Para Carme Riera, «este libro no tiene más pretensión que explicar algunos aspectos sobre el hecho de escribir y lo que implica», afirma. «Mi intención no es otra que mantener una conversación amistosa con las lectoras y lectores para agradecerles que durante 50 años hayan continuado leyéndome».
Parece que en la foto de portada echa la vista atrás. ¿Qué ve?
La fotografía tiene 50 años y la diferencia con el presente es brutal, ya que el tiempo no perdona, pero lo que veo es una Mallorca bastante menos contaminada que la actual. Todavía un paraíso.
¿Tiene algún sentido especial quedar en la biblioteca Can Sales, en Canavall, donde vivió de niña?
Residía un poquito más abajo, también Canavall, por supuesto. Esta biblioteca me gusta mucho, es muy agradable, aunque fue idea de los editores.
¿Qué le diría a aquel único lector que se acercó en Sant Jordi de 1975 y al que firmó un autógrafo?
Lo primero, gracias, porque si no hubiese sido por esta persona, aquel día hubiera sido terrible. Imagina qué es presentar tu primer libro y no firmar ni un solo ejemplar. Por eso le estoy tan agradecida, porque lo ojeó. Cuando le vi, pensé que lo iba a dejar de nuevo en la mesa, ya que ni siquiera nadie más ojeó el libro. Y yo, tímidamente, dije a aquel chico que si lo compraba, se lo firmaba, y así fue. Se lo llevó.
¿También debe dar las gracias al censor Don 17?
Sí, mucho. Estoy encantada con aquel censor del franquismo, ya que lo que dice del libro está muy bien. Además, dio en el clavo, acertó de lleno en mis intereses en cuanto a que escribía de marginados. Desde entonces me han atraído mucho más y me he dedicado a escribir de personas que sufren cualquier tipo de marginación.
Da gracias a lectoras y lectores. Como académica de la RAE, ¿cree que es el momento de cambiar el masculino genérico plural?
Lo he hecho así para resaltar la enorme cantidad de mujeres que leen literatura. En general, creo que el masculino genérico plural está bien porque incluye a ambos. De lo contrario sería muy repetitivo y la lengua suele tender siempre a la economía de recursos.
Otros escritores también han abordado el proceso de escritura. ¿Por qué surge esta necesidad?
Yo supongo que reflexionamos sobre esto porque muchas veces nos cuestionamos cómo escribimos y a menudo los lectores también nos lo preguntan. A mí me hubiera gustado mucho que Cervantes nos hubiese contado cuál era para él su mecanismo de escritura. Galdós explica algo sobre qué es escribir novelas en su discurso de entrada en la RAE, aunque me quedé con las ganas de una mayor reflexión, ya que saber lo que hacen otros ayuda a entender cómo es el proceso.
En Gràcies cita a Cervantes a menudo.
Porque para mí es un referente, me ha influido muchísimo, aunque lo que él cuenta es extraordinario para cualquier escritor. Como digo en el libro, yo soy una profesora que escribe, además de una escritora que enseña.
Tanto usted como Manuel Vilas hablan del pánico a entrar en una librería cuando hay una novedad literaria suya.
Para mí es horrible. Lo paso muy mal, como seguro que les ocurre a otros muchos colegas. Cuando veo una pila de libros míos, no puedo evitar pensar que en una semana los guillotinarán para hacer pasta de papel porque no han vendido ni uno. Es una sensación muy rara y por este motivo procuro no entrar en las librerías si tengo publicado algo nuevo.
Me imagino que sus libros no son convertidos en pasta de papel, como la mayoría, según cuenta sobre el mercado literario.
No lo sé, pero mejor que sean eso y se aprovechen en vez de acabar en otro lugar sin servir para nada.
Portada del libro / Edicions 62
Ha publicado Gràcies en el 50 aniversario de su primer libro y los homenajes no dejan de sucederse: una charla con la presidenta del Govern, dos exposiciones, un club de lectura… ¿Le abruma?
La verdad es que un poco sí. En absoluto me podía imaginar que quisieran organizar tantas cosas y, por supuesto, lo agradezco mucho, pero no deja de ser abrumador.
¿Qué sintió en la protesta de las camisetas verdes contra la política de Prohens durante el acto para hablar de Te deix, amor, la mar com a penyora?
Fue una protesta silenciosa y respetuosa. Las que son así me parecen estupendas.
Afirma que «algunos libros, por alguna razón especial, dan sentido a nuestras vidas». ¿Para usted cuáles fueron?
El Quijote en primer lugar. Me enseñó a entender, entre otras muchas cosas, que no todo es blanco o negro, que el gris es muy importante. Y la ironía cervantina. Se inventó una palabra fantástica, baciyelmo, es decir, que no es el yelmo de Mambrino ni la bacía del barbero, son las dos realidades, la de Don Quijote y la de Sancho. Y eso es algo que debemos tener siempre en cuenta, no solo en la literatura, sino en la vida. La razón nunca es de uno, sino que puede ser del otro, y a veces lo mejor es la confluencia, la concordia. Es muy importante en política, aunque ninguno lo quiere ver.
¿Como escritora, en primer lugar está Dins el darrer blau?
Es uno de los más traducidos y ha contado con eso que llaman el favor del público y de la crítica. Cuando lo escribí mi intención era precisamente lo que dijo el censor de los marginados. Quería hablar de algo que para los mallorquines era un gran tabú, mostrar cómo fue el horror de 1691 y sobre todo lo que seguía sucediendo cuando yo era pequeña. Había un gran desprecio contra niños y niñas que tenían unos determinados apellidos, una situación que está perfectamente superada. Es algo de lo que podemos sentirnos muy contentos, que finalmente esos apellidos no signifiquen nada.
¿Por qué cree que ocurre lo de Gaza por parte de Israel, ellos que sufrieron tantas expulsiones?
No lo entiendo. Es totalmente incomprensible. Muchos amigos judíos piensan como yo y no son nada partidarios de Netanyahu. Lo de Gaza es un espanto y está demostrando que quienes fueron víctimas en el pasado se pueden convertir o se han convertido en verdugos de otras víctimas.
Sherezade cuenta historias «para no morir». ¿Usted lo hace para afrontar el paso del tiempo?
También. El paso del tiempo es terrible.
¿Qué otros motivos tiene?
Pues todos, creo. Es cierto que escribir ayuda a no morir. A mí me pasa que mientras estoy en pleno proceso de una novela pienso que no me puedo morir porque tengo que acabarla. Realmente es un gran incentivo.
En Gràcies aporta un dato de la nueva que tiene en mente, pero afirma que no sabe si escribirá «alguna más ni si vale la pena». ¿Por qué este pesimismo?
Porque a veces pienso que ya he trabajado mucho, que tal vez llega la hora de descansar, de no tener estrés. Aunque ya no esté dando clases, todo lo que supone intentar escribir es trabajo y a lo mejor me convendría empezar a no hacer nada, levantarme tarde, acostarme temprano, es decir, lo que una señora de mi edad suele estar haciendo.
Su estrategia para incitar a la lectura literaria es prohibirla. ¿Cree que funcionaría?
Pues yo creo que sí porque las drogas están prohibidas y muchas personas las buscan y consumen desesperadamente. Estoy segura de que si prohibiésemos comprar libros y entrar en las bibliotecas, habría manifestaciones.
Ironiza con humor sobre los libros de autoayuda: «Pueden ser más necesarios que La plaça del diamant». ¿Por qué existe tanto interés por estas lecturas?
Precisamente porque la gente necesita que la ayuden y hay todo un abanico de publicaciones en este sentido. Antes los libros que ayudaban eran los literarios, ahí encontraban todo. En el siglo XIX no había manuales de autoayuda ni apenas tampoco en la primera mitad del siglo XX, excepto en América. Aquí no. Ahora, cuando el Día del Libro te sientan junto a un autor de éxito de este tipo para firmar ejemplares, o también con un cocinero, sabes que fracasarás frente a las colas que forman ellos.
La idea de apellidar Simpson a su última protagonista también está relacionada con el humor. ¿Qué otras sorpresas esconde Carme Riera, aparte de su afición a la serie de Matt Groening?
Tengo bastantes. Lo que pasa es que si las cuento, los lectores las sabrán y no me conviene. Tener sentido del humor es importante siempre, sin él te mueres. Cuando a mi edad uno se enfrenta con el espejo por la mañana, se necesita mucho sentido del humor para no acabar pegándote un tiro.
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