Tantas personas han querido descubrir lo que Richard Zubelzu narra en ‘Reinosa, 1987’, que de dos sesiones previstas en los Cines Embajadores, se pasó … a cuatro ayer tarde. El documental, producido por Magda Calabrese, se mantendrá en cartel la próxima semana, como una oportunidad de echar la vista atrás y recordar lo que supusieron los acontecimientos de aquella primavera convulsa.
-¿Qué le impulsó a abordar este episodio concreto de la historia reciente?
-Para mí es muy importante, porque ten en cuenta que esto yo lo viví con nueve añitos. Me quedaba muy impresionado al verlo desde la ventana; me parecía como si fuese una guerra realmente. Mis padres vivían justo en la Calle Mayor, y ahí veías las tanquetas disparando hacia los cristales. Una locura. Y por mi trayectoria es una cosa que siempre he querido contar. Es una historia que llevaba dentro y tenía que soltarla un poco.
-Y llegó finalmente el momento, 38 años después de aquellos hechos que marcaron la historia del municipio
-Se dieron las circunstancias, hace 3 años, de empezar la producción, y buscar documentación. Hablé con Miguel de las Cuevas, para el tema de archivo y él me puso en contacto con Ángel Colina, que es el que hizo la famosa foto que se ve en el documental. TV3 también aportó parte de su archivo documental, que es uno de los mayores de la época. Aunque ha sido un proceso muy laborioso, al final estamos muy contentos. Lo que yo quería contar también era el por qué se llegó a esa situación.
-¿Quería dar respuesta a esa pregunta porque sentía que no se había explicado?
-En parte sí y porque no entendía por qué desde muchas instituciones no se contaba. El Gobierno municipal actual, es más abierto, pero el anterior como que lo quería ocultar. De hecho, la placa que hay de Gonzalo Ruiz, el obrero fallecido, la puso la Peña Kant-tiber, que es una peña de fútbol. No me entraba en la cabeza. Tú vas a Reinosa y hablas con gente de 35 años para atrás sobre la primavera del 87 y te dicen que es una canción de La Fuga.
-¿Cómo se oculta un acontecimiento de por sí asociado a la historia de un lugar ?
-Nunca lo he entendido y todos mis amigos, los que colaboran en este trabajo, tampoco lo entendíamos. De ahí poner en valor esa lucha obrera que hubo en Reinosa, porque un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro. Reinosa ha perdido 5.000 habitantes desde entonces y planteamos también preguntas que dejamos en el aire para que la gente piense ¿por qué? Porque no ha sido una reconversión industrial; es una desindustrialización.
-La memoria es un eje recurrente en su filmografía. ¿Cómo dialoga este trabajo con los anteriores?
-La memoria y el tema social. Me gusta visibilizar las cosas que no suelen ser visibles. Tanto en tema LGTB, en el tema de la memoria democrática, medio ambiente… Y este es un una pata más, digamos, de toda mi trayectoria. Por lo que me dicen los críticos, es mi mejor trabajo, posiblemente también por la madurez con la que he llegado. Era el momento idóneo para hacerlo.
-¿Cómo decidió el enfoque de la historia, entre la parte emocional, la periodística y la testimonial?
-En este documental se planteó, al principio, hacer una comparativa con la actualidad y cómo están las fábricas ahora. Pero era un jardín tan grande en el que nos metíamos que cambiamos el paso. Creo que esa madurez también me ha llevado a profundizar un poco en el enfoque más emotivo, más que sintetizar o generar malas interpretaciones después con el poso que deja el documental.
-¿Esa madurez le permitió saber cuándo renunciar?
-Sí, sin duda. También como hemos tenido muchos problemas de financiación, que al final lo he financiado yo entero, te da el punto de reposar, y al volver a retomarlo, hacías cambios que no tenías previstos. Como comerte un buen cocido montañés bien reposadito o una comida rápida en una hamburguesería. Tener la paciencia adecuada y esa templanza ha beneficiado al trabajo final.