Un estudio concluye que la pandemia de COVID-19 puede haber dejado una marca significativa a nivel cerebral en los seres humanos, incluso si no se enfermaron: el estrés mental, social y financiero de la pandemia también puede haber envejecido nuestros cerebros.

La pandemia de COVID-19 dejó una marca imborrable en la salud cerebral de la población mundial, incluso en quienes nunca contrajeron el virus. Un estudio liderado por la Universidad de Nottingham, en el Reino Unido, y publicado en la revista Nature Communications revela un envejecimiento acelerado del cerebro atribuido al estrés psicosocial, el aislamiento y la incertidumbre financiera vividos durante los confinamientos y las restricciones sanitarias.

Envejecimiento cerebral acelerado

Para arribar a esta conclusión, los investigadores analizaron imágenes de resonancia magnética procedentes del UK Biobank. Estudiaron más de 15.000 escaneos cerebrales de adultos saludables previos a marzo de 2020 y seleccionando cientos de características específicas, estableciendo modelos de edad cerebral. Luego aplicaron dichos modelos a 996 voluntarios, 432 de los cuales fueron escaneados antes y después de la pandemia y 564 solo antes de la misma.

Los resultados fueron contundentes: quienes vivieron el período pandémico mostraron, en promedio, un desfase de 5,5 meses adicionales en la diferencia entre su edad cerebral estimada y su edad cronológica, comparado con el grupo que no había atravesado la pandemia.

Este incremento en la “brecha de edad cerebral” fue estadísticamente significativo y se observó independientemente de si los individuos habían contraído COVID-19 o no. El envejecimiento acelerado fue más pronunciado en hombres, en individuos de edad avanzada y en aquellas personas procedentes de entornos socioeconómicos más desfavorecidos.

El entorno y su impacto

Los investigadores midieron índices como empleo, educación e ingresos y encontraron incrementos de hasta casi seis meses adicionales de envejecimiento cerebral en personas con peores puntuaciones socioeconómicas durante la pandemia. Estos hallazgos apuntan a un efecto amplificador de las desigualdades preexistentes sobre la salud cerebral, a partir de los efectos de la pandemia.

Referencia

Accelerated brain ageing during the COVID-19 pandemic. Ali-Reza Mohammadi-Nejad et al. Nature Communications (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-025-61033-4

Aunque la brecha de edad no se asoció de forma general con un deterioro cognitivo en los no infectados, sí logró relacionarse con una caída significativa en la flexibilidad mental y la velocidad de procesamiento en quienes padecieron COVID-19, según una nota de prensa. Esto sugiere que la infección añadió un “coste” cognitivo adicional sobre el envejecimiento inducido por el estrés pandémico, pero no explica por completo el fenómeno observado en la población general.

En resumen, los científicos destacaron que incluso las personas que no contrajeron COVID mostraron aumentos significativos en la tasa de envejecimiento cerebral. Esto evidencia cuánto puede afectar nuestra salud mental y cognitiva un suceso global con este nivel de impacto, más allá de la infección y sus consecuencias biológicas.