósferas que han hablado del pasado, de la violencia, de la identidad y de la vida.
Los cineastas tienden a hablar de cine haciendo cine, pero no es habitual que un director, de colega a colega, transcriba esas conversaciones, y las publique. Imanol Rayo (Arbizu, 1984) lo ha hecho con el propósito de dejar constancia de una manera de hacer cine que «está desapareciendo». Cuando el cine parece oscilar entre el contenido y el algoritmo, ‘Los últimos artesanos’ (Erein, 2025) supone un alto en el camino.
Pedro Olea, Enrique Urbizu, Imanol Uribe y los Moriarti pasan al primer plano y se convierten en protagonistas. Cuatro estilos, diferentes generaciones, pero una misma raíz: el cine como trabajo de manos, de cuerpo e intuición. «La selección fue bastante intuitiva», explicó el autor en la presentación de este lunes, junto a Inazio Mujika, de Erein, y Miguel Zozaya, autor del prólogo, «pero enseguida vi que había un hilo. Aunque se lleven casi doce años entre ellos, cada uno surge en un contexto que tiene sentido dentro de una evolución común».
El título, en efecto, no es una sucesión de entrevistas periodísticas ni entrevistas distendidas: es un diálogo profundo, un cuerpo a cuerpo profesional donde Rayo interpela, apunta, se equivoca y abre caminos, consciente de su oficio, no ajeno —porque, como cineasta, habla desde dentro—. La cinematografía vasca ha mutado tanto como la sociedad que la sustenta. El libro se convierte, sin buscarlo, en una especie de historia lateral del cine vasco, a través de sus cuatro realizadores. Desde la militancia política de Uribe y el thriller industrial de Urbizu, a la ortodoxia de la Escuela Oficial hasta la disolución postmoderna de los referentes. Y en medio, lo más importante: las manos que hacen las películas, el modo en que se enfrentan al lenguaje, al rodaje, al relato.
Cuatro generaciones
Olea es el cine de los sesenta; Uribe representa los cimientos del cine político; Urbizu pertenece a esa transición hacia lo más industrial de los ochenta y noventa; y los Moriarti, los ‘millennials’, ya vienen empapados de muchas referencias y estímulos múltiples. «Quería algo que pudieras tener a mano, como un manual, seas estudiante o curioso. Siempre he sido un gran lector de libros de entrevistas, testimonios y biografías. Y sentía que faltaba un libro así en nuestra cinematografía».
De todos los cineastas retratados, Rayo se siente especialmente cercano a los Moriarti, «no solo por proximidad generacional, sino por afinidad humana. Siempre han hecho un cine muy cinéfilo, muy consciente de sus referentes. Y han sabido restarse importancia, trabajar en equipo, crecer poco a poco. Desde ‘Loreak’ a ‘La trinchera infinita’ han construido un músculo profesional muy sólido. Son cineastas con suficiente recorrido como para dedicarles una retrospectiva, pero aún con mucho por delante», ha confesado acerca de los realizadores guipuzcoanos que, muestra de su buen hacer, estrenarán su nueva película ‘Maspalomas’ en la Sección Oficial de la 73.ª edición del Zinemaldia.
El resultado: una obra y un modo de hacer cine de cuatro grandes autores de la cinematografía vasca, escrito además desde la perspectiva del cineasta testigo, obrador y admirador de la evolución «de nuestro cine, que ha mutado tanto como la sociedad que la sustenta». El libro se convierte, sin proponérselo, en una especie de historia lateral del cine vasco, a través de cuatro de sus artesanos. No es una lista de ‘los mejores’ -«porque faltan muchos»-, sino una intuición narrativa, una forma de entender el paso del tiempo a través de la filmación.
Artesanía en el cine
La muerte de Mario Camus, «la artesanía más latente del cine español», impidió a Rayo poder hablar con él: «quería tener ese testimonio de alguien que pertenecía a una forma de hacer cine que ya no existe». Ese vacío llevó al autor a mirar alrededor y «darme cuenta de que también aquí tenemos cineastas que ponen el proceso por encima del ego».
En un momento en que hablar de cine es casi siempre hablar de industria, de taquillas, de festivales o de plataformas, este libro viene a recordarnos algo fundamental: el cine también es un oficio. Un trabajo paciente, muchas veces ingrato, siempre incierto. Hacer una película no es solo tener algo que decir, sino saber cómo decirlo. «Hemos pasado de un modelo bien engrasado de cine como división de trabajo, a una situación donde todo pasa por la autoría, por el nombre, por lo espectacular. Y yo creo que el oficio, lo invisible, sigue siendo lo más importante».
Decía Pilar Miró que «primero hay que aprender cómo se hacen las películas; si tienes algo que decir, ya lo dirás». Por eso Rayo ha escrito este libro. No lo ha hecho para decirnos qué es el cine, sino para preguntarse cómo se sigue haciendo. Como los artesanos.