Ayer veía al presidente del Gobierno vivamente interesado en que Feijóo dijera que lo que está sucediendo en la franja de Gaza era un genocidio: «Dígalo», le insistía. Pero si el presidente del Partido Popular hubiese dicho eso no estaría ajustándose a la verdad porque, como también sabe Sánchez, los encargados de definir si en determinada región del planeta se está produciendo o no un genocidio no somos él o yo sino los tribunales internacionales. Un genocidio, o sea el exterminio organizado de una parte de la población por motivos religiosos, de etnia o políticos, es, por ejemplo, lo que sufrió Israel con los nazis: al menos 6 millones de muertos en las cámaras de gas y en los campos de concentración. Acabo de leer a un experto en derecho internacional, Stefan Talmon, decir que no hay elementos probatorios suficientes para catalogar como genocida lo que está sucediendo en Gaza. De modo que si Feijóo hubiera definido como genocida a Israel estaría, como poco, mintiendo, que es (y cambiando radicalmente de asunto) lo que estuvo haciendo por ejemplo durante mucho tiempo el experto sanitario del Gobierno, aquel inefable Fernando Simón, negándose a llamar pandemia a lo que claramente lo era, y por un único motivo, el político.

A la salida de la decimoséptima etapa de la Vuelta se volvieron a repetir las algaradas y, como a los ciclistas les tiran cosas cuando no les arrojan a ellos mismos directamente al suelo, y resulta que la etapa de Valladolid es muy propicia para el vandalismo, los corredores se reunieron para decir que si esto seguía así pararían. Han tenido que decirlo ellos porque nadie va a mover un dedo para ayudarles, nadie. Más bien al contrario, desde el Gobierno se alientan estas manifestaciones que, avanzo desde aquí, no van a servir absolutamente para nada que no sea herir a uno o varios deportistas o, llegado el caso y dependiendo de la violencia empleada, quién sabe si acabar incluso con la vida de algún corredor, esperemos que no. Yo no veo Televisión Espantosa, me parece un canal al servicio de un partido político, pero me cuentan que el otro día hubo un periodista, Ernest Riveras, que coqueteó con la posibilidad de que esas protestas pudieran frenar al Gobierno israelí. Pero, salvo en el mundo de Yuppie, todos sabemos que eso no va a ser así, ¿verdad? Quiero decir, se han producido algaradas en varias etapas y la guerra ha continuado. Y si el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América, que algún poder tiene, acaba de reconocer que no fue informado del bombardeo sobre Qatar por parte de Israel, no creo que los buenos deseos que pueda enviar desde la Tele Espantosa un periodista vayan a frenar a Netanyahu.

Hay mucha demagogia alrededor de lo que está ocurriendo en esta Vuelta Ciclista a España y, si la hay, es porque el fin último no es el de frenar a Israel sino el de hacer politiquilla con el sufrimiento real de la gente. Se dice, ¿qué es mejor, parar lo que está sucediendo en Gaza o que no se disputen los últimos 8 kilómetros de la Vuelta? Y yo digo: lo mejor es parar lo de Gaza. ¿Y qué es mejor, parar lo de Gaza o que no se dispute la próxima jornada de la Liga? Y yo digo: parar la Liga. Pero es que ni la Vuelta ni la Liga tienen el menor nexo de unión con la situación de la franja. Es decir, demagogia pura y dura.

Aún así, cada cual tiene por supuesto todo el derecho del mundo a manifestarse legalmente, y todo hace indicar que las algaradas de esta Vuelta son de todo menos legales. Y si son ilegales, ¿por qué no las frena el Gobierno? Pues porque al PSOE le interesa que se hable de esto y no de Begoña Gómez, Santos Cerdán, Ábalos, Koldo, la fontanera, el fiscal general del Estado o el hermanísimo. ¿Les interesa tanto como para poner en riesgo la salud de unos deportistas? Pero hombre, por Dios, si durante la pandemia nos dijeron que había por ahí un comité de expertos velando por nuestra salud cuando se descubrió que era todo una gran mentira.

La Vuelta Ciclista a España es un negocio. Es el negocio de una empresa que se llama Unipublic. Ni Unipublic ni nadie puede expulsar de la carrera al Israel-Premier Tech porque resulta que este equipo ha pagado por participar. Si, como quería Moncloa, Unipublic hubiera expulsado al equipo israelí, la Vuelta habra dejado de pertenecer al día siguiente a la Unión Ciclista Internacional y esto quiere decir que no sólo dejaría de participar el Israel-Premier Tech sino también el resto de participantes porque no habría en el futuro más Vueltas Ciclistas a España.

Hoy, a estas horas, seguro que en el Estado de Israel se están produciendo manifestaciones contra el Gobierno de Netanyahu. ¿Por qué? Pues porque en Israel se vota, Israel elige a sus representantes, en Israel hay una oposición y hay un Parlamento. De hecho, y por resumir, Israel es la única democracia de la zona. Pero acusar a este equipo israelí de ser connivente con la guerra me parece ciertamente excesivo y demagógico. En abril se cumplieron dos años de cruenta guerra en Sudán: 30 millones de personas necesitan ayuda humanitaria urgente, la mitad de la población no tiene suficiente comida y agua, hay al menos medio millón de civiles pasando hambre extrema y 12 millones de personas han tenido que huir de sus hogares. Y del mismo modo podríamos hablar de Etiopía, Siria o el Congo. Por no contar lo que está pasando con Ucrania. Si hay uno o dos papanatas que, de un modo frontalmente ilegal, creen que son capaces de frenar el conflicto entre las Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido tirando al suelo a Javier Romo e impidiéndole cumplir su sueño de llegar hasta la meta instalada en Madrid, alguien deberá impedir por la fuerza que esos iluminados puedan llevar a cabo su vandálico acto. Y si el llamado a impedirlo no lo hace será cómplice de futuras desgracias que puedan ocurrir en esta o en otras carreteras.