Rosa Palo

Domingo, 14 de septiembre 2025, 00:08

Yo soy delante de este micrófono como soy delante de mi hija cuando hace la tarea en casa», afirma Laura Pausini. Probablemente sea cierto: locuaz, simpática y de una naturalidad apabullante («coño, esa palabra nunca me sale», dice cuando no encuentra un término en español), Pausini, aunque aparezca vestida como la estrella que es, sigue transmitiendo la misma autenticidad que la chica de dieciocho años que ganó San Remo enfundada en una chaqueta y un pantalón. Con una carrera repleta de éxitos, presenta un adelanto de su nuevo disco, ‘Yo canto 2’, y anuncia una gira mundial que comenzará por primera vez en España en marzo de 2026 para acabar a finales de 2027 tras pasar por Latinoamérica, EE UU y Europa. Por cierto, la palabra que buscaba Pausini era «conformarse». Justo lo que nunca hace.

—Viendo la gira que le espera, en vez de preguntarle qué toma de aperitivo le voy a preguntar qué desayuna para tener esa energía.

—No soy una gran amante del desayuno porque no amo mucho la mañana, prefiero picar de noche porque voy a dormir muy tarde. El momento en el que me encuentro mejor es la noche. Cuando nadie me ve, como canta Alejandro Sanz, me siento, no sé, más libre para hacer mis cosas, para atreverme a escribir, a cantar. Y también para comer a escondidas y abrir el refrigerador cuando no debería.

—’Mi historia entre tus dedos’, de Gianluca Grignani, es el adelanto de su nuevo disco. ¿Por qué ha elegido ese tema?

—Lo quise grabar desde el primer momento, pero cuando hice ‘Yo canto’, un disco de 2006 de canciones de cantautores italianos traducidos al español, preferí que ‘Yo canto’ fuera el primer sencillo porque era la canción favorita de mi madre. Pero ‘Yo canto 2’ será de canciones de cantautores españoles y latinoamericanos porque, tras pasar tantos años viviendo también en esta parte del mundo, esas canciones forman parte de mi repertorio, de mis recuerdos. La canción de Gianluca Grignani, que primero fue grabada en italiano y después en español, une esos dos discos.

—Usted hace versiones de otros, pero en su testamento deja una lista de aquellos que no quiere que versionen sus canciones.

—¡Ja, ja, ja!

—Dígame un nombre.

—Ah, son nombres que no conoces. Por eso, me gusta llamar antes para decir «Mira, estoy haciendo una canción para darte un homenaje, ¿te gusta?». Pero soy muy feliz porque todo el mundo está contento.

—Será porque cae muy bien.

—Pues no, eso no es cierto. Como todos los que hacemos un trabajo público, hay personas que me aman y personas que no me soportan, obviamente. Yo contestaba a las cartas que recibía de mis fans, y cuando llegaron las redes sociales pensé que me iban a ayudar a contestar a más gente, pero también empezaron a llegar cosas negativas. Al principio, yo contestaba tanto a los que me amaban como a los que no, quería saber por qué decían algunas cosas muy duras. No comprendía que muchos usan las redes para volcar su rabia y que, a veces, te escriben cosas que ni piensan.

—No será fácil leer esas cosas.

—Yo no me puedo esconder detrás de algo que no pienso o que no es parte de mi carácter, así que aprender a no contestar fue bastante duro. Para mí es muy importante ser clara y que las personas de mi alrededor me digan la verdad, que no es siempre lo que pienso yo.   

—¿Ha pagado un precio muy alto por ser fiel a sí misma?

—Seguramente. Yo no soy de las que se rinden, no me gusta conformarme. Lo difícil de mi trabajo es que cada nación tiene sus exigencias, me quiere de una forma, y yo estaba convencida de que podía contentar a todos y seguir siendo yo. Pero es imposible. Es como si me dijeran que debo cantar como otra persona. No: yo canto así, escribo así, me muevo así, hablo con las personas así. Puedo mejorar, puedo escuchar consejos, pero no puedo cambiar mi carácter. Y no quiero cambiarlo porque me siento bien conmigo misma.

—Tiene un museo con 51 años. No le ha hecho falta morirse.

—Esto sigue haciéndome reír mucho. Mi padre llevaba años diciéndome que convirtiéramos la casa donde crecí en un museo porque todos los fans le preguntaban si podían entrar a ver las cosas, a tocar los premios. Al principio me parecía raro porque, en Italia, los museos se hacen cuando uno ha muerto, pero mi padre me dijo: «Laura, si tienes un museo, tus fans son felices, yo soy feliz y tú puedes ver si yo me equivoco al poner cosas».

—¿Y se ha equivocado mucho?

—No, porque le debo todo por ser mi padre, mi maestro de voz, mi músico, mi fan y, también, un acumulador: ha conservado todo lo que he hecho, los regalos de los fans, las cosas de cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, las cartas que yo escribí a Marco, el de la primera canción, los premios… Pero hay cosas que, en realidad, no son mías, porque si las he ganado es porque tengo un público, y me gusta que vayan ahí, que las toquen, que vean lo que hemos ganado. Entonces, a disfrutarlo.

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