El ciclismo sortea obstáculos como fórmula de vida, en modo equilibrista, siempre al límite del precipicio. La Vuelta llega a su penúltima parada pese al intento de los activistas contra el equipo Israel y a favor de Palestina de reventar la prueba antes de la … subida a Navacerrada. Un asalto a la carretera que los ciclistas, los coches, la caravana esquivan con la habilidad que emplean para rehuir otros problemas en este maravilloso deporte. Los insolidarios que alentaban protestas pacíficas no detuvieron la Vuelta, que vivió una exhibición de campeón de Jonas Vingegaard, un doble vencedor del Tour que ganó en la montaña salvaje y se adjudica la carrera con toda justicia.

Dos personas con el pelo teñido de rosa y verde, atuendo punki y enormes gafas de sol portan una gigantesca bandera de Palestina a eso de las once de la mañana en el control de firmas de la penúltima etapa de la Vuelta a España. Las futuras manifestantes se mezclan con el público ciclista, globeros que llegan desde las localidades cercanas, que han cruzado el puerto de la Cruz Verde o provienen de la provincia de Ávila y su enorme tradición en este deporte.

Conviven los dos mundos en Robledo de Chavela, los que quieren disfrutar del ciclismo y los que aspiran a manifestar pacíficamente su oposición al gobierno de Israel y la masacre en Gaza. Dos niñas de corta edad agitan una mini enseña con los colores del territorio árabe, mientras sus padres se ajustan el casco y saludan a los ciclistas profesionales.

Cunde una tensión sin precedentes, incluida la organización de la carrera. Lanza un comunicado antes del mediodía según el cual la última etapa en Madrid tendrá cinco kilómetros menos. Se disparan las alarmas, vuelan las especulaciones, se masca la tragedia porque el personal está a la que salta. Pero un portavoz de la Vuelta asegura que se trata de un asunto publicitario sin ninguna incidencia en el tema único de la ronda, Israel y Palestina.

Y lo mismo sucede con el ligero retraso del comienzo de la etapa. Escasos diez minutos que se convierten en foco de especulación, análisis de situación y demás. La realidad es que la zona de salida en Robledo de Chavela eraa un pequeño caos por las estrecheces de las calles y, sobre todo, por la ubicación del parking para los autobuses de los equipos, un calle con escasa amplitud en la que confluían los que iban y los que venían, vehículos privados del público que aparecieron por allí y el consiguiente atasco en la zona, que retrasó la firma de los ciclistas y el horario previsto.

El efecto llamada de las protestas contra el equipo Israel se ha propagado a otras carreras ciclistas. En el Gran Premio de Quebec, que ganó el francés Alaphilippe y en el que corría Tadej Pogacar, hubo numerosas banderas de Palestina en la meta.

Como estaba previsto, los activistas se lanzaron a cortar la Vuelta. Un grupo de treinta o cuarenta personas se sentó en el curso de la carrera. Pasaron los corredores escapados, con Landa en cabeza, y salieron los manifestantes a reventar el recorrido en el cruce de Becerril de la Sierra.

El grupo de los líderes se hizo hueco por los laterales de la calzada, esquivando personas y vehículos, saltando obstáculos como siempre en el ciclismo, mientras los coches y los manifestantes pro Palestina bloqueaban la carrera. La policía retuvo a los manifestantes y evitó que destrozasen la Vuelta por completo. Tienen orden de no golpear a los que protestan.

En la Bola del Mundo no hubo vallas en los últimos kilómetros de la subida final. Por motivos ecológicos al ser la zona parque nacional, no están permitidas las vallas. La organización colocó cuerdas con palos de sujeción desde el desvío en la estación de Navacerrada. La estrechez y las condiciones especiales del ascenso provocaron que solo pudieran subir 15 motos: diez para los diez primeros equipos clasificados, dos para jueces internacionales y una para el director deportivo, un médico más una de repuesto. Los diez primeros de la general dispusieron de un mecánico, algunos con bici de repuesto. El resto situaron auxiliares en la carretera de hormigón de la Bola.

La escalada final fue magnífica, con el bloque del UAE metiendo velocidad a la carrera para desgastar a Vingegaard. Pero en el hormigón de la Bola del Mundo, donde los ciclistas se retorcían por el esfuerzo y los desniveles de la cuesta atravesaban sus pulmones, el danés se exhibió con dinamita en los gemelos.

Ofreció un recital en modo campeón al atacar a 1,5 kilómetros de la meta, saltando para ganar la etapa y sentenciar la Vuelta. Fue hermoso el gesto del nórdico, sin escatimar y aportando valor a su victoria.