Domingo, 14 de septiembre 2025, 22:53
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LA GLORIETA (14/09/25)
Casi lleno en los tendidos en tarde soleada y calurosa. -
GANADERÍA
6 toros de Garcigrande, de gran presencia, cuajo y fantásticas hechuras. Manso con carácter el 1º, noble pero flojo el 2º; buenos 3º y 6º; bravo, encastado, con motor y transmisión el excelente 4º, Buenasuerte, que fue indultado, noble el 5º. En conjunto manseó de salida. -
DIESTROS
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EMILIO DE JUSTO (GRANA Y ORO)
Estocada trasera (saludos tras aviso);y suerte simulada en el indulto. -
JUAN ORTEGA (CELESTE Y PLATA)
Estocada (oreja tras aviso);y pinchazo y estocada (saludos tras aviso). -
ROCA REY (BLANCO Y ORO)
Bajonazo (ovación sin saludar);y estocada trasera y tendida (silencio).
Ya no se sabe qué tiene que hacer Justo Hernández para que lo saquen a hombros de La Glorieta. Este domingo enarboló la grandeza de la bravura del toro moderno con un soberbio Buenasuerte que fue la dicha de todos. Un toro al que sería injusto que le recordarán que salió suelto de los primeros compases de la lidia cuando aún no se había fijado de la larga cambiada de rodillas de Emilio de Justo y de otra afarolada; ni que tampoco encandilara en el caballo. La gente se volvió loca con el toro nada más abrirse de muleta el torero de Torrejoncillo porque volvía loco a todos. Aunque pasara desapercibido para la inmensa mayoría en los primeros tercios, Emilio de Justo lo descubrió rápido.
Lo brindó al público y, desde los medios, lo citó con las dos rodillas en tierra. Allá que se fue el toro con un tranco ya de bandera. La plaza entró de inmediato en efervescencia porque las embestidas eran de frenesí. Tanto se rebozó el animal en los embroques que, erguido ya después, De Justo tiró la espada simulada para acariciarlo al natural con la derecha. La plaza fue ya un clamor. La segunda embestida mejoró a la primera, y la tercera superaba la segunda, la cuarta a la tercera. Y así siempre… Emilio de Justo lo toreaba a placer. Con una y otra mano ¡todas al natural! mientras la ayuda tenía un lugar de privilegio, acostada en el ruedo. Y ahí, Buenasuerte poco a poco se fue alzando en el gran protagonista de un capítulo maravilloso, que será uno de los hitos de la Feria. Se superaba cada vez más en entrega, profundidad… en cómo colocaba la cara en cada envite. Y en la largura de cada embestidas. Primoroso. No sorprendió que tan pronto se comenzara a pedir el indulto que iba camino de concederse irremediablemente porque el pupilo de Justo Hernández no dejaba de embestir, cada vez más y mejor. Como si el pozo no tuviera fondo. Como si no se agotara nunca. Y de hecho no se terminó, tanto que entró en el reino de los elegidos para perpetuar su bravura.
La plaza en plena ebullición. No hizo falta ni el amago del torero para entrar a matar. El público estaba en pie y la papeleta, en manos de Carlos Miguel Hernández que, en un detalle inteligente y de buen aficionado, consultó con el ganadero, que estaba en el callejón. Hubiera sido un crimen negarle la vida a un animal con la plaza entera aclamándole… y apareció el pañuelo naranja. La obra de Emilio de Justo fue realmente apasionada de principio a fin. Calibró a la perfección la bravura del animal, la puso en valor y se colocó a su altura con un toreo desgarrado y profundo. A mayor exigencia, mayor entrega de ambos. Una gozada.
Y una delicia resultó la faena de Juan Ortega a su primero: improvisada, distinta, personal, única. Presidida por el toreo despacioso y aderezada con una superlativa variedad. El toro parecía derretirse en cada embestida derrochando nobleza y bondad. Y Juan Ortega lo acarició con mimo, torería excelsa y con un gusto exquisito por ambas manos. La apertura resultó sublime, citando con la muleta plegada y enroscándose al toro en un molinete;luego le ganó pasos con la pierna flexionada en pasajes de gran belleza. Todas las series tuvieron una apertura y un cierre diferente. Molinetes, otros invertidos, trincheras, cambiados, pases de las flores, de pecho, uno de pie y otros rodilla en tierra… una genialidad tras otra. Cada uno fue una maravilla y todo el conjunto resultó una obra para paladear.
En uno de los templos y feudos predilectos de Morante de la Puebla, Roca sintió quién reina en esta plaza, que le midió más que nunca, que le exigió como pocas veces y que vio sus dos faenas en la distancia y sin tenerle en cuenta. Ese ambiente le anuló. En la primera pareció pesarle el delicioso toreo de Ortega.La ruda interpretación de Roca parecía demasiado densa y, aunque templada, le faltaba ángel. Y con el sexto sufrió otro cortocircuito parecido cuando sintió que estaba toreando para nadie. Ortega tampoco conectó con el quinto, como tampoco se entendió De Justo con el primero, que tuvo un carácter mayor.
Aunque lo que de verdad no se entendió fue que a Justo Hernández no se lo llevaran en volandas junto a Emilio de Justo. Y ya no solo por Buenasuerte si no por la prodigiosa historia prolongada en esta plaza en la que se ratificó como el número 1.
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