Asistí el pasado viernes a la fiesta del 25 aniversario del Hotel Artmadams, con lleno a rebosar, gente guay, cena magnífica, coronada con una tarta con la forma del hotel, y excelentes discursos por parte de los España, introducidos por Patricia Chinchilla. Mesas, el autor de la pintura de la fachada del hotel, asistió al aniversario, cómo no podía ser de otro modo, pues su obra tiene que ver con él, como también lo hicieron varios cónsules –los de Ecuador y Francia, entre otros–, empresarios, cantantes –Mayte, de Baccara, por ejemplo–, así como representantes del Ajuntament de Palma, entre los que no vimos, ni al alcalde Martínez, ni al responsable de Cultura, Xavi Bonet, seguramente debido a que tendrían otros compromisos.

Como no cabíamos todos en la terraza, me quedé en el interior, charlando largo y tendido con Rafel Ferragut, del Auditòrium, y su esposa, Alejandra, una pareja sensacional, con los pies muy bien puestos sobre la tierra, con quiénes, sorprendentemente –o al menos para mí–, el Ajuntament de Palma no ha contado para nada con ellos en ese proyecto llamado ‘Palma 2031 como referente de la Cultura Europea’, siendo los que más espectáculos, y por ende Cultura, regalan anualmente a la ciudad. En fin, que… ¡Què hem de fer!

Un cuadro para meditar

También, del aniversario me llamó la atención la exposición, con cuadros de la familia España, que pudimos ver en la sala SkyLigth, según se entra en el hotel, a la izquierda. Extraordinarios todos, pero yéndoseme la vista al de Pascual de Cabo, no solo por lo espectacular que es, tanto por la figura –figuras, mejor–, como por el mensaje que envía, que, desgraciadamente, tiene que ver con el mundo al que vamos: un sin techo tumbado en un suelo infectado, cerca de unos contenedores repletos de basura y una vieja camioneta, y por detrás, unas edificaciones y en el cielo densos nubarrones que auguran tormentas, algo propio de un país distópico, país imaginario, pero en el que jamás nos gustaría vivir… Aunque cuando miras a tu alrededor, ves que la realidad se va asemejando al contenido del cuadro del maestro.

Y es que –me llamaréis pesado, pero es que es así–, a cada día que pasa, ves más gente durmiendo en la calle, pidiendo en la calle, viviendo en la calle, alimentándose gracias a los coros sociales, formando largas colas en la calle… Y los que pernoctan en centros sociales, a primeras horas de la mañana salen de ellos y se van por ahí, a buscarse la vida como pueden, hasta por la noche, que regresan para cenar y dormir, para hacer lo mismo en días sucesivos.

Cas Capiscol, otra vez

Y el mejor ejemplo de cuanto os cuento lo tenéis en Cas Capiscol, entre la plaza, frente al supermercado, y el parque de Can Simonet, que se halla a escasos metros de este, y enfrente de las dependencias de la Policía Local. En el primero se reúnen unos cuantos indigentes para charlar de sus cosas, algunos dormitando bajo los efectos del alcohol, o de las pastillas, y otros, tumbados sobre el banco, durmiendo a pierna suelta. Es el pan nuestro de cada día.


Indigente durmiendo sobre un banco de piedra, una imagen que se reproduce a diario en la plaza de Cas Capiscol a cualquier hora del día.

Miccionando en Can Simonet…

… y evacuando en el mismo parque.
Pinchazos, ‘mayores’ y ‘menores’

Y en el parque… Pues a plena luz del día, vemos gente pinchándose en las venas –o ayudando a pincharse a otros (tenemos fotos hechas por un vecino que por su crudeza omitimos)–, personas haciendo sus necesidades, tanto ‘menores’ como ‘mayores’, ya sea frente a una pared, ya sea entre matorrales. Y todo a la vista de los usuarios del lugar y de algunos vecinos cuando salen al balcón de sus casas. También los vemos intercambiándose, unos y otros, pastillas, entre ellas el Tranquimazín y la lírica, que son las reinas por ser las más solicitadas por su ‘efectividad’.

Una obra que refleja la realidad

Por eso, pensamos que ese mundo distópico, apocalíptico, que muestra Pascual en su obra colgada en las paredes del SkyLight, del hotel Artmadams, tiene cierto parecido a lo que ya está sucediendo a nuestro alrededor. Se trata de un drama que los políticos pasan de largo, más pendientes de conservar la poltrona a costa de atacar al del partido contrario –o defenderse de sus ataques– que de lo que sucede a su alrededor, y más ahora que están, como quién dice, haciendo las maletas para irse de vacaciones. Y sino, a las pruebas os remito: daros una vuelta por la plaza y el parque de Cas Capiscol, enfrente de las dependencias de la policía local, y hacedlo desde primeras horas de la mañana hasta el anochecer y lo comprobaréis con vuestros ojos

Cree que pasará por el quirófano

Por cierto, y volviendo al principio de esta crónica urbana de hoy, me contó Pascual que le van a tener que operar. Que le han encontrado algo en el corazón y… Pues que igual pronto pasa por el quirófano.

Esperemos que no sea nada, porque tiene todavía muchas cosas por hacer. Además, es muy buena persona y un artista genial. Mientras tanto, aguanta el tipo, porque, aunque preocupado, no pierde el sentido del humor ni el de la creatividad.

El fotógrafo solidario

Rubén Díaz, fotógrafo y persona solidaria donde las haya, presentará hoy, martes, en el Port Centre, del puerto de Palma, su octava exposición fotográfica que «en esta ocasión, bajo el nombre de Exposición fotográfica del mar, os mostraré momentos únicos del mar Mediterráneo que nos rodea, mar que nos vio nacer y que a diario nos regala belleza. La exposición se podrá ver mañana y pasado».

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Rubén, fotógrafo y solidario.

Para Rubén, que se inició en la fotografía viendo las fotos que le hizo su padre en su infancia, lleva alrededor de 20 años inmortalizando lugares de Mallorca, y en especial de Palma. «Para mí, la fotografía es un Arte, porque, entre otras cosas, te permite capturar momentos que nos pasan desapercibidos debido a lo rápido que va la vida… Aparte de que los fotógrafos tenemos el don de ver lo que otros no ven».

«Me ayuda a ser mejor persona»

Además de la fotografía, otra de las motivaciones de su vida –de lo cual damos fe– es la solidaridad. «Desde hace diez años, parte del dinero que gano con las fotos que vendo, lo invierto en ayudar a las personas económicamente débiles y sin techo, lo que me permite conocer muchas y bonitas historias de superación. Y todo eso, y gracias a ello, puedo conectar con otras personas a las que hago que den visibilidad a esta gente muy necesitada con el fin de despertar en aquellas empatía tan necesaria en tiempos tan adversos como los que vivimos. Aparte, a mi también me ayuda a ser mejor persona», concluye.