Una casa ibicenca bañada de luz en la que seguir soñando con un verano eterno
Esencia mediterránea, confort y sofisticación definen esta casa ibicenca de nueva construcción que emplea materiales y técnicas locales para fundirse con el paisaje rural de la zona. En ella veranea una familia del norte de Europa que “buscaba un lugar donde desconectar y vivir la isla con calma”, en palabras de Ana Martín, de Estudio Martín Pelaz. “Querían una casa luminosa y acogedora, un refugio donde compartir tiempo en familia y disfrutar de los largos días de verano en Ibiza”.
Para conseguir esa luminosidad que añoraban los dueños, Blakstad Design Consultants, estudio a cargo de la construcción, dotó a los espacios de grandes ventanales que conectan el interior con el exterior y abundantes tragaluces. “El mayor desafío fue integrar los lucernarios que estaban repartidos por toda la casa. Desde el inicio supimos que debían convertirse en un elemento a favor del proyecto, y no en algo que rompiera la armonía del diseño”, recuerda Martín.
“Algunos de ellos, además, necesitaban alojar luminarias colgantes, lo que nos obligó a buscar soluciones muy cuidadas: investigamos durante semanas hasta dar con lámparas que se integraran con la estética general y diseñamos pequeñas estructuras ligeras para instalarlas sin que parecieran un añadido. Fue un proceso muy artesanal, de prueba y error, pero al final conseguimos que estos puntos de luz se sintieran naturales, casi como si siempre hubieran estado ahí. Las lámparas colgantes de la entrada son un buen ejemplo: hoy son uno de los rincones favoritos de la familia y aportan una bienvenida muy especial a la casa”, asegura.
En el estudio, mesa diseñada por Estudio Martín Pelaz; silla de Vitra; lámpara de techo y de mesa de Santa & Cole; escultura floral crudo de Maria Sejas Balda; jarrón negro de Maria Sejas Balda y jarrón crudo de Ana Grajales.Sonia Sabnani
Esa bienvenida resulta igualmente cálida gracias a la materialidad de la estancia, con suelo de piedra y una gran puerta de madera maciza. “Para sumar textura y carácter, colocamos piedra natural en la entrada -que recibe a la familia con un gesto muy orgánico- y piezas de barro en los pasillos de los dormitorios, que generan un ambiente acogedor y casi artesanal”, explica la interiorista, que conceptualizó estas ideas junto con el arquitecto encargado del proyecto, Antonio Miguel Díaz.
Para el resto de la vivienda se ha empleado un terrazo continuo en tonos neutros que aporta fluidez entre las estancias y empasta perfectamente con la paleta serena y terrosa de las paredes, revestidas con pintura a la cal en un tono arena muy suave. “Refleja la luz de forma preciosa durante el día”, describe Martín. Madera de castaño, yeso y tejidos naturales conforman el resto de la composición cromática, creando un ambiente orgánico, sensorial y lleno de matices.
«La atmósfera de la vivienda es de esas que te hacen sentir inmediatamente en casa. Se percibe calma y confort, pero también cercanía y personalidad en cada rincón. Los cuadros, los textiles, la luz que entra por los lucernarios… todo contribuye a que el espacio se sienta vivido y acogedor. Es un lugar donde la familia puede relajarse, disfrutar de momentos juntos y sentir que esta segunda residencia realmente refleja su forma de vivir y de ser», culmina la profesional.