Una vez cada tanto, Banksy golpea con sus alegorías cargadas de notoriedad y mística. Esta vez, el referente mundial del grafiti y el arte urbano, eligió un contexto delicado para proponer un mensaje en una pared de Londres. Las protestas masivas en Europa contra el accionar del gobierno de Benjamin Netanyahu sobre Gaza se replican de distintas maneras en cada país, reflejando también conflictos internos.
En el caso del Reino Unido, hubo protestas en Belfast (capital de Irlanda del Norte), Edimburgo y Londres. En esta última ciudad, las protestas se dieron en apoyo al grupo Palestine Action, que fue proscrito desde finales de julio por medio de la ley antiterrorista vigente desde el año 2000. En dicha manifestación, la policía londinense informó que fueron detenidas 857 personas.
Eliminado. El nuevo –y hasta la fecha el último– grafiti de Banksy apareció el lunes 8 de septiemhre en la pared de la Corte Real de Justicia de Londres, en una esquina inferior del edificio de ese Máximo Tribunal. En él se puede ver a quien podría ser un magistrado golpeando a un manifestante, que sostiene una pancarta salpicada de sangre.
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Como sucede cada vez que Banksy –vía Instagram– confirma su autoría en un grafiti, fans y curiosos se acercaron al edificio judicial para tomarse fotos con la obra. Ante esto, lo primero que hizo la policía fue cubrirlo con placas metálicas. Si bien las obras de Banksy –cuya identidad todavía es un interrogante mundial– son consideradas patrimonios universales de la contracultura, los administradores del tribunal ordenaron borrar el mencionado grafiti. El argumento principal es que el edificio “grafitado” tiene valor histórico: es de estilo neogótico victoriano, tiene 143 años de antigüedad y, más allá de la conveniencia discursiva, primero habían alegado querer mantenerlo intacto.
No es casual. Las obras de Banksy son, entre otras cosas, opiniones políticas que, mediante alegorías fácilmente decodificables, denuncian y conmueven. Esos grafitis siempre dan lugar para la ambigüedad, y para que el espectador complete el sentido según su propio criterio. También son instagrameables y suman un punto turístico en una ciudad como Londres. En este caso, el grafiti apareció en el tribunal que alberga la Corte de Apelaciones y el Tribunal Superior, responsables de la prohibición del mencionado grupo Palestine Action.
Colateral. El grafiti de Banksy se da en un momento sumamente delicado porque el gobierno de Israel ordena la evacuación de Gaza y avanza en su proyecto de ocupación a como dé lugar. Por otro lado, Naciones Unidas vota el apoyo a la Declaración de Nueva York, que promulga la solución de dos estados: Palestina e Israel. Además, por ejemplo, más de dos mil actores de todo el mundo acordaron no trabajar para productoras que apoyen el ya técnicamente calificado, genocidio israelí.
En ese contexto, el arte –o en este caso Banksy–opina y desata un debate paralelo: ¿La orden de borrar el grafiti de Banksy a 48 horas de hacerse pública su autoría, es una censura o tiene legitimidad? La pregunta es una problemática que atravesó al arte urbano desde sus orígenes. La ciudad como lienzo, el vandalismo como forma de vida, las normas como límites hechos para ser franqueados. Los artistas urbanos saben que están infringiendo con su arte las leyes de un sistema que solo puede alojarlos en sus márgenes.
Herramientas de legitimación como las redes sociales pueden hacer circular una obra en tiempo récord, generando un impacto que hace tiempo era impensable. Y en este caso, por ejemplo, Marcos Galperin –CEO de Mercado Libre–reposteó un video donde se ve címo están borrado el grafiti de Banksy, y agregó: “El Reino Unido está perdido”. No obstante, es sorprendente la fugacidad de esta obra que es testimonio de una época marcada por la violencia, y que tendrá a la imagen ya desaparecida como uno de sus memorables signos.