La madrugada en Iznatoraf tuvo sabor a tradición y adrenalina con la celebración de los encierros de las fiestas patronales, que comenzó puntual a la una, cuando las campanas marcaron el inicio de la suelta. Desde el arco de la Virgen del Postigo, epicentro de la expectación, partieron los astados de la ganadería José Martínez Vivo, ante la mirada de cientos de vecinos y visitantes que aguardaban con nerviosismo el estampido de los cohetes anunciadores. El recorrido, breve pero intenso, puso a prueba la valentía de los corredores, que se lanzaron entre vítores y aplausos a la carrera, mientras los animales avanzaban con fuerza por las calles empedradas. Sin embargo, la llegada de cada toro se produjo de manera lenta, con pausas que se dilataron más de lo previsto, lo que generó cierta impaciencia entre los aficionados.
La emoción se trasladó hasta la plaza San Fernando, donde el Ayuntamiento había habilitado un albero improvisado para que, tras la llegada de los toros, se desarrollara un toreo popular. Allí, los cuatro animales permanecieron poco tiempo en el ruedo, obligando a los asistentes a esforzarse en provocarlos con capotes y carreras para animar una jornada que, pese a los parones, no perdió su carácter festivo. Los más jóvenes aprovecharon para mostrar su arrojo, recortando a las reses y probando su suerte en quiebros y carreras, siempre con la tensión propia de la cercanía del animal. Entre el bullicio se escuchaban los consejos de los más mayores, que recordaban a viva voz que el respeto al toro es la primera norma de cualquier festejo taurino.
La noche templada acompañó el desarrollo de la cita, que se vivió sin incidentes de gravedad. Solo algún revolcón aislado encendió las alarmas entre los presentes, aunque pronto se resolvió con más susto que daño, arrancando aplausos de alivio entre los asistentes. El encierro, además de su vertiente lúdica, reforzó el espíritu de hermandad que caracteriza las fiestas de la villa. Vecinos, familiares y visitantes compartieron risas, emociones y anécdotas, prolongando la velada hasta bien entrada la madrugada, con la música de la verbena aún resonando de fondo.
Con esta cita, Iznatoraf inauguró uno de los capítulos más vibrantes de sus fiestas patronales. Tras la devoción vivida en la procesión del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y la verbena, los encierros confirmaron, una vez más que tradición, emoción y convivencia forman el alma de unas celebraciones que cada año reafirman la identidad de esta noble villa jiennense.