Desde pequeña, Laura Ortín sueña con amplios pasillos y salones enormes. En su estudio Architecture for Happiness, en Murcia, lleva años jugando con las formas curvas y los materiales para dar a luz casas que son de todo menos tímidas. En ellas, trata de incorporar lo mejor de las viviendas de los 80 con la necesidad actual de contar con espacios más eficientes y optimizados. Charlamos con ella sobre qué es lo que más le gusta de las casas de los 80, qué cree que les falta a las casas modernas o qué echaremos de menos de las casas de nuestros abuelos en unos años.
Casa Oh!. Proyecto: Laura Ortín
David Frutos / cortesía: Laura Ortín Architecture for Happiness
¿Qué es lo que más te gusta de las viviendas construidas en los 80?
“Lo que más me atrae de las viviendas construidas en los 80 es su generosidad espacial y la ausencia de miedo al exceso. Eran casas que todavía no estaban constreñidas por la obsesión de la eficiencia del metro cuadrado que vivimos hoy. Eso se traduce en distribuciones amplias, pasillos largos, salones inmensos y dormitorios que parecían casi de hotel. A veces incluso rozaban lo irracional, pero esa desmesura deja un poso muy interesante para reinterpretar ahora”.
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Casa MO. Proyecto: Laura Ortín
David Frutos / cortesía: Laura Ortín Architecture for Happiness
¿Y en cuanto a los materiales y acabados?
“Los mármoles y terrazos, las maderas oscuras, texturas en paredes…: todo ello conforma un universo muy reconocible, con un punto kitsch que hoy podemos mirar con cierta nostalgia pero también con sensibilidad renovada. Ese lenguaje, llevado al presente, da mucho juego: no se trata de rescatarlo tal cual, sino de resignificarlo, de darle una nueva vida con otros códigos. En definitiva, lo que me gusta de las viviendas de los 80 es que no eran tímidas: tenían carácter, se atrevían, y eso es algo que valoro mucho a la hora de proyectar”.
Laura Ortín evitaría tocar elementos originales de las casas de los 80 que estén en buen estado. Por ejemplo, el gotelé en esta vivienda aporta mucha plasticidad
David Frutos / cortesía: Laura Ortín Architecture for Happiness
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Si está en buen estado, ¿qué no tocarías jamás de una casa que ya tenga 40 años?
“Si una casa de 40 años está bien conservada, lo que nunca tocaría es su memoria, aquello que la hace única y la conecta con el tiempo en que fue proyectada. Puede ser un pavimento de terrazo, una carpintería de madera con pátina o una celosía que filtra la luz de una manera muy especial. Son elementos que no solo cumplen una función práctica, sino que transmiten carácter y emoción. Por ejemplo, en las terrazas y balcones me gusta dejar la fachada de ladrillo, no la escondo. La arquitectura tiene capas y nuestra labor no siempre es borrar lo anterior para imponer lo nuevo, sino dialogar con lo existente. A veces, un suelo desgastado o una moldura aparentemente fuera de moda son precisamente lo que aporta verdad al espacio. Lo que nunca tocaría es esa autenticidad. Sin ella, la casa perdería su alma”.
La dueña de esta vivienda completamente reformada en Londres quería una cocina original, moderna y colorida
Adelina Illev / cortesía Edwards Rensen Architects
¿Y de qué adolecen habitualmente las casas modernas frente a las construidas en los 80?
“Las casas modernas suelen adolecer de una cierta falta de generosidad. Hemos pasado de los pasillos anchos, los recibidores con personalidad y los salones desbordantes de los 80, a viviendas que miden cada metro cuadrado como si fuera oro. Esa obsesión por la optimización ha hecho que muchas veces desaparezca la sorpresa, la holgura, el respiro. También echo en falta una materialidad con más verdad. Ahora, todo se reviste de capas para parecer lo que no es, mientras que antes los materiales, aunque fueran excesivos o discutibles, tenían presencia y peso. Hoy abunda lo efímero, lo ligero hasta lo frágil. Eso genera interiores que, a veces, parece de catálogo. En resumen, lo que más echo de menos en las casas modernas frente a las de los 80 es esa mezcla de desmesura y carácter. Eran imperfectas, sí, pero tenían alma, y eso es justo lo que la arquitectura contemporánea debería recuperar”.
Casa Curvy. Proyecto: Laura Ortín
David Frutos / cortesía: Laura Ortín Architecture for Happiness
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Concretamente, ¿qué crees que echaremos de menos en 2050 de las casas de los 80?; o dicho de otra forma, ¿qué es lo que más valoraremos de ellas?
“En el fondo, cada época construye las casas que reflejan sus valores y sus miedos. Las de los 80 hablaban de abundancia y de ambición; las actuales hablan de control, de eficiencia, de orden. El gran reto es proyectar viviendas que trasciendan el momento y sean capaces de emocionar siempre, aunque pasen 40 o 70 años. Me gustaría que la casa del futuro sepa reconciliar lo mejor de cada época: la amplitud y la audacia de los 80, la ligereza y la conciencia sostenible del presente, y algo que ya estamos introduciendo, que tiene mucho que ver con la neuroarquitectura: cómo los espacios influyen en nuestras emociones y cómo una vivienda puede cuidar nuestra mente y cuerpo al mismo tiempo. Al final, lo que permanecerá no será un estilo o una moda, sino esa capacidad de la arquitectura de tocarnos de una manera íntima, casi invisible. En eso, las casas de los 80 tienen todavía mucho que enseñarnos”.