En una foto en blanco y negro, enmarcada en un pequeño marco, se observan a cuatro hombres y una mujer. A cuatro de ellos se les puede ver las caras, las sonrisas son las protagonistas. Al de la esquina de la derecha no se le aprecia el rostro, aunque no hace falta verlo para saber que está disfrutando del momento.
La mujer es Mari Carmen Niño y uno de los hombres del centro, el del bigote, es Juan Manuel Cruz. La fotografía es un recuerdo del día en el que ambos inauguraron la Librería Rayuela, allá por el año 81, en plena calle Granada.
Tan solo unos años más tarde, en 1987, se mudaron a calle Cárcer en busca de un local mucho más grande, y donde siguen a día de hoy. En 2004 llegó Noelia a la Rayuela. Amaba trabajar rodeada de libros, tanto que estuvo seis años junto a los antiguos dueños, hasta que se marchó para cuidar de su pequeña.
Pero que dejase el trabajo no significó que su relación con la librería hubiese acabado. Simplemente, la crisis hizo muy complicado volver. Aun así, siempre tenía un hueco para hurgar entre los libros.
Sin embargo, en 2020 todo cambió. Y no solo por la llegada del maldito coronavirus. Antes del confinamiento, pudo confesarle a Juan el sueño que no dejaba de repetirse en su cabeza cada noche.
—¿Sabes que yo tengo un sueño recurrente que me pongo a ordenar los libros en la estantería como si estuviera todavía trabajando aquí?— comentó Noelia.
—¿Tú volverías a trabajar aquí?— preguntó Juan.
—La verdad es que sí, siempre ha sido el trabajo que más me ha gustado, que más he disfrutado. Si pudieras darme un sueldo, que yo pudiera estar con mi hija y tal, que pueda vivir, me cambiaba segurísimo— respondió ella.
Imagen de los dos antiguos propietarios el día de la inauguración de la Librería Rayuela.
Patricia Sierra
Dicho y hecho. Juan y Mari Carmen se jubilaban, necesitaban a alguien que se quedase con la librería y Noelia había llegado en el momento perfecto. «No tenía ni idea de cómo lo iba a hacer, me volví un poco loca ahí», confiesa la mujer.
Tras muchas conversaciones, un confinamiento de por medio y un brindis con mascarillas dentro de la librería se convirtió en propietaria en febrero de 2021. Y así sigue. Durante todos los años que estuvo trabajando, más los que vivió como clienta, y luego como propietaria muchos cambios ha presenciado.
Todavía recuerda cuando la calle no era peatonal, «el centro era más tranquilo a ciertas horas», los sábados por la tarde «no había casi nadie». Ya nada es como era antes. A su alrededor, todos los comercios cambian constantemente y los vecinos desaparecen, según cuenta.
Librería Rayuela.
Patricia Sierra
Aunque eso no es lo único que es diferente. Ahora «cualquier librería o cualquier institución tiene una programación de eventos literarios brutal», comenta. Desde varias presentaciones de libros a lo largo de la semana, club de lectura una vez al mes junto al autor o editor, participación en eventos, hasta ceder su local a asociaciones. «Ha crecido de una manera muy guay, incluso excesiva», apunta.
Sin embargo, hay una cosa que no pierden, que mantienen firme en el tiempo: el trato al cliente. Para Noelia, es lo más bonito de la librería. «Es algo mágico lo que ocurre aquí», confiesa con una sonrisa que se aprecia tanto en sus ojos como en su boca.
Interior de la Librería Rayuela.
Patricia Sierra
No niega que haya alguna persona un poco «especialita», pero la mayoría suele ser muy amable, según explica. Recuerda en concreto a una mujer de 92 años, vecina de la zona. Acudió hace unos días a la librería en busca de un regalo para la hija de la mujer que la cuida de forma voluntaria.
Sin saber cómo ocurrió, hubo una conexión entre las dos. Ambas se abrieron la una con la otra, compartieron lágrimas e historias. «En qué momento me voy a poner yo a conocer a alguien de esa edad?», se preguntaba Noelia. Son cosas que solo ocurren en la Rayuela, a su parecer.
No obstante, para ella, cada librería tiene su encanto. Es más, considera al resto de las que hay en el centro como hermanas. Una se centra en política, otra en cuentos infantiles, la de Noelia en editoriales pequeñas. Ahí reside lo bonito e interesante de este sector para la mujer: la clientela no tiene por qué ser fiel a una concreta, puede ir a otra librería en busca de más historias.
Interior Librería Rayuela.
Patricia Sierra
El nombre de su librería hace honor a la obra de Cortázar, «Rayuela». Pero eso no significa que recomiende su novela. No le gusta como tal decirle a la gente lo que tiene que leer. Eso sí, anima «mucho a leer clásicos y tirar mucho la vista para atrás» y «estar muy pendiente de las historias pequeñas e independientes», admite.
Al final lo más importante es que cada uno lea aquello que realmente le interese, que no se deje llevar por las opiniones de los demás, opina la librera. «Cualquier cosa que lea es válido, hay siempre mucho elitismo a la hora de hablar de libros», señala y añade que por no leer a Jane Austen, nadie es menos que nadie.
Si todavía no han empezado a leer, están a tiempo. Hay una gran cantidad de eventos gratuitos para todas las edades y gustos, incluso para aquellos en los que están en su época más rebelde y empiezan a conocer sus propios intereses, explica Noelia.
Interior Librería Rayuela.
Patricia Sierra
Tampoco tienen por qué ir a la librería si no quieren, tienen la opción de que su historia llegue a casa en menos de 48 horas. Compite con Amazon «de una manera más honrada», asegura la propietaria.
Aunque esa parece no ser la tendencia. A raíz de la pandemia, muchos son los que pasan por su tienda. A la mayoría, no les gusta estar solos y disfrutan de un rato en compañía, según ella. No tiene ningún problema en que acudan a la librería.
La Rayuela ha estado ahí siempre para todo aquel que ha buscado un hogar y, de 10:00 a 20:00, lo ha encontrado. Hace poco recibieron un reconocimiento por parte del Ayuntamiento: son uno de los negocios con más de 40 años de historia en Málaga.
Interior Librería Rayuela.
Patricia Sierra
Sin embargo, una simple mención no es suficiente. «Estos negocios hay que cuidarlos», considera Noelia. ¿Cómo? Protegiendo su alquiler, con fondo de inversión, cualquier cosa vale para ella. Sin ellos, «Málaga pierde su personalidad, su identidad» y a pasos agigantados, a su parecer.
De momento, a la Librería Rayuela le queda tramo por recorrer con Noelia al frente. Tiene muchas ideas en la cabeza. Cuando es preguntada por planes de futuro, lo primero que se le viene a la mente es arreglar unas luces que llevan tiempo fallando, y ríe tras el chiste.
Interior Librería Rayuela.
Patricia Sierra
Bromas aparte, recuerda el típico dicho de «Virgencita que me quede como estoy» y solo espera que se cumpla. Desea poder pagar a sus compañeros, que todo el mundo tenga un sueldo digno, si es un poco más pues mejor, y que la gente siga disfrutando acudir a su librería, que sigan comprando sus libros en físico. Quiere poder hablar cara a cara con las personas, que no se deshumanice el trato al cliente.
Sabe que las cosas seguirán cambiando, que es un poco «adaptarse o morir». Solo quiere que esto último no se cumpla, que haya alguien como ella que ame los libros y le apetezca continuar su camino, que no permita que la Rayuela acabe con ella.