Kintsugui significa juntura de oro y como práctica artesanal consiste en reparar cerámica rota con el más preciado material. Es una forma de arteterapia que nos recuerda que lo imperfecto y quebradizo puede ser bello. Mostrar las heridas y el paso del tiempo es algo que puede resultar sanador si lo aplicamos a la psicología humana.
Frente a la belleza más artificialmente perfecta tenemos el valor de lo auténtico por muy imperfecto que sea. Un objeto completamente roto puede volver a tener una segunda vida. Lo mismo sucede con las personas. En ocasiones hay que romperse y tocar fondo para poder renacer como seres más felices y plenos.
Plato negro con kintsugi dorado
Album / Alamy
Céline Santini lo cuenta en Kintsugi (Libros Cúpula) e incita a recubrir de oro nuestras heridas. El arte de la resiliencia, de sobreponerse a la adversidad es algo cada vez más necesario en un mundo cada día más cambiante y caprichoso. Honoré de Balzaz decía: “En las grandes crisis, el corazón se rompe o se vuelve fuerte como un roble”. Ser resiliente es la condición de superar los obstáculos y las adversidades con entereza. Hemos de ser capaces de adaptarnos a las dificultades o los traumas que nos plantea la vida.
Recientemente, el mundo del fútbol nos ha mostrado un emotivo caso con Luis Enrique, el entrenador del PSG y antes del Barça que perdió a su hija con apenas nueve años. Con ella celebró ganar una final de Champions en el 2015. Su fortaleza y resiliencia le hicieron sobreponerse a tan duro golpe y a final de mayo cuando diez años más tarde volvió a conquistar el título, volvió a celebrarlo simbólicamente con su hija Xana.
Tras la reparación, el objeto es más valioso
En ocasiones pensamos que hay situaciones que no se superan y es cierto que tal vez no se olvidan, pero la vida es una oportunidad de celebrar y recomponerse cada día. El reto es no dejarse vencer y caer en la idea de fracaso. Como un vaso de cerámica partido en pedazos siempre vamos a poder recomponernos si ponemos la intención.
Claves del kintsugui
1
Mantener una actitud positiva.
2
Asumir la responsabilidad propia
3
Adaptarse a los problemas
4
Enfrentarse a los problemas
5
Recurrir a las herramientas y recursos que uno tiene
Como nos enseña el kintsugi la ceremonia de recomponerse puede ser algo lento y parsimonioso. Hay que tener paciencia y concentración. Los japoneses son personas muy templadas y con gran capacidad de concentración. La mayoría de sus rituales como la ceremonia del té, así lo demuestran. Cuando trabajan con objeto roto, lo vendan, lo cuidan y lo curan hasta que queda sublimado. Con una persona podríamos pensar en estas mismas fases.
Las seis fases del Kintsugi
- Ruptura. La ruptura es algo fortuito o muchas veces sorpresivo e inmediato. Normalmente, implica un sufrimiento y una aceptación. Tras la caída, recogemos los añicos y decidimos darle una segunda oportunidad. Si pensamos en lo psicológico, tocamos fondo hasta que actuamos para salir del atolladero. La aceptación pasa por recobrar el ánimo. A continuación, hay que elegir la técnica o herramientas para recomponer. Después, imaginar y visualizar el estado deseado.
- Ensamblar. El ensamblaje es un proceso de reconstitución e integrar la ruptura. Se emsambla el puzle con las piezas. Aquí se empieza a transformar el objeto o la situación. A veces, el propio veneno hace de antídoto, como la laca (urushi) que se usa para pegar las piezas al natural. Es muy irritante y hay que protegerse de ella, pero una vez se endurece, repara a la perfección. Las partes finales de este proceso, pasan por reunir, completar si falta alguna pieza y mezclar con alguna pieza externa si no tenemos todas las originales.
- Esperar. La espera es aguantar, dar tiempo, algo que en lo psicológico permite que podamos empatizar con la situación y comprender. Cuando el objeto está ensamblado hay que dejarlo respirar, depositarlo, limpiar y ser paciente.
- Reparar. Cuando se ha conseguido recomponer y ensamblarlo todo, es cuando la sanación o reparación se da. Entonces se pulen las aristas, los cantos, las imperfecciones y se ven las cicatrices de color marrón de la pasta cola. El tacto permite pulir irregularidades que igual no se notan y ante lo que es un objeto se acaba aplicando una segunda laca roja (e-urushi).
- Revelar. En estas fases finales, se aplica el polvo de oro, se busca que la persona vuelva irradiar, a brillar. Cuando la laca se seca, se pasa una bola de algodón para retirar excesos de polvo de oro y que sólo queden al descubierto las cicatrices doradas. Como último paso, se protege el objeto con una laca protectora para estabilizar el oro que queda sellado en unos minutos. En lo psicológico aquí la persona se revela reafirmando su recomposición, su vuelta al mundo de forma no fragmentada.
- Sublimar. Observamos a distancia la belleza del objeto, apreciando su unidad. Aquí es cuando hay que sentir y mostrar un cierto orgullo por las cicatrices doradas. Admiramos al objeto o persona reencarnada como obra de arte preciosa y única. Su valor y resiliencia son ya incalculables. De final podemos recordar la historia y proceso de recomposición y asumir la bella imperfección con orgullo.
El arte del kintsugi nos demuestra que en la mayoría de ocasiones, después de la rotura y la reparación el objeto todavía es más bello y valioso. Además de curado, está curtido. Todos podemos ser perfectamente imperfectos y mostrar nuestras heridas sin pudor. Cada historia de recomposición de un objeto o personal, es una oportunidad de inspirar y elevar a los demás mediante este arte tan antiguo como sanador.