Sábado, 13 de septiembre 2025, 09:00
Damián Castaño (17 de diciembre de 1990) tiene que batallar con las corridas más duras del campo bravo, primero por aquellas plazas de Dios y ahora en los grandes escaparates de Madrid, Bilbao y Pamplona para que, por fin, seis años después, vuelve a ver su nombre impreso en La Glorieta. La suya no es una presentación, pero casi: en 13 campañas como matador de toros (alternativa en Gijón, 2012) solo toreó una vez en esta plaza, ese día, sin cortar, orejas nació la actual versión del torero que ahora vuelve al abono en la primera de sus cuatro corridas de toros este 2025. En el festejo del 12 de septiembre del 2019 —con Chaves y Alejandro Marcos con un imponente encierro de Adelaida Rodríguez— las pandemias estaban arrinconadas en los libros de historia… Ha llovido.
¿Cuánto pueden hacerse de largos seis años?
—¡Buf! Es que he toreado una sola tarde en 13 años como matador de toros. Te puedes imaginar lo que es una espera de seis años desde la última vez. Es un tópico decirlo, pero vengo en el mejor momento. Y también lo es, que esta plaza es donde más presión siento, y donde más ilusión tengo.
¿Qué ha sido más largo o más duro?
—Duro, muy duro. Verte toreando en otras ferias, corridas muy exigentes, y no poder hacerlo en casa… para mí ha sido muy duro. Quería consolarme sabiendo que es que son muy pocas corridas de toros las que tiene la Feria y por ahí he tratando de entender que no me llamaran.
¿Qué duele más, no verse en los carteles o, habiendo sustituciones que cubrir, que no suene el teléfono?
—Pues fíjate, hace dos años (en la Feria del 2023) la empresa tuvo el gran detalle de pensar en mí para sustituir a Morante en la primera de sus dos tardes. Había cortado una oreja en Bilbao y estuve bien en Madrid. Parecía mi momento… pero me pilló toreando en Perú. Traté de encajar las piezas, pero me fue imposible. Aquello me partió el corazón. Estuvo mucho rato llorando tras decir que no.
¿Llegó a dar por perdida esta Feria? Su nombre no apareció en las quinielas prácticamente hasta que se vieron los carteles impresos.
—La verdad es que me enteré a última hora, no sabía que iba a estar. Al final entré y estoy agradecido. Ahora quiero aprovechar mi oportunidad. Todas las tardes tienen un plus, pero Salamanca tiene un extra.
Explíquese más.
—Es mi casa y como tal siento al verme anunciado que es la recompensa a años tan duros. Viene después de haber estado en ferias como Bilbao, Madrid, Santander, Pamplona… Es lo que soñaba de niño. Aunque suene mal, estoy disfrutando mucho, y es algo nuevo porque en esta profesión se disfruta poco, se pasa muy mal, hay corridas muy duras. Y en mi caso, que además vengo desde muy abajo, por debajo de la planta cero, desde el sótano. Imagínate por tanto lo que es ese plus: hubo un momento en mi carrera en que no me imaginaba esto. Estuve a punto de tirar la toalla, precisamente en mi primera corrida con Dolores Aguirre, en Cercedilla. Gracias a Dios, el toro me ha recompensado tanto sacrificio y tantos años en el olvido de todos.
Esa corrida de Dolores de Cercerdilla no era otra cosa que el ‘bajío’ gitano, ya sabe lo que dicen de los comienzos.
—Con Dolores Aguirre he toreado muchas corridas, casi toda la camada. Fíjate, empecé mal, aquel día incluso me planteé retirarme. Y luego esa ganadería me dio triunfos enormes. No entiendo que haya un festejo de Dolores Aguirre y no esté yo.
Si hay otro nombre ligado a su carrera es Bilbao.
—Mira, a la empresa de Bilbao le estaré siempre agradecido. Me pusieron sin tener mérito y gracias a esa corrida he ido repitiendo. Y van cuatro consecutivos. Es un lugar donde me siento súper querido: la gente se hace fotos conmigo al llegar como una figura, lo noto cuando salgo con el capote. Ellos me llaman «el torero de Bilbao». Que te quieran tanto en esa plaza tan seria llena mucho.
¿Se siente torero de Salamanca y de La Glorieta?
—Fíjate, llevo entrenando en La Glorieta desde los 7 años y hasta en 2020 estuve todos los días de mi vida allí, entrenando con nieve, con sol. Ver esta plaza vestido de luces es… Mira, las cosas pasan por algo. Dios ha querido que sea así. Es un sueño y a la vez me presiona. Aquí convivo, aquí está mi familia, mis amigos, y aquí la gente te recuerda en el invierno, que es muy largo, lo que pasó aquel día. La ilusión también la tengo en ese nivel.
¿Entre miedos y sueños, en qué nota que la hora de reencontrarse con La Glorieta se acerca?
—En mis hijos, que todos los días me lo recuerdan. Me dicen, Papá, te he visto en el cartel en tal sitio, en este otro… Quiero que ese día me acompañen cuando me vista de torero, que estén conmigo en la habitación del hotel. Eso me ilusiona mucho.
Queriendo generar nuevos recuerdos, ¿qué recuerda de aquella tarde con los ‘adelaidas’ en La Glorieta?
—Todo, perfectamente. Tenía la imagen de que ahí se acababa mi vida taurina si no salía a hombros. No tenía bagaje ni méritos y era mi única oportunidad… Al verme sin orejas y sin nada, me fui destrozado. Luego fue el principio de muchas cosas. Lo que parecía una desilusión fue el comienzo: los profesionales, los periodistas y los aficionados me descubrieron que había vida en mi actuación pese a no triunfar. De ahí vino Cenicientos y luego las ferias toristas.
Se anuncia con un encierro de Vellosino, que es otra guerra distinta.
—Sí, pero me ilusiona porque sueño con torear como entreno, si embisten como suelen hacerlo, quiero que se me vea como pocas veces se me ha visto, a gusto con la mano izquierda, como alguna vez sí me he podido sentir en Madrid. Sueño mucho con torear un toro bien, que es para lo que me preparo, no lo hago para defenderme.
Con todo lo que ha tenido que aguantar, ¿qué habría cambiado por ver a su hermano en la Feria, despidiéndose de la que también es su casa?
—Me hubiera encantado hacer el paseíllo con él. Era una ilusión suya. Pero también lo era la mía. Llevamos 20 años juntos en esto. Poderme despedir con él hubiera sido un sueño. No ha podido ser, porque así han sido las cosas…
Y qué cosas…
—Como te digo, nos hubiera encantado torear juntes. Pero hay que aceptarlo. Se despedirá de una manera muy bonita en Zaragoza, que en cierta medida también es su plaza. Me gustaría acompañarle vestido de paisano ese día.
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