Violencia radical. Redadas migratorias. Supremacistas blancos. Políticamente cargada, la nueva película de Paul Thomas Anderson, protagonizada por Leonardo DiCaprio, Una batalla tras otra, difícilmente podría ser más oportuna en EEUU.
Con un poco de acción, algo de drama, mucha comedia y una casi garantizada bolsa llena de nominaciones al Óscar, la historia se centra en un revolucionario envejecido y su hija adolescente.
Trae una lección sobre “lo que esta nueva generación tendrá que enfrentar”, dice DiCaprio. El actor interpreta a Bob, un político rebelde que se especializa en explosivos. La película arranca cuando él ejecuta operaciones de resistencia en la frontera entre Estados Unidos y México con su amante y correligionaria, Perfidia (Teyana Taylor).
Pero cuando el malvado coronel Lockjaw (encarnado por Sean Penn) infiltra el grupo, Bob se ve obligado a huir con su pequeña hija Willa. Dieciséis años después, la historia se centra en el pase de factura que el pasado delictivo de Bob le cobra a él y a su ya adolescente hija.
Lockjaw ahora lidera una persecución, ordenando redadas migratorias arbitraras en la comunidad donde cree que su blanco se oculta. El problema es que Bob ha pasado el tiempo macerándose en alcohol y drogas, y ha perdido el músculo revolucionario.
“Me encanta la idea de que esperas que este hombre use sus grandes habilidades de espionaje, pero no se acuerda de su clave”, comenta DiCaprio. “Su pasado regresa para atormentarlo, y ahora le ha heredado a la siguiente generación una suerte de trauma”, comenta el actor ganador del Óscar.
La película, que se estrena a partir del 24 de septiembre en América latina, está escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson, a cargo de Petróleo sangriento, Magnolia, Boogie Nights y Licorice Pizza. Las reseñas aún no fueron divulgadas, pero la reacción de los críticos en las redes sociales ha sido efusiva. Ya es considerada una fuerte candidata a mejor película en los Premios de la Academia.
El personaje de Sean Penn está enredado con un grupo de supremacistas blancos bautizados como los “Aventureros de Navidad”, algo que brinda tanto comedia como penumbra. “Se han vuelto menos ridículos desde que rodamos la película. Veo que la cultura se adapta para tomarlo todo en serio”, dijo recientemente Penn al New York Times.