En Valencia hay dos debates que nunca mueren: quién prepara la mejor paella y qué está construyendo ahora la familia Roig. El primero es cuestión de gustos; el segundo, de futuro. Y en ese escenario donde los planos se mezclan con la expectación ciudadana aparece Amparo Roig, la tercera de las cuatro hijas de Juan Roig y Hortensia Herrero, que ha encontrado en la arquitectura su manera de dejar huella.

Aunque muchos la imaginaron siguiendo la ruta empresarial marcada por el patriarca de Mercadona, eligió otro destino: el de los espacios y las ciudades. Arquitecta de formación, se asoció con dos compañeros para fundar ERRE Arquitectura, un estudio con sede en la capital levantina que ya acumula más de 25 años y que combina diseño, sostenibilidad e innovación. Desde viviendas unifamiliares hasta complejos deportivos o terminales privadas, su cartera de proyectos habla de una arquitectura que busca algo más que la funcionalidad: quiere mejorar la vida de quienes la habitan.

Amparo Roig (derecha)

Entre todos sus trabajos, hay uno que no solo concentra titulares: el Roig Arena. Este coloso multiusos, inaugurado el pasado septiembre, ha cambiado para siempre el perfil urbano de la capital del Turia y se ha convertido en el pabellón más grande de España. Lo más llamativo es que el proyecto lleva la impronta familiar en cada detalle: mientras el músculo financiero llega de Licampa 1617, sociedad patrimonial de Juan Roig, la visión arquitectónica la firma ERRE, con Amparo como una de las mentes que dieron forma al diseño. No se trata únicamente de la nueva casa del Valencia Basket, equipo inseparable de la familia, sino de un complejo cultural y de ocio llamado a albergar conciertos internacionales, espectáculos de gran formato y congresos de primer nivel. Un espacio que no solo suma infraestructuras, sino que actúa como un auténtico catalizador económico y social para la ciudad, capaz de atraer talento, turismo y comunidad. En definitiva, un proyecto donde queda claro que todo queda en casa: el padre pone la ambición y los recursos, y la hija, la arquitecta, aporta el cerebro creativo que ha convertido la idea en un icono urbano.

Esta mujer también está detrás de la rehabilitación del Palacio Valeriola, que hoy alberga el Centro de Arte Hortensia Herrero, una joya museística impulsada por su madre.

El matrimonio Juan Roig y Hortensia Herrero (en el centro), con sus hijas (de izquierda a derecha) Juana, Amparo y las mellizas Hortensia y Carolina,

Lo cierto es que, más allá de sus logros, su perfil es de los más blindados de la familia Roig. Apariciones públicas, las justas; entrevistas, prácticamente inexistentes. Amparo ha cultivado una vida lejos del ruido mediático, donde cada detalle personal se protege con celo. Su discreción roza lo enigmático: es una profesional reconocida, pero de la que apenas se sabe fuera de los círculos empresariales y culturales en los que se mueve. Eso no impide que aflore alguna pincelada de su vida privada. Una de ellas es su pasión por las Fallas. La relación de los Roig con la fiesta viene de lejos, cuando la familia formaba parte de la comisión de La Bicicleta. En 1994, su hermana Carolina fue proclamada fallera mayor, y además se dice que todas las hijas han vivido ese privilegio en algún momento.

Blindada en lo personal, pero visible en lo profesional, Amparo también forma parte del Consejo de Administración de Mercadona, junto a sus hermanas Hortensia y Juana. En el plano personal, está casada desde 2008 con Antonio Cabedo, hijo de la condesa de Salvatierra de Álava. Su boda fue un hito, celebrada con más de 500 invitados y recepción en el Palau de la Música.