El Gobierno trata de proteger la relación con sus socios y aislarla de contingencias externas. Después de la primera derrota del nuevo curso parlamentario infligida por Junts, en Moncloa se afanan en encapsular el golpe y los duros reproches que la vicepresidenta segunda dirigió … a los de Carles Puigdemont desde la tribuna de oradores del Congreso durante el debate de la reducción de la jornada laboral. «Yolanda Díaz no es el Gobierno», recuerdan.
Pedro Sánchez quiere seguir adelante y avanzar en las múltiples carpetas que todavía permanecen abiertas y para las que requiere necesariamente del concurso de sus socios. La principal es la que afecta a las cuentas públicas. En las previsiones del Ministerio de Hacienda está poder aprobar el techo de gasto en Consejo de Ministros este mismo mes de septiembre y aseguran que ya están manteniendo los primeros contactos con sus aliados. Sin embargo, sus socios se muestran más fríos y señalan que todavía no se ha avanzado «en serio». Comienzan a surgir las primeras resistencias.
En concreto, fuentes consultadas por este diario ponen el punto de mira en María Jesús Montero. La encargada de pilotar las negociaciones para cuestiones tan sensibles como los Presupuestos o la financiación singular de Cataluña genera suspicacias entre algunos de los aliados que conforman la mayoría imprescindible para que prosperen estas medidas. Sobre todo en el espectro catalán.
Las citadas fuentes consideran que la vicepresidenta primera y titular de Hacienda, que compatibiliza esta doble condición gubernamental con el liderazgo del PSOE andaluz y que está llamada a ser candidata en las próximas elecciones a la Junta, es un «obstáculo» para llegar a forjar cualquier acuerdo. Creen que a Montero no le interesará, en lo que le queda al frente del ministerio, avanzar en nada que pueda comprometer sus expectativas y que le acabe perjudicando de cara a las urnas. «No se puede negociar con las manos libres y un pie en Andalucía», señala un diputado nacionalista.
En este sentido, revelan, que han instado a Pedro Sánchez a que acelere su salida del Ejecutivo para poder avanzar en las negociaciones sin cortapisas. En los planes del presidente y de la propia Montero está, tal como publicara este diario, aguantar en el cargo hasta que sea estrictamente necesario abandonarlo, esto es, hasta que Juanma Moreno convoque las elecciones.
«Soy más útil para Andalucía desde Moncloa», asegura la ministra, que quiere emular a sus predecesores en la condición de ministros-candidatos, que no dejaron su sillón en el Consejo de Ministros hasta que se puso fecha a las urnas. En el caso andaluz, esto sería -como tarde- en el próximo mes de abril, lo que dibuja un horizonte de negociaciones largas con los socios. Esta visión a medio plazo no supone un problema para el Gobierno, que quiere dilatar las conversaciones para mantener la tensión informativa en asuntos que, políticamente, le son favorables. En el entorno de Montero, sin embargo, aseguran que les gustaría salir con todo resuelto, pero también son conscientes de que no manejan los tiempos: ni los de sus socios ni los de Juanma Moreno, que convocará en función de sus propios intereses.
Arranque de precampaña
Sin este control del calendario, en el PSOE han activado ya el ‘modo campaña’. Sánchez arropará este domingo a Montero en un acto en Málaga -con tintes mitineros y bajo el lema «El cambio en marcha»- que abrirá un curso político clave en Andalucía, ya que antes de verano la vicepresidenta primera se medirá en las urnas. La petición de los socios para que Montero abandone ya el Gobierno es compartida también por un sector del partido que quiere que se centre en su papel de candidata, porque el panorama que arrojan las encuestas es demoledor. En el seno del PSOE andaluz preocupa sobremanera su papel como negociadora del Gobierno, pero en el sentido contrario a las reservas que expresan sus aliados, pues consideran que tiene «demasiados frentes abiertos».
Son aquellos temas más conflictivos, como la financiación singular para Cataluña o los Presupuestos, en los que los socios independentistas pueden volver a llevar al Ejecutivo a posiciones imposibles, que se antojen el peor cartel electoral con el que concurrir a las urnas. «Esto aquí hace mucho daño», señala un dirigente andaluz que alerta de que sus decisiones al frente del Gobierno no ayudan, sino que minan sus expectativas, y pueden acabar condicionando su desempeño como ministra y candidata.
Además, el desembarco de la vicepresidenta no ha acabado de fraguar. Sánchez la eligió como una suerte de revulsivo para espolear un partido diezmado por la pérdida del poder y las guerras internas, pero el impulso no se ha producido. El último Barómetro Andaluz que publicó el pasado julio el Centro de Estudios Andaluces (Centra), el denominado CIS andaluz, preveía que perdería 4,3 puntos respecto al resultado conseguido en 2022 y sus actuales 30 escaños -su suelo histórico- se hundiría todavía más, en una horquilla de 24-26 parlamentarios. La elección de Málaga para el acto de este domingo tampoco es baladí. Se trata de la provincia por la que se presenta a las elecciones Juanma Moreno, un territorio en el que hay que redoblar esfuerzos, porque suele concentrar el voto mayoritario que recibe el PP.
Más allá del impacto territorial, Andalucía es también un bastión clave para Sánchez a nivel nacional. Es la comunidad que más diputados reparte en el Congreso (61) y tradicionalmente ha supuesto el pulmón electoral de los socialistas. En las pasadas generales, el PSOE consiguió aguantar el golpe, tras perder la Junta, y consiguió 21 diputados, por los 25 del PP. Con los 19 por Cataluña, Sánchez tejió una red de apoyos suficientemente solvente para retener el poder.