Todo el mundo recuerda los tiempos en que era obligatorio avergonzarse de contemplar incluso de reojo un cuadro aburguesado de John Singer Sargent. Demasiado bonito, demasiado clasista, demasiado convencional. Por fortuna, la suerte del artista discreto que tanto amó y pintó a Mallorca se viró en los años noventa, casi un siglo después de su visita a la isla, para agigantar por ejemplo el mérito de su paisaje en el mural de la Biblioteca Pública de Boston.

Singer Sargent fue absuelto por Dios en persona, que en el mundo artístico era australiano y con el ‘nom de guerre’ de Robert Hughes. El crítico emitió uno de sus veredictos categóricos. «Sargent ha regresado en los últimos veinte años, ya vuelve a ser correcto entusiasmarse con él». Por fin se le perdonaba el perfeccionismo, denigrado por quienes lo confundían con el preciosismo.

La rehabilitación del norteamericano es crucial para la consideración artística de Mallorca. En la voluminosa obra colectiva ‘Sargent en el extranjero, figuras y paisajes’, se puede leer con orgullo insular que «los viajes de Sargent a Mallorca inspiraron algunas de sus obras más brillantes. Durante sus visitas pintó numerosos óleos, que muestran audaces experimentos con la pintura y el espacio pictórico, usando a menudo a niños locales como modelos».

La pintura célebre de aquellas estancias responde por ‘Mosquiteras’, sin duda uno de los títulos más extraños de la historia del arte. Con sendas redes sobre sus cabezas, que una inspección casual llegaría a confundir con aparatosos sombreros, posan Emily Sargent y Eliza Wedgewood, la hermana del artista y su compañera de viaje. Entregadas a la lectura, se hallan en Valldemossa, donde prolongaron su estancia durante dos meses de 1908.

Y así llega, quizás demasiado tarde, la sorpresa que justifica este artículo. Porque dentro de un baúl que no fue descubierto hasta finales del siglo veinte aparecieron medio millar de acuarelas de estilo eminentemente ‘sargentiano’, salvo que la autora era Emily Sargent. Esta obra se revalorizó hasta el punto de que se halla repartida por los principales museos del mundo. Por ejemplo, y en la parte que nos corresponde, una obra creada en Mallorca figura en la colección de la Tate Gallery londinense.

Es decir, John Singer Sargent pintó en Mallorca a/con su hermana Emily. Y este verano se ha inaugurado en el Metropolitan de Nueva York la primera exposición dedicada íntegramente a la artista tardíamente reconocida. En la misma colección que alberga el proverbial perfil respingón de ‘Madame X’, se ha montado ‘Emily Sargent: Retrato de una familia’.

Los Sargent han repartido a Mallorca por una veintena de museos estadounidenses, con la isla pintada ahora a dos manos. Ningún juicio verbal puede igualar al impacto gráfico, pero Emily describió su estancia en Valldemossa como «idealmente feliz». Se distanciaba así de su predecesora artística, una tal George Sand.

Hasta en su momento de mayor gloria, la silenciada Emily Sargent ha tenido que compartir el reconocimiento ganado mediante sus acuarelas con el refuerzo de los cuadros de su hermano. El Metropolitan programó a la artista simultáneamente a ‘Sargent y París’. El otro Sargent.

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