Uno de los aspectos más sorprendentes de Cinéfilos reside en que el director de Reyes y reinas o Un cuento de Navidad, o Tres recuerdos de mi juventud, trata de abarcar todas las ramificaciones de la cinefilia, y no se limita al cine más autoral. «Así es», nos confirma Arnaud Desplechin, «para mí era esencial que las películas que aparecen no fuesen un reflejo de mis gustos personales, sino que representaran a todo tipo de espectadores«.
Por eso el título original del documental es Espectadores y no Cinéfilos, tal y como se estrena en Filmin el 12 de septiembre. Hasta aparece un fan de Marvel: «me encanta lo que dice de las películas de superhéroes. A mí también me gustan, aunque más las de la generación anterior, como la de Shyamalan. Una de las cosas que más me gusta del cine es que no hay una escala de valores como en las demás artes, donde se tiende a marcar una diferencia entre la alta y la baja cultura. En el cine eso no tiene sentido».
Estamos de acuerdo con Desplechin, aunque a finales del siglo XX todavía se hablaba de «cine americano» como si fuese sinónimo de un determinado tipo de películas, o de «cine autoral», como si todos los «autores» tuviesen que ser igual de profundos y trascendentes. Son etiquetas que, cada segundo que pasa, suenan más obsoletas.
«He tenido la suerte de conocer tanto a Tarantino como a Lanzmann. Cada vez que veía a Tarantino me preguntaba si Lanzmann había hecho una nueva película, y Claude que teníamos que ir a Los Ángeles para entender qué es realmente el cine. Uno había hecho Malditos bastardos, el otro Shoah, pero ambos se veían como parte del mismo gremio«, afirma.
Un pequeño paréntesis sobre Claude Lanzmann
Desplechin no se equivoca, quien haya leído las memorias de Lanzmann –La liebre de la Patagonia (Seix Barral)– sabe que se veía a sí mismo como un superhéroe que dejaría en ridículo a los de Marvel. «Eso viene de su educación, porque su padre lo cronometraba desde que se despertaba para comprobar si podía escapar de los alemanes, y así entró en la Resistencia a los dieciséis años. Eso lo cuenta en las memorias, como cuando habla de su periodo como paracaidista a lo Tom Cruise«.
«Era una mezcla de ridículo y de sublime. Divertido, de manera involuntaria, también se comportaba como un toro con las mujeres, y al mismo tiempo padecía una angustia que no le dejaba dormir. Era una bestia, pero también era muy vulnerable. Con Shoah supo que la película era más grande que toda su vida. Me parece increíble su humildad respecto a su propia película. Un amigo me dijo que, si todos los cineastas intentamos colocar un ladrillo en la catedral del cine, Lanzmann consiguió construir una capilla entera».
Otro pequeño paréntesis sobre Israel y la cuestión judía
La cuestión judía siempre ha estado muy presente en el cine de Desplechin, aunque él sea católico, y haga la diferencia entre «el judaísmo e Israel«. «Estuve rodando en Tel Aviv antes del 7 de octubre para esta película, cuando entrevisté a la filósofa Shoshana Felman. Aunque Netanyanhu sea un criminal, fue elegido y hace mucho tiempo que está ahí, en el marco de la subida global del populismo. Pero para todos los progresistas de Israel, ya sean de derechas o de izquierdas, que siga en el poder es una catástrofe, porque no tiene un proyecto para su país. Lo único que quiere es que no se le acabe juzgando».
«Yo veo todo esto desde Francia, donde sigue habiendo una de las comunidades judías más importantes de Europa, y ha provocado una gran aversión que no se veía desde hace tiempo. La fragilidad de la comunidad judía en Francia es algo que me afecta mucho, aunque al mismo tiempo vemos a Marine LePen defendiendo Israel y la comunidad judía. Las cosas han cambiado mucho, y ya no se entiende nada, aunque la extrema derecha siempre ha sido muy oportunista».
«De hecho, cuando ganó Trump, le escribí a Kent Jones, y me contestó: ‘My friend it’s a great opportunity to learn’. Me pareció muy justo: tenemos que aprender a unirnos, a hablar con gente que no está de acuerdo con nosotros, porque cuando vives en un país tienes que entender que hay quien piense de otra manera. Hay que preguntarse por qué Kamala Harris perdió. Ese es mi deber moral».
Los cines de París son los cines de París
Nos hemos ido un poco de la cuestión, es decir de la película, aunque valía la pena preguntarle por estas cuestiones que, de una manera o de otra, atraviesan toda su filmografía, y le preguntamos por sus salas favoritas en París: «También me gusta mucho el UGC de Les Halles, y los cines del Barrio Latino donde puedo ver reposiciones: hace poco vi algunas de Michael Cimino. Pero mi favorito es el Max Linder, que es perfecta para ver blockbusters: tiene un sonido espectacular. Me gustan mucho las superproducciones, aunque no me vea capaz de dirigir una.
«Como espectador, puedo percibir la belleza que hay en ellas. En la película hay una frase que es muy importante para mí, y que le repito con total falta de modestia. Es cuando, se ve a Bruce Willis atravesando una pared de cristal, y digo: ‘Todo gesto es una acción’. En la vida llevamos a cabo muchos gestos que no quieren decir nada, pero en el cine todo gesto filmado se convierte en una acción, y eso es hermoso«.
«Como espectador, yo puedo ver una película de puro entretenimiento e identificar la belleza en esos gestos. Incluso en King Kong, de John Guillermin, que no me parece una buena película, puedo encontrar belleza en aquella escena acuática, cuando ella salta de la la mano de King Kong al agua. A André Breton le hubiese encantado esa escena. No sería capaz de filmarla. Pero, como espectador, soy capaz de admirarla».
«Creo que los espectadores somos capaces de admirar una belleza que se les escapa a los propios cineastas. No creo en la teoría del autor, a veces una película es grande gracias al trabajo de un actor o una actriz. Nosotros los espectadores, en la sala de cine, somos los que devolvemos la belleza a las imágenes que vemos».
Como un ‘Cinema Paradiso’ sin sentimentalismo
En Cinéfilos, Desplechin reproduce su primera vez en una sala de cine a la que le llevó su abuela, encarnada en la pantalla por la mítica Françoise Lebrun. Pero también hay un momento muy emocionante en el que se puede a su padre viendo una película de Dreyer en la tele sentado en una silla: «Esa escena es real, y a la vez inventada, como siempre. En realidad, ni siquiera teníamos tele en casa, mi abuela era la única de la familia que tenía».
«Le sigo trayendo películas en DVD a mi padre, y se las mira sin demasiado entusiasmo. Le digo: ‘Pero bueno, que es Río salvaje, de Elia Kazan’. Lars von Trier, sin embargo, le encanta. Le pregunto: ‘¿Cómo es que te gusta tanto?’, y me contesta: ‘Porque la cámara se mueve por todas partes y eso crea un suspense’. Cogí el teléfono y llamé a Paul Guillaume, el director de fotografía de mi nueva película, Deux pianos, que se verá en el San Sebastián, y le digo nada de pies de cámara, nada de dolly, nada de travelling… Tendré que poner a mi padre en los créditos».
Dos pianos en el festival de San Sebastián
Desplechin ve Deux pianos «como una película en dos partes, un poco como Melancolía. Aquí hay una primera parte con Charlotte Rampling y François Civil: él es un pianista que regresa a su pueblo natal porque ella lo hace llamar. Es un poco como un cuento fantástico, porque empieza a tener alucinaciones. La segunda parte es más un melodrama, con Civil y Nadia Tereszkiewicz».
«No es una película conectada con mi universo personal, ni mis personajes recurrentes. Es otra cosa, y además me sorprendí a mí mismo haciendo cosas que no me esperaba, sobre todo gracias a los actores. Lo de Civil es increíble, no había visto nunca nada así, salvo quizás Roschdy Zem en Roubaix, une lumière». Palabras mayores.