Con más de cincuenta años de trayectoria, el editor británico Richard Charkin es una de las voces más autorizadas para hablar de la industria editorial … en el mundo. Ha ocupado puestos directivos en grandes casas editoriales como Oxford University Press, Reed-Elsevier y Bloomsbury, que lo colocó en el corazón de fenómenos editoriales globales como la publicación de la saga de Harry Potter. En 2018 fundó su sello independiente, Mensch Publishing, con el objetivo de aplicar visiones más equitativas de autor-editor. Por sus servicios a la literatura y a la industria editorial, recibió en junio del año pasado el título Officer of the Order of the British Empire, otorgado por la Corona inglesa.

Lejos del retiro, Richard Charkin continúa plenamente activo a sus 76 años. Ayer visitó Bilbao para participar en la XII edición de las jornadas anuales organizadas por la Asociación de Escritores de Euskadi, donde abordó algunos de los grandes retos que enfrenta la industria, como el auge de la inteligencia artificial, el papel del audiolibro y las tensiones de la edición contemporánea.

A Richard Charkin le tocó gestionar uno de los mayores fenómenos de la industria editorial global, los derechos de la saga Harry Potter, cuando trabajaba en la editorial Bloomsbury. «La pregunta es qué hacer a continuación de un ‘boom’ semejante», confiesa. Según explica, J. K. Rowling no permitía que se modificara ni una sola letra de sus libros, por lo que no era posible realizar versiones abreviadas ni otro tipo de cambios que afectaran el texto. «Ahí es donde vuelve a entrar en juego la creatividad», añade.

La manera de explotar el fenómeno fue, por ejemplo, desarrollar versiones ilustradas y distintos formatos de Harry Potter. «Creamos un Harry Potter navideño…. ni siquiera recuerdo todos los tipos que creamos», rememora Charkin. Bloomsbury sólo poseía los derechos editoriales y no los audiovisuales, en manos de la autora. «Ella fue inteligente, pero nosotros fuimos estúpidos», señala entre risas.

Resistencias al cambio

Al margen de un fenómeno editoral de la magnitud del mago de Hogwarts -«algo así ocurre una vez cada 500 años»-, uno de los trabajos más ambiciosos que ha enfrentado a lo largo de su carrera fue la conversión a formato digital del ‘Oxford English Dictionary’, «el diccionario más antiguo, más grande y más complicado del mundo». Era la época de transición tecnológica de lo analógico a los nuevos formatos ‘online’, lo que generaba suspicacias y oposición. «Siempre hay resistencias al cambio», sostiene Charkin. En este caso en particular existían dudas sobre la seguridad del diccionario digital. «Si no lo hacíamos nosotros, alguien más lo iba a hacer y lo robarían de todos modos. Si a Gutenberg le hubiera asustado la piratería, nunca habría impreso su Biblia».

Charkin es un convencido de que la industria editorial debe adaptarse a las transformaciones tecnológicas. Destaca el auge del audiolibro, un formato que ha crecido significativamente, sobre todo tras la pandemia. «Yo escucho muchos audiolibros porque camino mucho, hasta 20 kilómetros al día. Es muy aburrido caminar, así que escucho más de lo que leo. Escuchar también es leer», confiesa.

Respecto a la inteligencia artificial, el editor británico considera que es una «realidad inevitable», pero advierte diversos desafíos. Uno de ellos se refiere a los derechos de autor, los cambios que la IA puede suponer en el marco legal; otro reto es la posibilidad que ofrece esta nueva tecnología para que «autores que no lo son» escriban libros, aumentando significativamente el número de publicaciones. «Se estima que, sólo en inglés, este año se publicarán alrededor de un millón de libros nuevos, y dentro de dos años serán dos millones», comenta Richard. «La mayoría serán basura. ¿Cómo juzga un lector lo que es basura y lo que no? ¿Cómo sabe, cuando entra en Amazon y ve títulos y portadas bonitas, qué es valioso? Ese es el desafío», apuntó.