Por Juanma Esparcia – Entrenador ATP Tour

Como entrenador con muchos años de experiencia en el circuito, he tenido la fortuna de acompañar a jugadores en torneos en los circuitos ATP, WTA e ITF por todo el mundo, pero siempre vuelvo con una emoción especial a dos lugares por los que siento un profundo cariño: Pozoblanco y El Espinar. Dos torneos históricos, que no solo han sido testigo del crecimiento de muchos tenistas, sino que representan lo mejor del esfuerzo en equipo, la pasión por el tenis y la capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia.

Hoy en día, gracias al gran trabajo de la Real Federación Española de Tenis, las federaciones territoriales y muchos clubes, la pirámide competitiva en nuestro país está muy bien estructurada: contamos con numerosos torneos ITF, ATP Challenger e incluso nuevos eventos WTA. Pero eso no significa que sea fácil mantener un torneo en lo más alto del circuito profesional. Al contrario, cada año es una batalla contra el presupuesto, las exigencias crecientes del circuito y los cambios constantes del calendario internacional.

En 2024, tanto el Open Ciudad de Pozoblanco como el Open Castilla y León Villa de El Espinar vieron cómo, por distintas circunstancias, sus torneos bajaban a la categoría Challenger 50. Un revés que habría tumbado a muchos, pero que en estos casos se convirtió en un punto de inflexión. Este 2025, ambos han regresado con fuerza a la categoría Challenger 75, cumpliendo con los nuevos estándares ATP y ofreciendo, de nuevo, una plataforma de alto nivel para que los jugadores puedan sumar puntos clave antes del US Open.

Y no es casualidad. Como cada año, muchos jugadores se juegan en estos torneos la clasificación al US Open, ya que el corte se produce el lunes después de El Espinar. Por ejemplo, este año, el flamante vencedor de Pozoblanco, nuestro joven jugador Daniel Mérida, ha conseguido clasificarse para su primer Grand Slam tras vencer allí. Y el finalista, Sun Fajing, el jugador chino al que tengo el honor de entrenar desde hace tres años, ha consolidado su entrada al US Open después de alcanzar la final. Hoy, mientras escribo esta columna, hay muchos otros jugadores luchando por lo mismo, esta semana ya en El Espinar, y el nivel de tenis está siendo altísimo.

Esto es posible gracias a un esfuerzo titánico por parte de los equipos organizadores y todo el grupo de voluntarios que lo completan en ambos torneos.

Pozoblanco: entrega, comunidad y crecimiento

En Pozoblanco, bajo la dirección de Marcos García, se ha trabajado sin descanso para mejorar y reacondicionar instalaciones, reforzar la hospitalidad, profesionalizar la atención a jugadores y medios, y elevar la calidad del evento y la experiencia para los aficionados.

Pozoblanco tiene, además, un ambiente muy especial.

El calor de julio obliga a jugar los partidos ya entrada la tarde, y a menudo se alargan hasta la medianoche, creando una atmósfera mágica en torno al club. Este año, como novedad, la zona de chill out ha sido rediseñada por completo: donde antes estaba el chiringuito, ahora, a petición de la ATP, hay una quinta pista. La nueva zona social se ha montado alrededor de esa transformación: un food truck con buena variedad para cenar, una barra con bebidas frías, y hasta actividades nocturnas como conciertos, creando una experiencia fantástica para el público.

Desde mi punto de vista, ha quedado muy bien: es un lugar donde los aficionados no solo ven tenis, sino que comparten y disfrutan.

Para mí, es de admiración ver cómo cada año el extenso grupo de voluntarios y equipo de profesionales alrededor del evento, compuesto por integrantes de diferentes generaciones, se supera y busca la excelencia en lo que hacen. Familias enteras colaborando en el desarrollo del evento: voluntarios jóvenes, padres, madres, abuelos… todo el pueblo de Pozoblanco volcado con su torneo.

El grupo de recogepelotas ha vuelto a mostrar esa entrega e ilusión que tanto admiran los jugadores, y que además son el futuro del evento. Muchos voluntarios me comentaban que ellos también empezaron como recogepelotas. Para mí, como entrenador, es una satisfacción tremenda ver la cara de ilusión de los más pequeños cuando se acercan a los jugadores, y ver cómo su rostro muestra abiertamente el deseo de algún día poder participar en el evento, e incluso soñar con llegar al tenis profesional, como es el caso de los jugadores locales Alejandro López y Miguel Cejudo, que recibieron una invitación para competir, y que, como he podido comprobar con mis propios ojos, han subido notablemente su nivel respecto al año pasado. Alejandro incluso ha logrado ya sus primeros puntos ATP y está compitiendo de forma regular en el circuito Futures. Estoy convencido de que el impacto de este torneo ha sido una pieza clave en ese progreso.

Además, varios chicos de la escuela del club han participado como sparrings, ayudando en calentamientos y sesiones de entrenamiento a los profesionales, y también se vivió un momento muy especial con los más jóvenes como protagonistas. Se organizó un torneo infantil dentro del marco del evento, el ambiente fue muy bueno, con un público que disfrutó muchísimo viendo y alentando al futuro del tenis local. La final se disputó en la pista central – Fabian Dorado, justo antes de la gran final del ATP Challenger. Lo más emocionante fue descubrir que los dos finalistas eran precisamente los nietos de Fabián Dorado —que en paz descanse— y de Marcos García, pilares fundamentales de este torneo. Un guiño precioso a la historia del evento, al legado que continúa y al futuro que ya empieza a florecer en la misma pista donde compiten figuras del circuito.

El Espinar: tradición, historia y nuevos retos

En El Espinar, con Mónica Muñoz al frente del equipo y Vivi Ruano como directora del torneo, el evento también se está modernizando y adaptando con acierto a las nuevas y numerosas exigencias del circuito profesional.

Recuerdo que el año pasado, Mónica y yo tuvimos una conversación muy sincera, en la que ella se interesó por conocer mi punto de vista como entrenador, y en la que participó también uno de los Tour Managers de la ATP, buscando detectar juntos mejoras y detalles que pudieran ayudar a que el torneo volviera a estar en el candelero. Esa actitud abierta y receptiva, con voluntad de escuchar y evolucionar, dice mucho del liderazgo actual.

El Espinar es uno de los torneos más históricos del mundo a nivel Challenger. Por sus pistas han pasado nombres como Federer, Nadal, Del Potro o Feliciano López. Y sin embargo, lo que más me impacta cada año no es el palmarés, sino cómo el evento ha ido superando obstáculos, se ha reinventado y, al igual que en Pozoblanco, familias enteras colaboran para que el torneo perdure y todo salga de maravilla.

Este año, aunque solo llevamos tres días de torneo, puedo asegurar que se está trabajando mucho en la mejora del servicio al jugador, tratando de ofrecer soluciones reales a todas sus necesidades: desde la atención médica y el cuidado físico, pasando por los espacios de descanso, hasta la logística diaria, todo está perfectamente organizado.

En ese sentido, la gestión de los alojamientos ha supuesto un reto importante, y no por falta de previsión, sino por la propia realidad de lo que ocurre en estas fechas en la zona. Compartimos hotel con la pretemporada del Atlético de Madrid, y además se está rodando una película en los estudios cinematográficos cercanos, lo que ha complicado mucho la disponibilidad. A esto se suma que los jugadores hoy en día viajan con equipos más extensos —entrenadores, preparadores, fisioterapeutas— y se necesitan más habitaciones que en el pasado. Aun así, el torneo está gestionando todo con eficacia y profesionalidad, buscando alternativas y soluciones para que todos los jugadores se sientan cómodos y bien atendidos.

A todo ello se suma que estoy percibiendo una imagen renovada del torneo, que transmite profesionalidad y modernidad. Y, si no me equivoco, se ha logrado ampliar la red de patrocinadores, algo fundamental para que el torneo siga creciendo y ganando estabilidad.

El compromiso con el tenis base de esta pequeña localidad sigue siendo firme, con torneos como el Warriors Tour y el AS Young Tour – Trofeo Pedro Muñoz, que vinculan a las nuevas generaciones con el espíritu original del torneo. Me consta que se están planteando la realización de nuevos eventos para seguir promocionando nuestro deporte y dar oportunidades a un mayor número de jugadores.

Además, durante el torneo, El Espinar se transforma en un punto de encuentro entre el tenis, la cultura y la tradición local. Alberga actividades paralelas como los Premios Pedro Muñoz, el reconocimiento a los Gabarreros, una masterclass de danza, la elección del Sumiller de Honor de Castilla y León, y una cata de vinos organizada por la Asociación de Sumilleres de la región. Todo ello enriquece el ambiente del torneo, fortaleciendo su vínculo con el territorio y ofreciendo a jugadores, aficionados y visitantes una experiencia única más allá de lo deportivo.

Estoy convencido de que figuras como Fabián Dorado y Pedro Muñoz, que fueron alma y motor de estos torneos durante muchos años, estarían hoy orgullosos de ver cómo sus proyectos siguen vivos, fuertes y mejorando. Porque al final, más allá del ranking o del prize money, lo que sostiene a un torneo es su grupo humano: voluntarios, técnicos, trabajadores incansables, instituciones públicas, empresas privadas y, por supuesto, los aficionados, que con su presencia dan vida a cada edición.

Como entrenador, he visto de cerca lo que cuesta sacar adelante cada jornada: desde preparar una pista hasta coordinar horarios, alojamientos, transporte, prensa, televisión… Todo suma. Y cuando se hace bien, el jugador lo nota. Se siente cuidado, valorado, y eso eleva el nivel del torneo.

Por eso, esta columna no quiere ser solo un reconocimiento, sino también un agradecimiento a todos los que aportan su granito de arena para que los jugadores compitan y el público disfrute. A los que están hoy al frente, y a todos los que estuvieron antes. A los que creen que estos torneos merecen existir y seguir creciendo. A los patrocinadores que apuestan por el deporte con visión de futuro. Y a las instituciones que entienden que el tenis profesional no es solo espectáculo: es oportunidad, desarrollo, unión y crecimiento a través de los valores del deporte.

Ojalá sigamos apoyando entre todos estos torneos.
Porque Pozoblanco y El Espinar no son solo dos puntos en el mapa del circuito.
Son dos ejemplos de cómo se puede hacer tenis de primer nivel en España, con identidad, con pasión y con la fuerza de un equipo humano que nunca se rinde.

Porque al final, más allá del ranking y del prize money, el trabajo invisible y el grupo humano son el alma de Pozoblanco y El Espinar.

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