Es una tarde soleada de invierno y Ximena Sáenz nos recibe en su casa del barrio de Florida, en Vicente López, junto a su hija de cuatro meses, Nina, que será testigo de toda la entrevista haciendo sus ruidos de bebé. Nos juntamos a hablar de libros y lecturas con esta cocinera argentina apasionada de la pastelería y, haciendo honor a su profesión, nos ofrece una cheesecake recién hecha, que termina de decorar con frutos rojos mientras encendemos el grabador. 

Como figura pública, Ximena reparte sus jornadas entre las dos sucursales de su restaurante Casa Sáenz, algunas apariciones en programas de tele, y la creación de contenidos para sus redes, donde suele compartir recetas y técnicas con una impronta bien fresca y cercana. Lo que quizás ya sepan si la siguen es que a veces, entre los posteos culinarios, ella cuela recomendaciones literarias o subrayados, como una forma de provocar al algoritmo y ampliar quizás el arco de intereses de sus propios seguidores. “Lo primero que tuve fue un blog que se llamaba Apuntes de cocina, donde ponía recetas y citas literarias. En esa época ni se hablaba del algoritmo y yo de hecho las ponía porque a mí me encantaban, pero no sabía a quién le podía importar ese cruce. Con el tiempo me di cuenta de que sí había gente que se enganchaba con eso. En mi restaurante también apunto a ir construyendo un universo que tenga que ver con lo literario y de hecho hay carteles con citas. Ahora pusimos una de Virginia Higa. Mucha gente que me sigue por las recetas puede también conectarse con los libros e incluso salir a buscarlos”, dice sobre este cruce.

–¿Cómo empieza tu vida como lectora? ¿Qué lecturas te marcaron en tu formación?

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En el secundario tuve una muy buena profesora de literatura, pero no me enganchaba tanto. Cuando terminé la escuela, una amiga me dijo: “Tenés que leer Cien años de soledad. Leelo con un papelito y andá haciendo el árbol genealógico de los personajes, porque si no te vas a perder”. Esa tarea me ayudó a concentrarme y me encantó el libro. A partir de ahí, a mis 18 años, nunca dejé de leer.

Ximena Sáenz, cocinera, conversa con Malena Rey en Florida, Buenos Aires – Foto: Cristina Sille/Cenital

–Además de García Márquez, ¿con qué otros autores te entusiasmaste y los leíste a fondo? 

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Tuve mis épocas. Cuando encuentro un autor que me gusta, me compro todo lo que puedo. En su momento, por ejemplo, amaba a Enrique Vila-Matas, hasta que lo conocí personalmente y me resultó bastante antipático. El primero que leí de él fue París no se acaba nunca y me encantó su universo, de hecho su obra me hizo conocer otros libros. En otra época leí bastante de Alfredo Bryce Echenique, fui muy fanática. Obviamente también pasé por Clarice Lispector: empecé con Revelación de un mundo y amé varios de ella como Cerca del corazón salvaje, que es buenísimo, y La pasión según G.H., que es medio kafkiano. De Virginia Woolf leí bastante también. Lo mismo de Nabokov, lo descubrí en la época en que algunas librerías empezaban a tener bares. Y ahora soy muy seguidora de Leila Guerriero. 

–Mencionaste a muchos autores y autoras que escriben ficción, pero lo de Leila Guerriero es periodismo narrativo, otro género. ¿Qué te atrae de su escritura? 

Me gusta mucho como escribe. Leería cualquier cosa  de ella. Tanto Teoría de la gravedad, que son sus textos breves sobre la vida, como sus perfiles largos, que leo casi como si fueran ficciones. Opus Gelber, sobre el pianista Bruno Gelber, me parece fabuloso también; es un libro que humaniza mucho a una figura más distante. Es muy especial lo que consigue en sus textos. Tengo una anécdota divertida con Leila. Resulta que muchos saben que la amo. Y Rodo Reich, el periodista gastronómico, iba a su taller y yo siempre le preguntaba qué tal era. Un día Rodo me manda un mensaje: “Te tengo que decir algo: hoy Leila va a ir a cenar a Casa Sáenz”. Te imaginarás cómo me puse. Cambié toda mi agenda para estar ahí y recibirla. Cuando llegó, la saludé, le pregunté qué quería comer, y me dijo: “Lo único que te diría es que no me gusta el ajo”. ¡Y la verdad es que toda la carta tiene ajo! Le tuvimos que hacer un plato especial sacándole cosas para evitarlo. No lo podía creer… 

–Tremenda la anécdota. ¿Y nunca se te dio por anotarte en sus talleres o en otros?

Sí, de hecho una amiga me regaló para mi cumple un taller de lectura virtual con Leila. Era un recorrido por sus lecturas de formación que duraba dos días y fue bárbaro. Cuando era más chica, a los 24 años, hice un taller con Fernando Sánchez Orondo. Lo disfruté un montón, me encantaría volver a escribir, pero no sé si es lo mío. Amo leer, pero no sé si amo escribir. 

Ximena Sáenz, cocinera, en Florida, Buenos Aires – Foto: Cristina Sille/Cenital

–La vida de la gente que se dedica a la cocina es bastante vertiginosa, tanto haciendo tele como trabajando en restaurantes. ¿En qué momento leés? ¿Cómo te hacés esos huecos?

Leo a la noche, siempre lo intento. Cuando nació mi segunda hija, me despertaba a la madrugada a darle la teta y leí un montón ese primer mes. Me enganché con Una historia del conurbano, de Pedro Saborido. Me hacía reír mucho. También leo en viajes: me encanta estar enganchada y querer volver al libro en cualquier momentito. Y ahora leo mucho con mi hija mayor, Nerolí, que tiene 7 años. Estamos leyendo juntas todas las noches Harry Potter. Ya leímos el 1, ahora estamos con el 2. Disfruto mucho ese momento con ella, es hermoso leer con los chicos. Me emociona que elija qué libro quiere que le lea, que se acuerde de los detalles, que se aprenda las frases de memoria. Siento que va a ser lectora porque le interesa y lo está mamando. Si le preguntás a ella cuál es la autora favorita de mamá dice “Leila Guerriero”. Me muero de risa. 

–Hay etapas de la vida que pueden acompañarse de ciertos libros. ¿La maternidad te llevó a leer libros sobre el tema, por ejemplo? 

Durante mi primer embarazo quería leer sobre el tema y no encontraba nada. Ahora escuché un podcast que se llama Comadre que tiene un episodio sobre Maternidad y literatura y anoté varias cosas que voy a ir consiguiendo. Gracias al podcast llegué por ejemplo a Línea nigra de Jazmina Barrera y me hizo muy bien leer ese libro. Necesitaba algo literario sobre la maternidad. No quería ninguna bajada de línea sino literatura. El puerperio es un tiempo tan confuso, oscuro, cambiante, profundo, que necesitaba algo que hablara de eso y me encantó ese texto. 

–Me interesa saber cómo pasás de un libro a otro. ¿Por recomendaciones puntuales? 

Siento que los libros son como puentes y de uno voy pasando a otro, como si hubiera una escalerita que los conectara. Ahora leí Literatura infantil de Alejandro Zambra y me encantó porque recomienda libros para chicos. Entonces ahora salgo a buscar esos para mis hijas, como el del Topito Birolo. Mis mejores amigas son todas muy lectoras también, así que nos vamos recomendando, y siempre nos regalamos libros. También presto y me prestan mucho, porque están caros los libros, así que los ponemos a circular. 

–¿Hay géneros que te despierten más interés que otros?

Me gustan los libros dramáticos. Y regalo esos libros también. A mi suegra le regalé Las gratitudes de Delphine de Vigan porque me había encantado, pero a ella le pareció medio fuerte. También estoy atenta a las nuevas autoras argentinas: Magalí Etchebarne, Virginia Higa, Romina Paula, por ejemplo. Me gusta la narrativa personal también. El libro de Liv Ullmann, Senderos, me fascinó en su momento. Ella era la esposa de Bergman, y estos son fragmentos de lo que a ella le iba pasando. Es literatura del yo de los años setenta muy bien escrita. De Mariana Enriquez me gustó mucho La hermana menor, sobre Silvina Ocampo, pero no leí sus libros de terror porque no disfruto de ese género. Tampoco me interesa la ciencia ficción, aunque de joven leí a Bradbury, claro. 

Ximena Sáenz, cocinera. Foto: Cristina Sille/Cenital.

Los libros de cocina en tiempos de internet

Nos levantamos de la mesa para asomarnos a su cocina, bien espaciosa y acogedora, el corazón de la casa. Ahí está dispuesta en dos estantes una parte de su colección de libros de cocina (la otra está en su habitación): tomos en inglés y en español llenos de recetas que tienen un uso casi permanente, con páginas marcadas con post-it. Muchos de ellos le sirvieron en su momento como referencia para publicar los propios: Apuntes de cocina, y La hora del té

–¿Cuáles son tus preferidos?

Uno de mis libros favoritos es este. Para mí es como una biblia, de hecho lo tengo marcado por todas partes. No es de recetas: se llama La cocina y los alimentos, de Harold McGee, y es una especie de enciclopedia. Lo usaba mucho cuando hacía tele para buscar datos. Por ejemplo, si querés hacer merengue, te explica las cuestiones científicas que intervienen. Es un libro de consulta permanente para mí. Te ayuda a entender por qué pasa lo que pasa. Cualquier técnica que quieras saber, venís acá y te la explica.

Ximena Sáenz, cocinera – Foto: Cristina Sille/Cenital

–Veo que hay varios en inglés. ¿Te trajiste muchos de tus viajes?

Sí, en un momento compraba estos libros sin parar. Tengo cientos de libros de cocina porque era mi obsesión antes de tener hijos, cuando una le dedica todo el tiempo, la energía y el dinero que tiene a lo que le gusta. Y los usaba un montón. Entre mis favoritos también están los de Alice Waters, la Dolli Irigoyen de Estados Unidos. Es la cocinera que abrió el restaurante Chez Panisse de San Francisco, que es lo más. Este otro libro sufrió un accidente, se me mojó. Se llama Salt Fat Acid Heat de Samin Nostrat. Ella tiene una serie en Netflix que se llama igual que el libro. Lo que tiene de hermoso es que está lleno de técnicas de cocina. Tiene algunas recetas, pero lo más claro son otras cosas: cómo se hace una emulsión, por ejemplo. Y tiene un montón de ilustraciones. En general, los libros de cocina que más me gustan no tienen muchas fotos. 

Foto: Cristina Sille/Cenital

–¿Cómo es eso?

Lo que pasa es que las fotos pasan de moda. La estética va cambiando. Este libro es de una pastelera de Estados Unidos y las fotos ya son antiguas. En cambio el texto sí sigue vigente siempre. En mi libro de cocina las fotos son re importantes y las hice con Caro Colmenero que es muy amiga mía, pero me doy cuenta que en general prefiero los que no tienen ninguna. 

–Tengo la impresión de que en estos últimos años dejamos de acumular libros de cocina y ahora buscamos todas las recetas en internet. ¿Cómo te llevás con eso?

¡Me pasa con mis propias recetas que a veces me es más fácil buscarlas en internet que en los libros! Es terrible… El otro día quería hacer una receta de cookies con mi hija y lo primero que me salió fue buscarla en el teléfono. Pero no le quiero enseñar solo eso. Así que miramos juntas la biblioteca hasta encontrar la que queríamos en un libro de pastelería. Yo empecé a trabajar en Cocineros argentinos en 2009 y las cosas eran de una manera. Durante todos esos años de hacer tele, las redes sociales crecieron muchísimo, y las recetas pasaron a ser más cortas, más veloces. Y algo similar pasó con las editoriales. Cuando publiqué Apuntes de cocina, Planeta hacía unos cien libros de cocina por año, era un delirio, se habían puesto muy de moda. Ahora no sé qué cantidad estarán sacando, pero un número mucho menor…

–¿Y entre cocineros se recomiendan libros de cocina?

¡Sí, nos re recomendamos! Justo ahora empezamos una biblioteca rodante con los jefes de cocina de Casa Sáenz y entonces llevamos libros, los giramos. El año en que arranqué en Cocineros leí un libro de Julian Barnes que se llama El perfeccionista en la cocina, que es mi libro de cabecera para muchas cosas, y lo recomiendo y regalo bastante. En ese libro él cuenta que ama cocinar, que es un amateur fanático, y desde su perspectiva explica todo lo que sufre haciendo recetas de cocineros. Él contaba por ejemplo que en el libro se pedía “un manojo de cebolla”, y decía: “¿y yo cómo sé de qué tamaño es la mano del cocinero?”. Era desopilante cómo lo contaba. Fue clave leer este libro: me ayudó a tener presente siempre el punto de vista del que recibe la receta. 

Ximena Sáenz – Foto: Cristina Sille/Cenital

Leer como refugio

Ximena nos invita ahora a subir a la primera planta de su casa, donde están el resto de los libros. Los tiene apilados a ambos lados de un pasillo porque se mudó hace relativamente poco, y todavía no consiguió disponerlos de otra forma. “Tuve épocas de ordenar por autor, de ordenar por color. Ahora desde que me mudé está todo mezclado: soy madre, no tengo tiempo para nada. Yo inconscientemente sé donde están, pero no hay una lógica”, aclara. Así que pasamos a examinar los volúmenes a medida que los va encontrando y señalando.

Foto: Cristina Sille/Cenital

–A ver, hagamos un picadito de todos estos libros que hay acá.

Dale. Este se llama ¿Qué es el cine? de André Bazin, y es un clásico. Me encanta, es de la época en la que estudiaba Diseño de Imagen y Sonido. Lo tenía en fotocopias en 2002, y lo conseguí en Madrid, en una librería que se llama Ocho y medio. Acá hay también varios de Amélie Nothomb. Tuve una época en la que era fan. Ella habla mucho de la comida en sus libros porque tiene sus cuestiones con eso, por ejemplo en Biografía del hambre. Otra autora que me encanta es Joan Didion. Es buenísima. ¡Hebe Uhart también! Y Liliana Villanueva, que iba a sus clases y después escribió sobre viajes. Me gusta mucho leer autores argentinos y encontrar los modismos nuestros. Eso me pasó por ejemplo con este libro de Laura Palacios, que no es una escritora tan conocida. Son todos textos de lugares de la provincia de Buenos Aires. De acá saqué cosas sobre cocina porque habla mucho de los cumpleaños cuando éramos chicos, por ejemplo. Y de Adriana Riva me gusta su novela La sed. Me di cuenta de que su mamá era del mismo pueblo que mi papá: Macachín, en La Pampa. Yo no vengo de una familia lectora, la verdad, pero ahora mi mamá lee un montón y de hecho compartimos el gusto: cambiamos libros y los comentamos. Leyó mucho a Didion también. El otro día le pasé uno de Vivian Gornick y le encantó.

Foto: Cristina Sille/Cenital

–¿Cómo te definirías como lectora? 

(Piensa un rato) Creo que soy una lectora ávida, en el sentido de que siempre en mi mesa de luz tengo varios libros, y mantengo la avidez de terminar uno y empezar otro. No puedo parar. De hecho a veces es demasiado, porque no los llego a procesar bien. Soy una lectora desordenada también. No te sé decir qué leí a principios de año, todo se me mezcla. Pero siempre estoy movida por mi propia curiosidad. Me hace muy bien leer, más en este momento en el que todo va muy rápido, todos estamos con el celular en la mano y hay tanta información… En la lectura siempre encontré un espacio para mí, bien interior. Una especie de refugio de tranquilidad. La cocina es distinta, es muy social, y muy física, cosas que también me gustan. Empecé a leer mucho en la época en la que empecé a cocinar, porque necesitaba eso otro. Me acuerdo que en una época trabajaba en un hotel, y entraba a las 8 de la mañana. Viajaba desde lejos, porque soy de Monte Grande, y a veces llegaba muy temprano, quizás una hora antes. Entonces me iba a un Burger King a una cuadra del hotel, me compraba la promoción del desayuno, y en ese rato, antes de entrar a trabajar, leía. Era oro esa hora. Era la hora que me permitía pasarla mucho mejor en lo que venía después: moler galletitas, armar el cheesecake, etcétera.

Ximena Sáenz – Foto: Cristina Sille/Cenital

–¿Qué hace acá la autobiografía del príncipe Harry?

Mi mamá me pasó este libro y yo pensé que nunca en mi vida lo iba a leer. Y un día, mientras escuchaba un podcast sobre libros, me enteré de que lo escribió el mismo ghostwriter que Open, de André Agassi, del que soy muy fanática. El escritor es buenísimo, se llama J.R. Moehringer. De hecho escribió su autobiografía, que también leí: El bar de las grandes esperanzas. Escribe de tal forma que no podés parar de leerlo. Es magnético. También me gustan los libros con estrategias laborales y procesos colectivos. Leí por ejemplo Creatividad S.A., de uno de los creadores de Pixar, sobre sus métodos de trabajo. Y El camino del artista, de Julia Cameron. Los procesos creativos me interesan mucho, y es clave investigar sobre eso cuando trabajás con mucha gente.

–¿Cómo te llevás con la poesía?

No conozco tanto el código de la poesía, pero tengo una librera que me entiende y me conoce. Se llama Laura y su librería es Léeme mucho, en la calle Donado. Ella me empezó a insistir para que leyera poesía y me dio el de Sharon Olds, La materia de este mundo, que me pareció increíble, con traducción de Inés Garland. Ahí entendí por dónde pasaba. Pero no leo mucha poesía.  

–Esta pregunta trato de hacerla siempre: ¿qué libro le recomendarías a alguien que no lee mucho para que se enganche?

Me pasa bastante de hablar con gente que no lee y querer recomendarles algo que les encante. A mí El guardián entre el centeno me parece que no puede no funcionar. Es un librazo. Y me acuerdo que no podés parar de leerlo. Y con otro que me pasó algo parecido es con A sangre fría: lo releí después del ensayo de Leila escrito en la casa en la que vivió Capote. Me gusta mucho el true crime. Y Los sorrentinos de Virginia Higa también lo recomendaría. Le puede gustar a mucha gente.

Una cita de este libro está ahora en los locales de Ximena Sáenz – Foto: Cristina Sille/Cenital

–¿Cuál es el libro más raro de tu biblioteca?

No sé… Quizás sea este: Autobiografía de un yogui de Paramahansa Yogananda. Me lo recomendó Isha Escribano que da clases de meditación. Es un libro de 1946 que cuenta la vida del tipo que lleva el yoga de la India a San Francisco mucho antes de que el yoga se vuelva una práctica tan habitual. A él una voz le dice “vos vas a estar al lado del mar”, interpreta ese mensaje y se va. Pero tiene que volver a la India a ver a su maestro, así que viaja a Inglaterra, después a Francia, se compra un auto, y se va con más personas en una travesía que dura como un año y medio. Me pareció muy interesante. 

Ximena Sáenz y su libro más raro – Foto: Cristina Sille/Cenital

–Bueno, antes de despedirnos, quería darte los libros que te traje de regalo. Son justamente dos libros bastante literarios sobre maternidad: Un trabajo para toda la vida, de la escritora canadiense Rachel Cusk, en el habla con mucha franqueza del vínculo sus dos hijas desde que son muy chicas y El nudo materno, un libro genial de la década del setenta de una escritora feminista, Jane Lazarre, en el que aborda los sentimientos ambivalentes de la experiencia de ser madre. También te dejo uno para tus hijas: un libro ilustrado sobre el cuerpo y sus cambios, de Nicolás Schuff y Mariana Ruiz Johnson: Juan por adentro y por afuera

¡Qué genial! ¡Muchas gracias! Me parece que el de Cusk era uno de los que tenía anotado del podcast de maternidad. Me la vienen recomendando mucho a ella. Después te cuento qué me parecen.

Los libros que Malena le regaló a Ximena – Foto: Cristina Sille/Cenital

Muchas gracias, Ximena, por recibirnos.

Fotos: Cristina Sille

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