La corrida en San Miguel de Allende dejó claro que la afición vive un momento de renovación. Por un lado, los jóvenes que apenas comienzan, con la ilusión intacta y el valor a flor de piel, y por otro, los matadores ya con camino recorrido que muestran madurez y recursos frente a todo tipo de toros. La tarde fue un reflejo de lo que significa la tauromaquia: aprendizaje constante, superación personal y entrega absoluta frente a la incertidumbre del toro.

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No se trató de un festejo de triunfos fáciles, sino de esfuerzo, temple y lucha contra las condiciones de los astados. La ganadería de La Soledad presentó un encierro con toros exigentes, algunos con calidad y otros con dificultades, lo que obligó a cada actuante a mostrar su verdadera dimensión. Fue, sin duda, una tarde de contrastes donde cada torero dejó su sello personal.

La presencia del rejoneador joven, la madurez de “El Calita”, la entrega de Paola San Román y el pundonor de Arturo Gilio dieron variedad al cartel. Hubo pasajes de inspiración, otros de lucha y también de superación de la adversidad. Todo ello formó parte de un espectáculo que mantuvo a la afición atenta y que se cerró con una importante actuación premiada con dos orejas.

Al final, más allá de los resultados, lo que quedó fue la emoción de una plaza que respondió con entusiasmo. Cada actuación, con sus matices, mostró que el toreo sigue siendo un arte vivo, exigente y lleno de verdad. La corrida de San Miguel fue una prueba de ello: la juventud y la experiencia se encontraron en el ruedo, recordando que cada tarde es única y que el valor se mide frente al toro.

Crónica

Abrió plaza el joven rejoneador André, quien hizo gala de sus cualidades con “San Miguelense”, de la ganadería de La Soledad, de 478 kilos, un serio toro, al que pasó con tres rejones de castigo, rodándose con mando y verdad. André, con apenas 16 años de edad y en el comienzo de su temporada, convenció al público de San Miguel, pues en las banderillas se mostró poderoso ante un ejemplar con mucha transmisión que también exigía la eficacia en los terrenos. Franca facilidad tuvo André con las banderillas, dejándose llegar mucho al astado. Habrá errores que corregir pero el tiempo, y el estar en activo, serán la clave. Pasaportó al segundo intento con el rejón de muerte.

“Héroe”, de 510 kilos, para Ernesto Javier “El Calita”, que se fue a porta gayola, bajo esa convicción del triunfo ante su verdad. Una buena ejecución, y después un despliegue en el toreó de rodillas, y ya de pie, cadenciosas verónicas. Brindó al público que hizo una gran entrada y comenzó su labor de rodillas con un cambiado por la espalda, lo que vino después fue el encuentro con un toro deslucido, muy parado, pero con el que terminó por entenderse, sin duda, con una técnica muy depurada, consiguiendo buenos muletazos. Se entregó con la espada, dejando una buena estocada.

El tercero de la tarde, “Independiente”, de 480 kilos, de La Soledad, correspondió a la torera queretana Paola San Román, quien con mucha solera dejó el saludo capotero por verónicas; un quite por navarras y el remate con una revolera, se acompañaron con vistosidad. Brindó la muerte de su toro al empresario y apoderado, José Luis Alatorre, desplegando en el comienzo el toreo con largueza y profundidad.

Paola, que venía a este compromiso de un fuerte percance en Aguascalientes, y que había reaparecido apenas un día antes de San Miguel de Allende, en Abasolo, no sólo encontró la importancia en los detalles pintureros sino en los muletazos en los que pudo correr la mano. El astado de La Soledad no puso fácil la tarea a la queretana, que logró una faena variada que cerró con ajustadas manoletinas. El toro tampoco facilitó las cosas en la suerte suprema, escuchando un aviso y se retiró entre palmas.

“Soberano”, de 534 kilos, fue el cuarto de la tarde, para el matador de toros Arturo Gilio, que estuvo breve con el capote y en la faena de muleta firmó una actuación de poderío y entrega, ante lo poco que tuvo con el de La Soledad, el cual fue a menos, lo buscó con ímpetu el lagunero por ambos pitones, terminando en una actuación esforzada. Certero con la espada, se retiró entre palmas.

“Mexicano”, de 490 kilos, quinto del hierro de La Soledad, fue para “El Calita”, quien tuvo el gesto de brindar al ganadero de la tarde, don Mariano González. El toro de poca fuerza y movilidad, estando muy por encima el mexiquense, que ayudó mucho, pues siempre buscó llevarle a media altura, y es que llega un tiempo que la madurez se alcanza y logras a veces lo inimaginable. Sacar muletazos a un toro con esa condición tiene un mérito infinito, pues no solo demuestras tu entendimiento, sino los recursos técnicos, para incluso, sobre la marcha inventar, crear, y más allá de eso, tener una conexión con el público. El mexiquense hizo lo correcto, y dio incluso mucho más, porque no basta tener el deseo, se necesita un extra que tal vez sólo otorga la mente clara, el resultado de una lucha ardua e interna que se pone a prueba cada tarde, cada faena y cada toro. No podía ser diferente la culminación, un estoconazo y una oreja con mayoritaria petición de la segunda.

“Libertador”, de 480 kilos, fue un toro muy serio, con el que Paola San Román, anduvo sin titubeos, pulcritud y temple en las verónicas, un brindis a Mariano González Aguirre y la entrega sin medida en su faena de muleta donde corrió la mano por el pitón izquierdo en dos series ligadas y con clase. Fueron momentos bajo buenos argumentos, al final la faena fue a menos. No tuvo suerte con la espada. Se retiró en silencio tras aviso.

Con el cierra plaza, “Patriota”, de 500 kilos, Gilio gustó con el percal, buenas verónicas y el remate con una media de rodillas. Su labor con la muleta la comenzó también de hinojos, con mucha determinación. El toro humilló con calidad por el derecho, y por ello la faena alcanzó a tomar vuelo, en línea ascendente con un torero que siempre busca estar con esa entrega y pundonor, toreó además de rodillas en la faena, variado, con detalles de mucha conexión al tendido, al final, llevándose el toro más potable de la lidia a pie. La coronación de esta importante actuación fueron dos orejas.