María García Yelo (Madrid, 1977) es la consejera delegada y directora de Arte Impresionista y Moderno de Christie’s España, pero también ha estado vinculada a instituciones públicas como el Museo Reina Sofía, del cual fue subdirectora general de Conservación e Investigación de 2005 a 2008. Sin ser mundos separados del todo, ella ha transitado por el mundo del arte desde el ámbito público y el privado, manteniendo siempre una actitud colaborativa. Ayer por la tarde, García fue una de las tres debatientes en la charla que mantuvo con el escritor y físico Agustín Fernández Mallo y el director de exposiciones de la Fundación Juan March, Manuel Fontán del Junco. La conversación, que se llevó a cabo en la sede palmesana de la March, giró en torno a una pregunta: ¿El arte es es lo que vale, o lo que cuesta?, y la respuesta de García, que atendió a Ultima Hora antes del acto, deja claro su postura: «Las dos cosas».
Desarrollando más lo anterior, García detalla que «no son términos contradictorios, y en el mejor de los casos deberían ir unidos, pero no siempre es así». Según indica la profesional, «el arte necesita de la pirámide de Kandinski, porque va muy por delante de la sociedad en la que se produce en términos generales». Para explicar mejor su idea, García expone una metáfora visual: «Lo veo como si fueran tres carriles: el de la izquierda, que es la institución o la academia, en el que la obra tiene una importancia superior a a la media que acaba reconociéndose con el tiempo y es ajeno al mercado del arte; el carril de la derecha, determinado por la oferta y la demanda; y el carril central, que es en el que se juntan los de los lados».
¿En qué porcentaje se unen ambos carriles?, preguntamos: «Idealmente en el 33%», indica García, aunque matiza que esta es «una imagen muy simplista de las cosas y hay elementos objetivables que explican por qué en el carril izquierdo una obra es valiosa» y que se pueden hallar alejados al mercado y sus criterios, como la «importancia dentro de un país o en un momento histórico», como podría ser el Guernica, de Picasso, que «tiene un precio incalculable».
Del mismo modo, el carril derecho, el del mercado, también tiene criterios objetivos que determinan los precios de las obras, que no están rendidos a la arbitrariedad, como «que haya pasado por muchas manos, lo que devalúa la obra, su procedencia, su demanda, etcétera». En cualquier caso, el matiz que hace García es importante y es este: «El valor es incuestionable, pero el precio es otra cosa».
Educación
Sobre el hecho de que al público general le pueda costar entender el precio que se puede llegar a pagar por una obra, García también detalla que hay un «conocimiento heredado» que paulatinamente «educa el ojo y esa educación pasa de generación en generación». De nuevo, García regresa a Picasso, pero cambia de ejemplo: «Cuando pintó Las señoritas de Avignon nadie lo entendía, y ya era un autor importante, y generó rechazo, pero hoy es raro que una persona se coloque frente a la obra y le extrañe». No obstante, por otro lado está «lo noticiable», en referencia a esos casos de precios aparentemente desorbitados que llegan a prensa: «Son casos excepcionales, pero es el 1%, si llega, del mercado del arte, el cual funciona cada día con distintos valores y obras y no hay sospecha de que se vendan por cifras estratosféricas. Las cosas son más serenas de lo que a veces se refleja», sentencia.
Por otro lado, García también opina sobre la labor de las colecciones privadas y las instituciones no públicas y sobre si estos fondos deberían ser accesibles al público en general: «Debería haber tanto acceso como reconocimiento a ese acceso», sugiere García. Se debe al hecho de que «si las personas dedican su tiempo a crear colecciones y que la gente las pueda ver, deberían tener el reconocimiento que esa fe en coleccionar algo merece. Aquí creo que falta esa generosidad y debería haber beneficios fiscales desde el mecenazgo. Si no, no hay razones para exigir a nadie nada más de lo que esa persona está dispuesta a dar. No sería justo».
En el caso concreto de España, además, detalla García que «hay mucho trabajo que hacer para incentivar la colaboración entre instituciones públicas y privadas puedan trabajar de manera conjunta, pero desafortunadamente el mercado del arte está en unos niveles económicos en muchos casos totalmente inaccesibles para las instituciones, por lo que no pueden competir porque una única pieza puede superar por varias decenas el presupuesto anual de una institución, por lo que las instituciones con un presupuesto débil quedan fuera y eso deja fuera al público».
Artistas emergentes
Por último, comenta García la importancia de saber llevar a los artistas emergentes y su introducción al mercado del arte. «Es un tema delicado porque son autores vulnerables y si un artista pasa desapercibido cuando empieza, puede ser muy duro. Hay muchas maneras de producir a artistas emergentes, como exposiciones no de venta. Hablar con coleccionistas y, de hecho, en España hay varios proyectos de mecenazgo, tanto desde lo público como de lo privado como hace no muchos meses hizo la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza con Catapulta, la nueva plataforma para el arte español».