Pedro Luis Azcuy Flores (La Habana 1984), es ganador de varios premios literarios en su Cuba natal
Graduado en telecomunicaciones y, además, poeta y editor, este escritor cubano conversa con los lectores de La Esquina de Padura sobre su quehacer literario y su libro premiado que, según el jurado —integrado por David Martínez Balsa, Alejandro Álvarez Bernal y Ernesto Pérez Castillo— alcanzó ese reconocimiento por el sostenido balance logrado en la calidad literaria de cada una de sus historias y porque esos relatos intentan contar a otro plural y diverso.
Marilyn Bobes (MB): ¿Cuáles son los temas y los recursos estilísticos utilizados de tu libro ganador del Premio David?
Pedro Luis Azcuy (PLA): Leaving La Habana es un libro que fue armado a pedacitos, de modo inconsciente en gran medida. Empecé en esto de la literatura no tan temprano, por decirlo de algún modo, y en lo que aprendía a traducir con cierta dignidad lo que llevo dentro, nacieron textos que luego noté tenían coherencia interna pues formaban parte de una historia mayor.
Clasifico el conjunto como una novela narrada en cuentos, o un cuentario novelado. Un híbrido ensayístico que da seguimiento a una etapa en la vida de Leo (uno de mis alters) que en la búsqueda de su identidad en medio de este delirio habanero, transita de estibador del puerto bananero a intelectual solitario en barrio marginal (tránsito por demás vital en la progresión temático-estilística del conjunto) y deja su impronta como filósofo, poeta, politólogo, estadista, místico, crítico de arte, maestro de meditación budista y algunas otras cosas. Aprendiz de todo y maestro de nada, representando lo que en buen cubano se llama: un inflador.
Vivo observando, sin perder por ningún motivo mi capacidad de asombro, con la consciencia de que cada día todo es nuevo”.
Testigo y víctima del choque entre la alta cultura y la marginalidad, Leo se abre paso entre temáticas y escenarios variopintos (con sus variopintos lenguajes) revelando un yo que quiere iluminarse sin renegar del todo. Vive el desarrollo de un ecosistema donde todo lleva sabor a trámite: trabajo, viajes, sexo, desarraigo, e intenta universalizar las vivencias del cubano de a pie, como metáfora de la lucha espiritual del hombre. La ciudad, la música (con reguetón de fondo), el deporte, la migración como única salida en el inconsciente colectivo, el transporte, la soledad, la prostitución, la marginalidad y las drogas, las diferencia de clase en la Cuba actual y otras contextualizaciones, son hilos conductores que se potencian en conjunto y forman parte de un telar narrativo que aspira a dejar su marca en la lengua cubana popular contemporánea.
(MB): ¿Por qué escribir literatura en un mundo donde cada día se lee menos?
(PLA): Supongo que, en mi caso, ser de la década de los 80 y haber digerido todo ese cine de acción barata que te sugiere desarrollar el tipo duro de matar que llevas dentro, además de no ser nativo digital, desempeñen un papel fundamental en el modo en que proyecto ser escritor. Supongo que hay cierto morbo en esa heroicidad, cierto goce un poco ególatra (si se vale ser sincero a fondo) en eso de sentirme un escriba a lo old school que reniega de ver películas o series, creyendo que seguramente serán muy parecidas a otra antes vistas; que lo dicho influya también en eso de sentirme gregario cultural incansable en este mundo donde cada día la mayoría no es que lea menos, sino que lee mal, terrible, debido al masivo divagar en la ligereza de Internet; o sentirme escriba purísimo que, de tener una máquina del tiempo, sin vacilar, regresaría a los siglos en que se escribía con pluma de ganso y todo ese rollo un tanto más sublime… En fin, la infinidad estampada en rollos.
Sesgún confesó el autor, suele vivir con intensidad el presente. (Foto: Jorge Luis Baños/ IPS Cuba)
(MB): ¿Qué opinas de la narrativa que actualmente se escribe en Cuba?
(PLA): Esa es una pregunta un tanto dura. Si algo he aprendido a raíz de mi paso por esta aldea (que en muchos aspectos ha de ser parecida a otras muchas aldeas letradas) es a guardar silencio en pos de la objetividad. Nadie puede leerlo todo como para hablar de “la narrativa que actualmente se escribe en Cuba”; siempre es algo desde una visión personal, segmentada. Tras observar cómo llegan los procesos artísticos a su exposición (cosa que a la postre me hizo apegarme más al proceso de escritura, a mi juicio uno de los más puros) sabes que lo que llega a tu consumo es algo que tuvo que pasar por varias peripecias para concretarse, dígase: ganar concursos, clasificar en algún plan editorial y otras por el estilo, donde la destreza de cada artista para, como se dice en buen cubano, echar palante su arte, juega un papel tan importante como la propia destreza para parirlo en sí. Entonces, siendo objetivo, pese a tener un criterio en base a una cantidad no pequeña de literatura actual cubana que he leído, no me atrevo a hablar de eso como algo que abarque la realidad del tema. Me gusta pensar que hay libros de genios y diamantes ocultos bajo el suelo tal vez a cada paso que uno da. No sé si me hice entender.
(MB): ¿Cuáles son tus referentes literarios nacionales e internacionales?
(PLA): Esa es otra pregunta un tanto dura, pero de grata respuesta. Tengo buena memoria y, a veces, descubro en mis frases la semilla que sembró aquel autor cuyo texto me cautivó hace unos años… y me digo: por Dios, esto es el arte. Y bajo esa premisa, puedo calcular con quienes más me sucede en las cosas que he escrito, y debo decir que prevalece una curiosa mezcla entre Bukowki, Saramago y Herman Heese como referentes en el plano internacional. Y del patio, decir que me sucede algo muy particular con los autores que más me han influenciado, pues estos han sido, sin duda alguna, mis maestros de literatura en cada una de mis etapas. Y este hecho trasciende la calidad harto demostrada por ellos en la literatura contemporánea de la isla, pues va atada al hecho de haber compartido mucha vida con cada uno de ellos, y descifrar el balance entre lo vivido y lo escrito, entre lo dicho y lo callado, entre lo sucedido y lo trastocado, entre la ética de narrar versus la ética de vivir, y ese tipo de análisis ha sido de lo más nutritivo y literario que he podido encontrar como referente. Imagino la vida de modo que cada quien es una serie de libros que podrían escribir quienes le rodean, y a eso es lo que llamo literatura sin fin. Y es la que más me enseña.
(MB): ¿Qué significa para un autor inédito obtener el Premio David?
(PLA): Suelo vivir con intensidad el presente y, ganarme el David, premio que huelga decir se me hizo el duro, se sintió cabrón (como diría cualquier reguetonero), pues lo disfruté como si hubiera ganado el mismísimo premio Nobel. Sólo faltaron algunos detalles como la Sala de conciertos en Estocolmo, el millón de dólares, o qué se yo, boberías… La alegría de un instante nos hace flotar a todos por igual sin importar el escenario. Lo demás es cuestión de ego.
Leaving La Habana es un libro que fue armado a pedacitos, de modo inconsciente en gran medida, relató el autor. (Foto: Jorge Luis Baños/ IPS Cuba)
(MB): ¿Qué opinas del libro digital? ¿Lo prefieres al impreso?
(PLA): Es innegable que el libro digital puede garantizarte un número de viajes a tus letras que sobrepasa los límites de la imaginación, y también que el libro en físico aún conserva su viejo swing, incluyendo la firma de autógrafos en días de presentación, la sensación de regalo fino y ese olor del papel… En realidad prefiero ambos, y de ese modo tener más chance de que ocurra el milagro de ser leído.
(MB): ¿Cómo definirías a Pedro Luis Azcuy Flores?
(PLA): Pedro Luis Azcuy Flores es alguien que asumo desde el cambio. Evito eso de andarme diciendo: «yo soy esto», «yo soy aquello» de un modo radical ya que a la postre eso termina haciendo de la vida algo más recio, inmóvil. Siguiendo esa premisa budista de que lo único que no cambia es que todo está en constante cambio he aprendido a lidiar (y a disfrutar) con el medio tan variado que me rodea. Me observo constantemente como si se tratara de un extraño, siempre de modo autocrítico para seguir mejorando como humano, pero sin perder la compasión conmigo, pues también cometo errores. Varios amigos suelen decir que soy alguien demasiado ecléctico, con varias contradicciones. Sé que es cierto, y me gusta por demás darle rienda suelta a eso, que todo logre reconciliarse y fluir de un modo entretenido. Así conviven en mí muchas actitudes (que a la postre se convierten en personajes) y me trasladan de escenario en escenario. Vivo observando, sin perder por ningún motivo mi capacidad de asombro, con la consciencia de que cada día todo es nuevo. Estoy bastante en paz con mi cuerpo y mi mente e intento esparcir eso por donde quiera que voy, sabiendo que los otros también están en sus procesos de cambio, y eso funciona como remedio santo contra rencores… y el ostracismo. (2025)