Muchas dudas a primera hora de la mañana en las marquesinas de Auvasa, continuas preguntas a los conductores de los autobuses para decidir dónde apearse … y poder llegar al destino y mucho desgaste de suela para moverse hasta un centro de la ciudad blindado ante la celebración de la contrarreloj de La Vuelta.
Los cortes provocados por la cita deportiva han complicado la movilidad en Valladolid en una jornada con triplete: competición ciclista, un gran despliegue policial para controlar las protestas de apoyo a Palestina y jueves de ferias.
A las diez de la mañana, los conductores de las furgonetas de reparto que sirven a tiendas y establecimientos de hostelería apretaban el ritmo de entrega para evitar el «mogollón» que se avecinaba. Lo confirmaba un trabajador de Discalesa. «De momento, estamos trabajando sin problemas, pero estamos intentando acelerar al máximo», comentaba al tiempo que descargaba unas cajas de bebidas.
Mientras una legión de fans de la cantante María Becerra, ajenos al mundo del pedal, hacían guardia a los pies del escenario de la Plaza Mayor para estar en primera fila del concierto de la noche, en el entorno de la Plaza Mayor la sensación entre los comerciantes era dispar. «Se nota que hay menos gente, ayer dimos muchísimos desayunos y hoy ha bajado bastante; con los proveedores no hemos tenido problema porque avisamos para que vinieran más pronto», explicaba Nanyelis Parra, de la cafetería Xoco, en Santiago.
Cerca, en la farmacia de Carmen Pastor, Inés Arranz aseguraba no haber notado la caída de clientes. «La gente madruga para hacer los recados y, de momento, no nos hemos visto afectados, aunque los repartos centrales del día no nos van a llegar porque ya va a estar todo cortado», apuntaba la empleada. La clausura del cogollo la sufrieron también los que acudieron a la capital desde los pueblos. «Venimos desde La Parrilla a hacer unos recados y hemos tenido que dejar el coche en Las Batallas, pero no pasa nada, damos un paseo; que la La Vuelta venga a Valladolid es bueno para la ciudad», apuntaban al unísono la pareja formada por Roberto y Belén.
Junto a la estatua del conde Ansúrez, un numeroso grupo de miembros del equipo de Jonas Vingegaard, el Visma, aprovechaba los primeros compases del día para darse una vuelta por la ciudad de la ‘crono’. Tras recorrer el ágora, se apostaban en la terraza de El Continental y nombraban como portavoz a Stefan, quien en inglés subrayaba el atractivo de Valladolid. Al otro lado de la plaza, Jonathan Villarpriego, propietario de la cafetería La Banqué, también percibió «más tranquilidad» que en días precedentes. «La gente se retrae a venir al centro, porque, claro, el coche es el coche; esperemos que el evento sirva de escaparate, nos vean y vengan más a Valladolid», confiaba el hostelero.
El blindaje para la competición no conllevó demasiados problemas ni en el Hospital Clínico ni en el Edificio Rondilla, según aseguraron fuentes de Sacyl. Las ambulancias y vehículos que trasladaban a consultas a personas con alguna discapacidad llegaron sin problemas al centro sanitario situado junto a la plaza de San Pablo, que era el más crítico por su proximidad a la salida de la cita deportiva.
Donde sí se notó fue en los juzgados. La salida de la contrarreloj por la calle Angustias provocó algunas suspensiones de juicios, según confirmaba el decano del Colegio de Abogados, Javier Martín. ¿Cuántos? Aún no se conocían las cifras. En algunos casos se habían cancelado con carácter previo al prever los problemas de acceso y en otros se decidió en la misma jornada de la vista. Martín apuntaba que quizá hubiera sido necesario una mejor planificación con las autoridades y la organización para haber movido de fecha los señalamientos y evitar así perjuicios.
Según avanzaba la mañana, el ambiente se caldeaba. Con todo el circuito ya acotado con vallas, a la plaza de la Universidad llegaban los primeros manifestantes para mostrar su repulsa por la participación en la competición de Israel. Entre ellos, Enrique Cuesta, quien lamentaba que La Vuelta a España «ampare a un equipo creado exclusivamente para blanquear las políticas de un Estado genocida, que ya ha matado a más de 160.000 personas y que continúa haciéndolo».
Ajenos a los ciclistas y a las protestas, otros vallisoletanos optaban por seguir con las ferias. A la una de la tarde, las casetas de la plaza de la Universidad comenzaban a tomar color y a servir las primeras tapas a los clientes entre los temas de pop español que pinchaba un dj desde un andamio junto a la estatua de Cervantes. La música se fundía con las proclamas de los activistas, vigilados muy de cerca por un importante dispositivo policial.
Hora y media después arrancaba la carrera. Unos, atentos al paso de los veloces corredores; otros, mostrando su repulsa a la participación de Israel, y muchos centrados en tomar el aperitivo con amigos y familia en una matinal de jueves que dejaba espacio para pedir en las barras con bastante comodidad.